Por J. Gerson Revanales
Maduro podrá haberse juramentado ante el mismísimo papa Dios, pero lo que sí es cierto es que su gobierno carece de toda legitimidad.
Al igual que en los años 70 la novela “La levedad del ser” de Milan Cundera fue el éxito literario del momento, Nicolás Maduro se inscribe en la historia como novelista de cuentos de terror a lo Allan Poe, al escribir las páginas más escabrosas de la historia política venezolana; mucho más horrendas que la “guerra a muerte” de la independencia.
Luego de la millonada invertida para barnizar de legitimidad a un proceso que nació viciado por la ilegitimidad de su convocante; de la compra de votos; del amedrentamiento a los funcionarios públicos y amenazas de los Puntos Rojos; el país en su gran mayoría, por un lado, dijo ¡No!, basta de atropellos y vejaciones, de falsas promesas e ilusiones; por otro lado la comunidad internacional desconoció la burda mascarada del régimen. Luego tanto la MUD, el frente amplio, el Grupo de Lima, la mayoría de los miembros de la OEA, la Unión Europea tienen razón al desconocer este proceso electoral y sus pírricos resultados.
Al contrario de lo que afirma el comando de campaña madurista, por primera vez en unas presidenciales la abstención llego casi al 70 %, con una participación entre 32 % y 30 %, un porcentaje muy diferente a las cifras ofrecidas por el CNE, que informó una participación de 48 %. Maduro en estas elecciones perdió más de dos millones de votos en comparación a las anteriores elecciones. ¿Pero quiénes son los culpables de esta derrota? La incompetencia de Nicolás, los Castro, el comando de campaña. La respuesta está en el dicho criollo que dice: Que culpa tiene la estaca, si el sapo salta y se ensarta; si el sapo salta y se ensarta, la culpa no es de la estaca. A Maduro lo tienen saltando los hermanitos Rodríguez, los gorilas; los enchufados y bolichicos que, conociendo las limitaciones del candidato, lo han hecho saltar hasta ensartarse en un proceso electoral y fraudulento con un rechazo monumental del tamaño de la catedral de San Pedro en el Vaticano.
Maduro el elegido por la gracia del eterno comandante; de Tibi y su combo, no solo logró un monumental deslave del chavismo, sino del chavismo duro, el “patria o muerte”, pero que con Nicolás “ni nai ni nai”. De nada valieron las UBCH, los CLAP o los simulacros, Maduro seguro que la levedad de su ser no le permitirá reconocer que sufrió la mayor derrota del socialismo del siglo XXI. ¿Y ahora qué? Seguro que responsabilizará a la guerra económica, a Mickey Mouse y hasta al propio Bambi de Walt Disney, sin aceptar que uno de los grandes culpables de su derrota es otro Bambi, mejor conocido como Rodríguez Zapatero dentro de los círculos del PESOE español.
La solución a la crisis no está en un programa de ayuda humanitaria, ni la salida de Maduro ni de su gobierno. La solución está en arrancar de raíz el cuarteto ideológico denominado “árbol de las cuatro raíces”, ideado a partir de un plagio del pensamiento de Bolívar y Simón Rodríguez con las ambiciones de dos aventureros, Zamora y Chávez que ha penetrado y corrompido hasta lo más profundo nuestras instituciones.