El propósito nacional es el cambio y sin cambio no hay esperanza

Por Ramón Guillermo Aveledo

El propósito nacional es el cambio porque sin cambio no hay esperanza. Para lograrlo, una elección verdadera, limpia y confiable, y la unidad nacional es el modo y el camino.

La fallida convocatoria comicial del 20 de mayo desbarató el absurdo plan continuista del equipo y la política del fracaso y el empobrecimiento. La mayoría clara, categórica del pueblo venezolano no votó. Y aún con las dudosas cifras oficiales, la suma de los que no votaron con los que lo hicieron por una promesa de cambio dice que al menos ocho de cada diez venezolanos rechazan a Maduro y su modelo y reclaman un nuevo gobierno creíble y capaz, con nuevas ideas para enfrentar y superar una crisis que nos come vivos.

El fracaso de los fracasados abre una nueva oportunidad al país que las fuerzas del cambio deben aprovechar para bien de todos. Es el momento de la gran unidad nacional. Políticamente, la unidad quienes no votamos  con los que votaron para cambiar y quienes votaron bajo coacción o engaño y aún con quienes en efecto lo hicieron para ver si los que están eran capaces de cambiar pero que están decepcionados por los hechos, por la demostración descarada de abuso y el empeño en negar la terrible crisis que todo el mundo, menos el grupito,  sabe y padece. La unidad de todos los opositores sin distinción ni mezquindad y los dirigentes provenientes del chavismo que creen en la Constitución y la defienden.

Socialmente es la unidad de empresarios y trabajadores de la ciudad y el campo, de profesores y estudiantes, de profesionales, creadores, artesanos, deportistas; de los profesionales y trabajadores de la salud y los enfermos, de jóvenes y viejos, hombres y mujeres, creyentes y no creyentes,  civiles y militares. La unidad del país que no aguanta, que tiene derecho a la esperanza y la defiende con todas sus fuerzas. La unidad de esa Venezuela sin complejos que sabe de lo que es capaz y no se conforma con el dilema triste de calársela o irse.

Una unidad grande que refleje un compromiso con nuestro destino, el destino de todos. Que no se conforma con ver tanta gente sufriendo por las cosas más elementales de la supervivencia. Una unidad amplia y con objetivos claros, creíble nacional e internacionalmente, en la sociedad civil y en la institución militar. Porque la fertilidad de su promesa de cambio dependerá de esos factores.

El liderazgo político, perseguido, acosado, vilipendiado que sin embargo y a pesar de sus errores y carencias ha demostrado tenacidad y ha alcanzado éxitos en condiciones muy adversas, está sometido a una prueba que puede ser definitiva. Su tarea es ponerle inteligencia a la articulación, organización y acción de la poderosísima fuerza que generaría esa unidad nacional grande.

Porque el cambio es la esperanza.