A los Estados Unidos llegó un venezolano que cambió la forma de abrir las puertas del mundo. Iván Almaral, de 29 años de edad y oriundo de Caracas, jamás se imaginó la vuelta que iba a dar su vida, gracias a sus piezas gráficas relacionadas con los problemas sociales que tocan la fibra a los venezolanos.
No obstante, este joven estudiante de Sociología en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y luego de Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana (Unimet) lo tomó por sorpresa el impacto y la difusión que consiguió con su trabajo. HBO lo contactó. Creó los afiches para promover la segunda temporada de Game of Thrones, para la audiencia latinoamericana. También, realizó varios proyectos con marcas reconocidas como Vodka Finlandia, Grey Goose, Durex y Pepsi.
Evidentemente, el trabajo duro siempre tiene sus beneficios. Iván, apasionado de las artes audiovisuales, conoció a una gran persona en el momento preciso, que lo invitó a trabajar en “Latch”, un emprendimiento de cerraduras inteligentes para hogares y empresas. Esta oportunidad, le brindaría al caraqueño, conseguir la llave de su vida, que lo trasladaría a La Gran Manzana.
—Primero lo primero, ¿cómo nace Güatafoc?
—Comenzó completamente orgánica. Un buen amigo y yo decidimos traer los problemas del país o ciertas venezolanidades a un ambiente gráfico. Hacíamos posters, publicábamos fotos en Instagram que tenían mucha atracción. Más adelante, decidimos convertir lo que hacíamos en un producto para vender a diferentes marcas. Se nos acercaron compañías como HBO y Pepsi.
—¿Por qué consideras que el mensaje que enviaban con Güatafoc logró causar este impacto en tantas personas y en marcas tan reconocidas mundialmente?
—Criticábamos de manera sutil lo que estaba haciendo este Gobierno. Publicábamos en un lenguaje muy de nosotros. Queríamos hablarle a ese venezolano de 18 años para que entendiera lo que estaba pasando y no se sintiera como si un profesor le estuviera hablando del problema, sino que fuera alguien con su misma voz. Varios de nuestros afiches lograron convertirse en estandartes y banderas de marcha.
—Hubo uno muy famoso donde estaba una Guardia Nacional Bolivariana (GNB) pegándole con el casco a una mujer. Fue uno de los más icónicos.
—¿Cuándo conoces finalmente a esa persona que te impulsó a dar el salto de Caracas a Nueva York?
—Comenzamos a desarrollar marcas para otras compañías y conocimos a unas personas que estaban intentando hacer un restaurante en Estados Unidos. Así conocí a Luke Schoenfelder. Tuve la oportunidad de trabajar con él remotamente conversando sobre cómo iba a ser la marca y cómo íbamos a diseñar el menú. Al final este proyecto no se dio, pero yo seguí en contacto con Luke durante mucho tiempo.
—¿Y qué sucedió después?
—Luke tenía la idea de crear un producto para resolver los problemas de acceso en las ciudades modernas del mundo. Me llamó para materializar su idea y sus conceptos. Hicimos una presentación que logró recaudar miles de dólares, para dar el primer paso para esta compañía. Yo viajaba constantemente a Estados Unidos, hasta que un buen día Luke me dijo que el trabajo que estábamos haciendo estaba dando excelentes resultados: «Iván esto está pasando. Necesito que te vengas y seas el Director de Diseño de la compañía»… ¡Fue muy difícil decir que no!
De Güatafoc a Latch
Cuando Iván decide comenzar a formar parte del team de Latch, la compañía ─con sede en Nueva York─ solo contaba con cinco empleados. Actualmente, este emprendimiento que transforma las obsoletas cerraduras en tecnología innovadora, ya cuenta con casi 100 personas.
—Las llaves fueron inventadas hace mucho tiempo y no han tenido gran evolución. Es arcaico que tengas que caminar por las calles con pedazos de metal de formas extrañas en los bolsillos, para poder abrir las puertas. No tiene sentido que en el año 2018 esa sea la forma en la que nos movamos por el mundo. De esa necesidad, de querer cambiar eso parte la idea.
—¿Cuáles son los métodos para abrir las puertas con Latch?
—Hay tres maneras. Puedes bajarte la aplicación de Latch en tu teléfono, lo pones cerca de la cerradura y se determina que tú eres la persona que pertenece a ese espacio. No tienes que instalar absolutamente nada.
—¿Qué sucede si el teléfono se pierde o se queda sin pila?
—Ese es el otro método. La cerradura tiene un teclado que está discretamente apagado la mayoría del tiempo. Si tocas el lente de Latch aparecerá un teclado iluminado donde puedes meter tu código personal. Pones tu número y entras a tu casa. La tercera forma es para edificios que requieren de una tarjeta o de un dispositivo electrónico para entrar.
—¿Cualquier persona puede usarlo así no sea un experto tecnológico?
—¡Sí! Totalmente. Está diseñado para que cualquier persona siempre pueda utilizarlo, sin importar su experiencia en la tecnología. Latch es un sistema de acceso. Tenemos dos partes que forman este sistema: Las cerraduras, productos físicos que ponemos en las puertas y el otro es el software, las herramientas que te damos a ti como usuario y al director de tu edificio para que maneje esas puertas desde una computadora.
—Si una persona quiere invitar a alguien a su casa y no está presente, ¿existe alguna opción en ese caso?
—Esto es lo más interesante. Yo lo tengo en mi puerta y es una maravilla. Tengo amigos que me visitan y si no puedo salir de mi oficina, los invito a través de la App, les llega un código temporal, que funciona solo en ese momento, y después expira.
—¿Hay algún método para que quede un registro de las personas que entran y salen?
—La cerradura tiene una cámara que cada vez que alguien la utiliza queda un registro. Tiene la capacidad de auditar qué ha pasado en tu puerta cuando tú no has estado allí. Si estás conectado a Internet te llegará la notificación inmediatamente.
—¿Cómo ha sido el feedback de las personas que ya usan el servicio?
¡Increíble!
—¿Solo están en Estados Unidos?
—¡Por ahora sí! Pero hemos visto que las necesidades de los diferentes países son básicamente las mismas. Hemos creado una plataforma amplia y universal que puede adaptarse a cualquier país.
—¿No te gustaría llevarlo a Venezuela?
—¡Nada me encantaría más que eso! Ponerlo en las puertas de mis padres, que están allá, y de mi hermano. ¡Sería el último triunfo! Ese día vendrá, yo no lo dudo.