Por Eduardo Martínez/ Corresponsal de Italia.
-Francia e Italia liman asperezas en medio de un cambio del viento en la UE por el tema de refugiados.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el Presidente del Consejo de ministros de Italia, Giuseppe Conte, se reunieron este viernes en el Palacio presidencial del Eliseo en París, para allanar las diferencias y encontrar un camino común. Uno de los temas álgidos que los había separado, era el de los refugiados que afluyen a Europa por centenares y miles.
A pesar de que se vislumbraba la suspensión de la reunión entre ambos presidentes, prevaleció entre ellos tanto el sentido común como el de los intereses comunes. La vía diplomática se impuso entre los aliados europeos.
En la reunión en el Eliseo en París, consistente en un “almuerzo de trabajo”, los dos mandatarios se mostraron calmados durante la aparición pública ante la prensa.
El presidente Emmanuel Macron señaló que “hemos hablado de inmigración y eurozona, y estos dos temas son una prueba para Europa y una prueba para nuestros dos países (…). La respuesta europea actual no es la adecuada. En los últimos tiempos ha faltado eficacia y solidaridad. Faltan reformas para enfrentar la crisis”.
A continuación, el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Giuseppe Conte, afirmó: “estoy verdaderamente encantado de haberme encontrado hoy con el presidente Macron en mi primera visita bilateral al exterior. Hemos compartido la idea de trabajar juntos frente a los principales retos de la Unión Europea. Lo que está en juego es una Europa más fuerte y más justa. Sobre el tema de la inmigración está llegando el momento de pasar la página, y sobre esto, existe un amplio acuerdo con el amigo Emmanuel”.
Ambos presidentes están de acuerdo en una reforma del Acuerdo de Dublín. Italia ya anunció la presentación de un proyecto de reforma, que contaría con el apoyo de Dinamarca y Austria, probablemente Alemania, y después del encuentro de Conte con Macron, seguramente de Francia.
La crisis
El fin de semana anterior, el inminente arribo de un buque humanitario con más de 600 ilegales, fue el detonante que hizo estallar una crisis bilateral. Matteo Salvini, ministro del Interior de Italia, cerró los puertos italianos y logró alejar al buque Aquarius que a la final, terminaría siendo aceptado por el gobierno de España.
Sin embargo, Salvini emitió en sus declaraciones unos fuertes reclamos a Francia, por cuanto no habría cumplido sus compromisos asumidos en el Acuerdo de Dublín. Otro tanto se llevó España.
Italia es el país más afectado por el flujo migratorio ilegal. Según las autoridades italianas, más de 600 mil ilegales se encontrarían en suelo italiano.
El Acuerdo de Dublín
La Convención de Dublín relativa a los inmigrantes y refugiados, fue firmada por los 12 miembros iniciales de la Unión Europea (UE) en 1990, entrando en vigencia en 1997. Sufrió modificaciones por el Reglamento No. 343 en el 2003, dando lugar al llamado Dublín 2; y en el 2013 fue reemplazado por el Reglamento Dublín 3.
Adicionalmente a todos los miembros de la UE, al Acuerdo se adhirieron Noruega e Islandia.
Para el 2015, la crisis de los refugiados en Europa ya había sobrepasado los alcances del Acuerdo de Dublín. Por este motivo, se realizó una cumbre regional en los Balcanes. A raíz de esta cumbre, la canciller alemana Ángela Merkel precisó que la normativa de Dublín “no funciona”; por lo que se necesitaba “una respuesta común para toda Europa”.
Merkel explicó en aquel momento, que la aplicación del Acuerdo, que establece la devolución de los inmigrantes al país por el cual entraron al territorio comunitario, había sido bloqueada por el Tribunal Europeo de Justicia y por el Tribunal Constitucional alemán. Lo cual impidió el envío de los refugiados de vuelta a Grecia –país de ingreso en ese momento- para que tramitaran legalmente su solicitud de asilo.
Por otra parte, la canciller alemana planteó un problema adicional, tomando en cuenta que varios países de la Comunidad Europea – Austria, Hungría y Serbia – ya tenían más refugiados que cualquier otro país de la UE. Lo que agravaría la situación es esos países, sin resolver el tema de fondo.
A medida que ha transcurrido el tiempo y los problemas políticos se han salido de control en el Medio Oriente, Este de Europa y África, se ha incrementado el flujo de inmigrantes ilegales que llegan a la UE. El Acuerdo de Dublín, redactado para proporcionar a los refugiados el amparo de un asilo, ha demostrado ser ineficiente, inaplicable en muchos casos, y por lo tanto poco justo y equitativo para los países receptores de esa inmigración.
En primer lugar, el peso del ingreso de refugiados lo deben soportar los países fronterizos. Eso hace que la repartición entre los miembros de UE sea desproporcionada. Tal es el caso de Italia, que en el 2013 recibió casi un tercio de todos los solicitantes de asilo transferidos desde otros Estados miembros. En segundo lugar, el Acuerdo de Dublín no funciona eficazmente. No cumple con el objetivo que dio pie al acuerdo.
En el 2014, sólo 64.625 inmigrantes de 170 mil que llegaron irregularmente a Italia solicitaron asilo en este país. En tanto que en el años anteriores, más de un tercio de las solicitudes de asilo fue realizado por personas que ya lo habían solicitado previamente en otro país de la UE, cuando solo el 11% lo había hecho en Italia, volviéndolo a hacerlo en países como Alemania, Suecia o Suiza.
Tampoco el acuerdo está siendo cumplido por los signatarios en lo que corresponde a las transferencias. En el 2013, solo el 20 % ciento de las transferencias –para hacer cumplir el acuerdo- fueron realmente ejecutadas. Por ejemplo, el Acuerdo de Dublín fue firmado en el contexto del Acuerdo Schengen, que eliminó las fronteras entre los países miembros. Así, en 2015 entraron centenares de miles de refugiados al territorio Shengen, desplazándose libremente por toda Europa. Ante la inacción de las autoridades de la UE, países como Hungría, Eslovenia, Eslovaquia, Croacia, Alemania, Austria y Suecia, reestablecieron el control de las fronteras, y cortaron el paso de los refugiados. De modo que ante este bloqueo, el gran flujo de ilegales comenzó a entrar a través de los países mediterráneos, principalmente Grecia e Italia.
En la escalada de la crisis del 2015, la Comisión Europea propuso fijar cuotas de distribución de extranjeros de acuerdo a las características de cada país miembro. Además propuso fijar un límite de 20 mil refugiados en dos años. Sin embargo Francia, Eslovaquia, España, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, el Reino Unido y la República Checa, o sea 10 de los 28 países miembros de la UE, se opusieron a esta propuesta.
Lo único que lograron fue un acuerdo entre los países para la redistribución de los ilegales, pero en el 2017, dos años después, de las 160 mil personas, apenas 28 mil habían sido reubicadas (18%). Solo Malta había cumplido con la meta.
El eje de la derecha
Ante el flujo de refugiados, la derecha europea no se cruzó de manos. Con el ascenso de Austria a la presidencia de la UE, se espera que se tomen duras medidas para evitar la llegada de inmigrantes ilegales.
Los ministros del Interior de Austria, Italia y Alemania, anunciaron la semana pasada un posible acuerdo comunitario. A este acuerdo probablemente se sumarán otros países, entre ellos Dinamarca. Entre las propuestas que han adelantado, se encuentra la de financiar centros de hospedaje en los países de los cuales parten las naves, o en terceros países. No está todavía claro cuáles serían estos países, y si ya alguno ha aceptado esta posibilidad.
En este recrudecimiento de la crisis, surge ahora la figura de Matteo Salvini, nuevo ministro del Interior de Italia, quien cerró los puertos italianos a los buques que cargan los inmigrantes.
Salvini, de la centroderecha italiana, en las dos últimas semanas dio otra interpretación al problema, al poner sobre la mesa lo que representan las avalanchas de refugiados para los países. Hasta el momento, y en el espíritu del Acuerdo de Dublín, pareciera que solo estaban en el interés de la dirigencia europea los derechos humanos de los refugiados. En este sentido, los gobiernos de izquierda y las ONGs humanitarias, han puesto el acento en la reacción de la organización comunitaria por encima de los intereses nacionales que es lo que ahora reclama la derecha europea que comienza a ganar elecciones.
Salvini, en la controversia suscitada luego del cierre de los puertos italianos, señaló a los países que lo critican que pongan freno a sus ONGs que envían naves de rescate y pescan en altamar a los refugiados de las embarcaciones que zarpan de África. Según Salvini, se trata de una situación que ha generado imágenes de tragedia que sensibiliza solo un lado del problema: la pérdida de vidas humanas en el Mediterráneo, por el empleo de naves en mal estado y sobrecargadas de ilegales, pero que no toma en cuenta el desbarajuste creado al país receptor de los refugiados.
Obviamente, a medida que crece el problema de refugiados que intentan entrar en los países de la Unión Europea y donde – dados los peligros de la travesía ilegal por vía marítima –, entra de lleno el concepto humanitario, el tema se agudiza.
Ante esa situación, Europa enfrenta en este momento el reto que vuelve a plantear otra reforma o sustitución del Acuerdo de Dublin, devenido obsoleto en opinión de los gobiernos de derecha, que recién se han implantado.