Por Carlos Canache Mata
En su empeño de perpetuación en el poder, la dictadura de Nicolás Maduro y su cónclave civil-militar añade a su prontuario rasgos totalitarios.
El Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos, Zeid Ra’ad al Hussein, ha manifestado reiteradamente su preocupación por el desconocimiento del Estado de Derecho y de los derechos humanos en nuestro país. Acaba de declarar: “Creemos firmemente que el Consejo de Derechos Humanos necesita establecer una comisión de investigación… dada la gravedad y el alcance de las violaciones de los derechos humanos en Venezuela, y de la persistente negativa de dar acceso a mi Oficina, continuaremos haciendo un seguimiento y reportando a distancia”.
No cesan los pronunciamientos y sanciones de la comunidad internacional contra el régimen dictatorial que nos oprime. ¿Cuál es la caracterización de esta dictadura? Si se le observa y analiza con detenimiento, hay que concluir que es diferente a las que el país ha padecido en el pasado. Antes, como ahora, se hacía fraude a la voluntad electoral de los venezolanos; se yugulaba la libertad de expresión; se ilegalizaba o se inhabilitaban partidos políticos y se encarcelaba y torturaba y exiliaba a los disidentes.
Eran las clásicas dictaduras, tan frecuentes en nuestro continente. Pero la actual dictadura, encabezada por Nicolás Maduro y su cónclave civil-militar, añade al prontuario anterior rasgos totalitarios en su empeño de perpetuación en el poder. No se siente satisfecha con el control político y el cierre de la vía electoral como alternativa de cambio, a la usanza de las que habíamos conocido, sino que pretende ir más allá, invadiendo ámbitos que no le pertenecen. Ha invadido el poder judicial y demolido el principio de la separación de poderes; ha hecho del Ministerio Público una ficción; ha auspiciado el apoyo del espionaje del G2 cubano para el sometimiento de la FAN; ha hostilizado el sector privado con el propósito de transformar la economía mixta en una economía con controles de cambio y de precios permanentes (desde 2003, olvidando que lo aconsejable es que haya tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario); ha implementado una operación de ideologización del sistema educativo; avanza aceleradamente hacia la monopolización de los medios de comunicación social, y ha implantado un terrorismo de Estado con control policíaco-militar e intimidación física y psicológica. En fin, como en toda tentación totalitaria, se trata de extender la acción de los órganos del Estado a todos los aspectos de la vida social.
Los absolutismos que existieron en la antigüedad griega y romana, en el despotismo oriental y en regímenes políticos de la Europa moderna, son los antecedentes históricos del totalitarismo, fenómeno que, con ese nombre, en el siglo XX alcanzó su máxima expresión con el fascismo italiano, el nazismo alemán y el comunismo soviético. Los dos primeros cayeron derrotados en la Segunda Guerra Mundial, el tercero se autodisolvió en 1991.
Quedan algunos adoradores que disfrazan la desnudez ideológica con rasgos totalitarios. La dictadura venezolana de ahora es un ejemplo.