Por Alex Vallenilla
*La nueva tasa Dicom para las remesas, es una reedición de lo que proponía el ex ministro Miguel Pérez Abad.
La administración Maduro luce paralizada ante el indetenible avance de la hiperinflación, que ya está cerca de su octavo mes. Venezuela ha quedado en una situación tan paupérrima, que comparativamente, cuando los cubanos se han quejado de que necesitan poco más de dos días de salario para cubrir medio kilo de carne de cerdo, el cual deben pagar con 2,50 dólares, esa misma porción requiere que un venezolano trabaje durante dos meses para lograr comprar esa misma cantidad. Esto muestra la ruina en la que se ha hundido el país dueño de las reservas petroleras más grandes del mundo. La grave situación hizo que Maduro reedite propuestas de ministros que tuvo en el pasado y que alertaron de lo que se avecinaba si no tomaba medidas correctivas.
La situación económica es trágica, las personas no hallan qué hacer. La crisis ha arrasado el empleo público, las gobernaciones necesitan recibir créditos adicionales para poder pagar los aumentos de salarios con dinero que es emitido de la nada y sumará más puntos a la salvaje hiperinflación que destruye todo a su paso. Igual están las alcaldías independientemente de su signo político, porque todas necesitan dinero para cubrir los gastos y esto genera una presión enorme en la administración Maduro, puesto que cada crédito adicional se sumará al circulante, que por su excesiva oferta presiona al alza los precios.
Este mecanismo ya es inservible, en abril de este año lo que el Seniat recaudaba era apenas 13 billones de bolívares y el Banco Central de Venezuela (BCV) tenía que emitir cerca de 180 billones de bolívares para dar cobertura a los gastos gubernamentales. Se trata de un círculo vicioso que terminará fallando, porque se hace insostenible mantener el uso del bolívar, más cuando la relación de dinero efectivo contra toda la liquidez monetaria existente se ha hundido a 1%, obligando a la población a utilizar sólo sistemas de pago electrónicos, tales como transferencias bancarias, pagos con puntos de venta y con aplicaciones en teléfonos celulares, eso hasta que los bancos puedan sostener la actividad. En eso, la hiperinflación hace su parte, obliga a la población a huir del país y el colapso de todos los sectores está en pleno proceso. Los bancos venezolanos son instituciones que funcionan todavía, porque esa misma excesiva emisión de dinero los mantiene “vivos” de manera artificial, sus tasas de interés son irrisorias, en 29% contra una hiperinflación que ya supera 20.000% al año, además de un crecimiento de la cartera de crédito que apenas llega a 150%.
Las remesas como negocio oficial
Los problemas derivados del colapso del bolívar los comienza a asumir el oficialismo sin más remedio y de manera muy disimulada. El gobierno ha logrado percibir el ingreso que hay en el país a través de las remesas que envían venezolanos en el extranjero a sus familiares. Al menos unos 4,5 millones se han marchado porque sus vidas se volvieron inviables e insostenibles con los ingresos en bolívares. Una persona envía al menos unos 30 a 50 dólares al mes a sus familiares para que estos puedan costear parte de su consumo interno, ya que el salario se ha esfumado, al ser apenas 1,14 dólares mensuales. Se estima que el ingreso de divisas al país por la vía de remesas familiares está en unos 2 a 2,2 mil millones de dólares al año, un monto que la administración Maduro no quiere despreciar y por el que recientemente han emitido nuevas condiciones cambiarias para lograr captar buena parte de ese ingreso.
La medida anunciada recientemente por el ex vicepresidente Tarek El Aissami, ahora vicepresidente de economía, consiste en que a través de agencias cambiarias autorizadas por el Estado, las personas podrán enviar dinero en moneda extranjera o remesas a precios más competitivos que los que se ofrecen en oficinas del gobierno. La tasa Dicom para las remesas es variable y se utilizará el menor precio de la demanda que establezcan quienes aspiran comprar los dólares que por esa vía entren, en este caso el último monto conocido fue de 2.200.000 bolívares, una tasa bastante cercana al precio del dólar paralelo.
Lo anterior indica que ante la realidad que azota al gobierno económicamente, el actual gabinete pudiera estar dando un giro a una reforma en el tema económico y es que el colapso general obliga a tal postura. No tiene sentido que el BCV continúe emitiendo bolívares como lo hace, si al siguiente mes tendrá que duplicar y al siguiente mes, triplicar las cantidades, produciendo un daño general en todos los sectores económicos del país, que además le genera animadversión política entre la población que ya no cree en el discurso de la “guerra económica” y también amplía el déficit estatal.
No es una solución eficiente emitir un nuevo cono monetario. Actualmente fabricar un billete venezolano tiene un costo para el gobierno de 0,30 dólares por cada uno, si esto es calculado al precio de la última tasas oficial conocida, la de las remesas, un billete le cuesta al Estado 660 mil bolívares, que si aplica la reconversión monetaria para poner a circular el “bolívar soberano”, el billete de más alta denominación, de 500 bolívares soberanos, que actualmente son 500 mil bolívares, ya genera pérdidas en términos reales, porque un billete que costó 660 bolívares soberanos, estaría en la calle con un valor nominal de 500 bolívares soberanos.
En ese caso si el gobierno en vez de mandar a producir estos billetes que de inmediato serán engullidos por la hiperinflación, permite más bien la circulación de una moneda dura en el país, habría una estabilización de precios, con una política monetaria y un plan en función de permitir una recuperación.
Los dos mecanismos que se pueden implementar es la reducción del gasto público con una reforma monetaria, o sustituir la moneda por una de mejor desempeño, de lo contrario sería sumamente difícil salir de la hiperinflación, que conduce al colapso general.
La implementación de esta nueva tasa sería una nueva acción que aplica un sector del gobierno, luego de los intentos que anteriormente buscaban el ex presidente del BCV Nelson Merentes, cuando quiso que la tasa de cambio Simadi flotara libremente y por presiones políticas de grupos internos enfrentados en el oficialismo no pudo hacerlo. También puede verse como la reedición de la propuesta que hizo el anterior vicepresidente de economía, Miguel Pérez Abad, quien había propuesto que la tasa Simadi arrancara en aquella ocasión en 200 bolívares para ir deslizándose hasta alcanzar un precio que dejara satisfecho al mercado, cuyo precio estaría cerca o igual al del dólar paralelo, y fue cuando el sector radical también enfrentó a este ministro que fue cambiado a otras instancias.
@alexvallenilla