Mortalidad de los blancos aumenta en Estados Unidos

 

Por Elizabeth Burgos

¿Por qué bajó la esperanza de vida en la población blanca de Estados Unidos?

 El economista Angus Deaton, Premio Nobel 2015, especialista de la microeconomía, se interesa en particular por el estudio del comportamiento de los individuos y junto a su esposa, Anne Case, también economista, ha publicado un reciente estudio que contrasta con todo cuanto se sabe, o se imagina saber, acerca de la realidad social de Estados Unidos.

Se trata del convencimiento de que los blancos viven en la opulencia y disfrutan del sueño americano, mientras que los negros y los hispanos sufren la parte de miseria que toca a las categorías no blancas.

El estudios de ambos profesores de la  Universidad de Princeton, echa por tierra esta visión idealizada. Ellos revelan en su estudio, la aparición en Estados Unidos de un fenómeno inédito entre los países ricos, que comenzó a percibirse desde el año 1990. Y es que la mortalidad entre la población  blanca, (especifican no hispánica), ha aumentado notablemente en Estados Unidos.

Case y Deaton constatan que mientras la mortalidad entre los sectores sociales de clase media en los países ricos se ha reducido, en Estados Unidos, excluyendo los hispanos, en esas mismas categorías, la mortalidad ha aumentado a partir del año 1990.   En 1999, en la categoría de blancos, la mortalidad era de 30% inferior a la de la población negra. En 2015, la mortalidad entre esa categoría de blancos es 30% superior a la de la población negra.

Los estados con el mayor porcentaje de muertes debido al consumo de drogas, alcohol y suicidio, entre los blancos no hispánicos, entre 45 y 54 años de edad, en el año 2000 se situaban principalmente en las regiones pobres, como los Apalaches y en el suroeste. Pero a partir de mediados del año 2000, la “epidemia” alcanzó  Florida en la costa Este. Hoy, se ha desparramado por todo el país.

Las razones serían atribuidas al consumo de droga, al alcohol, al suicidio. La disminución de la mortalidad debida al cáncer y a las enfermedades cardiovasculares en el resto de países ricos, la ha suplantado el aumento de sobredosis, suicidio y consumo inmoderado de alcohol en los Estados Unidos.

 Ambos académicos califican este fenómeno de “muertes por desesperación”. Este fenómeno  atañe tanto a hombres como a mujeres y se ha desparramado por todas las zonas geográficas del país. En 2014, este fenómeno del alza de la mortalidad entre los cuarenta añeros y cincuenta añeros blancos, significó un porcentaje tan importante, que se tradujo por una baja de la esperanza de vida en los Estados Unidos. Al mismo tiempo, se deteriora la salud física y mental. La esperanza de vida en  amplios sectores de los Apalaches es inferior a la de Bangladesh. Tendencia que ya se observa en todo el territorio del país, tanto en el medio rural, como urbano.

Una de las causas del fenómeno, los autores la atribuyen al consumo y a la sobredosis de opiáceos, tan masiva, que ha hecho bajar la esperanza de vida en todos los Estados Unidos. La Organización Mundial de la Salud anunció recientemente que un bebé chino vivirá más tiempo con buena salud que un bebé estadounidense. Una inversión histórica inesperada.

Esa “muerte por desesperanza” se debe a que una parte de la población vio desplomarse su mundo, en particular entre los que no tienen diploma de estudios superiores. Una clase obrera que tenía mejores empleos, podía acudir a un sindicato, iban a la Iglesia, tenía un sentido de pertenencia a una categoría social. Hoy, se han alejado de la Iglesia que heredaron y se centran en la individualidad, o en búsquedas de identidad: han perdido el sentido de sus vidas. Otros han intentado enriquecerse y cuando resulta, se vive bien, pero cuando se fracasa, viene el derrumbe.

Los autores hacen un llamado para que sus conciudadanos tomen conciencia de que existe gente muy pobre en los Estados Unidos: 3,2 millones viven con menos de 1,90 dólar diario, categoría considerada de pobreza extrema. Y hay 5,3 millones que viven con 2 dólares diarios. También apuntan que en Gran Bretaña, Irlanda y Suecia, comienza a notarse un fenómeno similar.