Por Rafael Bayed
Estos veinte años le han servido a la revolución bolivariana para degradar al pueblo y dejarlo desnudo sin moral.
Un país de 30 millones de habitantes disociados, sin criterio ni conciencia cívica, pero eso sí, cientos de politiqueros resentidos, cientos de profesionales sin ética ni moral, cientos de empresarios sin honorabilidad mercantil, algunos bancarios poco ortodoxos y paremos de contar sobre la calificación de conducta de muchos que tienen actividad, con una codicia y ambición desmedidas, que no era parte de la cultura del pueblo, se calan posiciones sin méritos ni capacidad. Varios millones de mal vivientes sin cultura ni educación, prepotentes y engreídos, viven de lo ajeno, porque no trabajan, parásitos que solo esperan que los gobiernos de turno les favorezcan, viven del chisme, la injuria y la mentira contra los que trabajan, no solo para ganarse el favor de quienes detentan el poder, sino para obtener canonjías y vivir a las costillas de otros.
A la mayoría de los venezolanos los convirtieron en una poblada sin identidad, ahora egoístas, narcisos, hedonistas, amorales con derechos pero sin deberes.
Usan los signos patrios para publicidad patriotera y politiquera. Degradaron a los verdaderos patriotas y endiosan a delincuentes de la época de conmoción republicana.
Desde que el criminal continental Hugo Chávez, heredero de Fidel Castro, en 1992, se empeñó en tomar el poder, este país ávido de escrúpulo y conciencia ciudadana, vio en el promotor de lo oscuro y lo negativo un elegido que sacaría al país de la corrupción y la politiquería y algunos delincuentes. Convenció a cercanos y ajenos, y llegó, amén de la ceguera de los responsables de los partidos políticos de la democracia, y promovió una sociedad sin valores ni principios. Ahí están, cada quien hace lo que le viene en gana. Solo hace falta una gorra, una franela roja y el carnet de la patria para ejercer el poder por encima de la ley.
Hablan de diálogo, de convivencia pacífica, de paz y amor, pero mienten. El odio y el veneno que sienten por la sociedad venezolana son evidentes. Confiesan abiertamente que su presencia es por venganza. Aborrecen a los prelados de la Iglesia Católica. Desprecian a los líderes y dirigentes de las organizaciones sociales y políticas demócratas. El comunismo y la anarquía les carcomieron la masa gris, hoy convertida en bazofia compacta.
La tristeza no es solo la presencia de bandoleros enemigos del desarrollo y bienestar del venezolano, detentando el poder político asociados a criminales comunes, sino que la mayoría de los medios de comunicación, con programaciones de opinión les dan cabida a terroristas mediáticos para envenenar la mentalidad del pueblo.
Responsables de funciones públicas, sin capacidad gerencial, ni conocimientos de relaciones humanas, el único mérito es haber sido jalabolas agazapados durante la democracia en puestos de asistentes, o asesores de guerrilleros urbanos, que asesinaban y robaban para la revolución.
Hoy los vemos, mientras más ácidos en su verbo más rápido ascienden a la postura de segundos del regente de la República. Estos 20 años han servido para degradar al pueblo, y dejarlo desnudo sin moral y anarquizado.