Por Ramón Guillermo Aveledo
Al desaliento y el desconcierto del venezolano empobrecido no puede responder la oposición con la dispersión o con un interminable deshojar de margaritas.
La economía se destruye cuando se atenta sistemáticamente contra las empresas, el empleo, las oportunidades y el consumo de la gente. La convivencia se destruye con la desconfianza, la violencia, el abuso y la arbitrariedad. La política existe para procesar tensiones, resolver conflictos, generar equilibrios. No para agudizarlos, eternizarlos e imponerse con base en ellos.
Cuando desde el poder se destruyen la economía y la convivencia, desde quienes tienen la responsabilidad de ofrecer la alternativa tiene que venir razones y motivaciones para la esperanza. Si no, el país devastado por las políticas oficiales se hundirá en la desmoralización y la desmovilización o mirará a la emigración como su única salida. Y es demasiado triste que ese sea el destino de esta sociedad y esta dirigencia que han resistido y luchado tanto.
Al núcleo opositor, que por razones cuantitativas y cualitativas sigue estando en la Mesa de la Unidad Democrática, perseguida y duramente golpeada, se le exige más acción y más planteamientos pertinentes a la realidad actual y al futuro y que responda a esa condición nuclear dirigiendo mensajes de reencuentro unitario tanto a las figuras que han decidido continuar su lucha por lo mismo desde otras plataformas, como y sobre todo, a los segmentos de la opinión pública que les atienden y siguen. Mantener vigente la legítima Asamblea Nacional es necesarísimo e indiscutiblemente meritorio, lo mismo que reunirse y mantenerse unidos, pero obviamente no es suficiente.
Con los alcaldes y gobernadores hay que establecer un diálogo hacia una relación constructiva y cada vez más coordinada y activa. Lo mismo que hay que ayudar a que se desarrolle y de mucho más de lo que está dando, la política acertada del Frente Amplio Venezuela Libre. Amplia convergencia de sectores políticos y sociales en el cual aquellos deben trascender a cualquier pequeñez y éstos atreverse a un protagonismo proporcional a esta fase decisiva de la lucha del pueblo venezolano, transitoriamente apagado por estar concentrado en las demandas de la diaria supervivencia, pero en modo alguno derrotado ni menos rendido.
La hora, para todo el que quiere cambio, es de hacer más y mejor y no conformarse con criticar lo que otros hacen o no hacen.
Cuando el poder ha dinamitado los caminos constitucionales, es tarea de la política construir soluciones y demostrar que, como se decía en la campaña de 2012, “Hay un camino”. Las antipolíticas desde arriba o desde afuera no lo harán e intentarán impedirlo. La política es hacer. Y lograr que se haga, esa es tarea de políticos.