Por Eduardo Martínez/ Corresponsal en Italia
-La UNESCO recuerda a la buena Olivetti y olvida la de Smartmatic+CNE.
El anuncio de la UNESCO al designar la Ciudad Olivetti como Patrimonio de la Humanidad, reivindica a esta afamada empresa italiana venida a menos. Sobre todo en el recuerdo cercano de los venezolanos.
En el 2004, cuando en una Venezuela convulsionada se preparaba la realización de un revocatorio presidencial al mandato de Hugo Chávez, la gestión de Jorge Rodríguez como presidente del Consejo Nacional Electoral contrató a la desconocida empresa Smartmatic.
En abril del 2004, cuatro meses antes del referendo revocatorio presidencial, la empresa Smartmatic anunció con bombos y platillos la llegada de las primeras mil de más de 20 mil máquinas de votación fabricadas por la Olivetti.
La decisión de la contratación de Smartmatic, sin licitación, había sido criticada ampliamente por los sectores de oposición. Pero como todo lo que ocurre en Venezuela, esas voces fueron acalladas por quienes dirigían la Coordinadora Democrática.
Los responsabilizados por la oposición de supervisar al CNE, habían asegurado que el sistema electoral electrónico “estaba blindado”. Blindaje que garantizaba el que todas las actas saldrían “correctas”. Comenzaba la transición del “acta mata voto” hacia la “electrónica mata voto” y mucho después, se descubriría que un importante miembro del grupo de estrategia de la Coordinadora, era el padre del presidente de Smartmatic.
Para Olivetti, era el gran contrato que garantizó el resurgimiento de la empresa en manos de nuevos inversionistas. Desde el 2003 había comenzado el control por parte de Telecom Italia. Un conglomerado que poseía el control de “Digitel TIM” en Venezuela desde el 2000. En el 2006, Telecom Italia contó con la aprobación del gobierno de Hugo Chávez para vender Digitel a un grupo de inversionistas venezolanos.
El paquete vendido por Olivetti al CNE, comprador final de los equipos, estuvo integrado por máquinas de votación, impresoras, captahuellas y equipos de comunicaciones. El software para manejar los resultados fue contratado por el CNE a otros proveedores internacionales, así como los equipos accesorios de comunicaciones.
Las máquinas que Olivetti le vendió al CNE, hasta el 2004 habían sido utilizadas para apuestas de lotería. Una decisión hasta cierto punto adecuada, por cuanto las máquinas más fáciles de emplear sin mayor adiestramiento, son las expendedoras de refrescos, las que venden cigarrillos y las de apuestas. Ahí estaba la fortaleza del modelo SAES3000.
Desde el 2004, y cada vez que los venezolanos fueron a votar, el CNE siguió adquiriendo equipos a Smartmatic, a la que la Olivetti vendió sus terminales de apuestas. Más mesas de votación se instalaban, más máquinas se compraban. Hasta que a raíz de la elección de constituyentes en el 2017, se hizo imposible para Smartmatic seguir tapando los manejos del CNE. Tenía ya contratos por proteger en otros países.
La historia de Smartmatic tuvo sus lados oscuros. Pero siempre Olivetti quedó en las sombras. Se habló de pago de comisiones, de investigaciones del FBI, de la extraña muerte del presidente de Smartmatic, entre otros hechos que fueron denunciados y descritos en artículos de prensa por el general Carlos Julio Peñaloza, entre otros. Una serie de artículos de Jurate Rosales advertía de la pre-programación de las máquinas, sin que el sistema de votación con las Smartmatic fuera sustituido por otro, más confiable.
La buena Olivetti
La confianza de los venezolanos en las máquinas Olivetti parecía inamovible. Es que en los años 50, 60 y 70, a los oficinistas venezolanos se les facilitaban sus tareas con máquinas de escribir, sumadoras, teletipos, y hasta máquinas de contabilidad, de la marca italiana Olivetti.
La calidad de estos para entonces modernos equipos era insuperable, los precios competitivos, y la oferta comercial inigualable.
Cuando aparecen las microcomputadoras, los venezolanos empezaron a ver cómo los terminales e impresoras Olivetti dominaban el mercado bancario.
Esta combinación de precisión, calidad y buenos precios, era posible por el sistema productivo de Olivetti en la ciudad de Ivrea, en la región del Piemonte de Italia.
Allí, un hombre adelantado a su época, concibió más que galpones industriales para manufacturar equipos de oficina. Ideó una “ciudad humana” que integraba el trazado urbano, el proceso industrial con lo social y el recreativo de los trabajadores.
Esta semana, la Ciudad Olivetti de Ivrea fue declarada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Con esta designación, ya son 54 los lugares italianos que han recibido tal reconocimiento. La decisión, tomada en el Comité del Patrimonio de la Humanidad No. 42, que se está realizando en la ciudad de Manama en Bahrein desde el 24 de junio hasta el 4 de julio, fue de inmediato anunciada por el ministro de la Cultura de Italia, Alberto Bonisoli.
“Ivrea, la ciudad ideal de la revolución industrial del Siglo XX, es el sitio italiano 54 de la Unesco. Un reconocimiento otorgado a una concepción humanística del trabajo propio de Adriano Olivetti, nacida y desarrollada por el Movimiento Comunidad y que fue plenamente llevada a su ejecución, en el cual, el bienestar económico, social y cultural de los colaboradores es considerado parte integral del proceso productivo”, señaló el ministro.
La fábrica-ciudad
La “Ciudad Olivetti” en Ivrea, como se le conoce, fue una adelantada creación para su época. Fundada en 1908, “representa un distintivo ejemplo de la experimentación de las ideas sociales y arquitectónicas sobre los procesos industriales, es una experiencia innovativa de producción industrial de nivel mundial que cuidaba de manera especial el bienestar de la comunidad local”, recordó la nota de prensa del ministerio.
La mayor parte de la ciudad industrial fue desarrollada entre los años 30 y 60, bajo la dirección de Adriano Olivetti, hijo del fundador de la empresa, Camillo Olivetti.
Durante estos años, la Olivetti fue pionera en la manufactura de calculadoras, máquinas de escribir y computadoras.
Los mejores arquitectos e ingenieros italianos de la época, trabajaron en el trazado urbanístico y de las edificaciones en la ciudad de Ivrea.
La ciudad Olivetti incluye edificios para la producción, servicios sociales y usos residenciales, es considerada “un significativo ejemplo de las teorías del desarrollo urbano y de la arquitectura del Siglo XX en respuesta a las transformaciones industriales y sociales, incluyendo la transición de las industrias mecánicas a las digitales”.
En la práctica, el concepto de Olivetti consistió en un diseño vanguardista que incluyó nuevos barrios para sus trabajadores, a los que consideraba “colaboradores”.
En ese diseño, había espacios verdes y edificios pequeños de no más de cuatro pisos, lo que contrastaba con las ideas arquitectónicas de la época.
En cuanto a las fábricas, tenían vidrios en las fachadas, de tal manera que los trabajadores pudieran “ver las montañas, los valles, de dónde venían (…) y también para que la gente fuera de la fábrica pudiera ver lo que sucedía adentro”.
En cuanto a las zonas sociales, el diseño Olivetti incluía cafeterías, patios de juegos, salones para debates y salas de cine y unas muy bien dotadas bibliotecas.
En Ivrea, la empresa abrió guarderías, un hospital y puestos vacacionales y de excursión para los hijos de los trabajadores.
El Movimiento Comunidad
Adriano Olivetti tomó el control de la empresa en 1933, a los 33 años de edad. Bajo su dirección, la empresa familiar se transformó en una multinacional, con fábricas en 5 países y negocios en más de 100. El crecimiento de Olivetti transformó la ciudad de Ivrea, que vio duplicar su población a 30 mil habitantes. De los cuales 14 mil trabajaban en la fábrica. Cuando en 1960 muere Adriano, semanas antes había publicado el libro “Ciudad del hombre”, en el cual plasmó sus ideas del Movimiento Comunidad. En este libro abundó en lo que denominó una ciudad industrial “humana”.
Olivetti argumentó que “La calle, la fábrica, la casa eran los elementos más sustanciales y visibles de una civilización en evolución”, quejándose de que las ciudades italianas se habían expandido “de manera incoherente simplemente con objetivos egoístas, materialistas, especulativos, sin un plan real que proviniera de una visión general de la vida”. Para Adriano Olivetti, el desarrollo urbano debía hacerse “a escala humana”, con el objetivo de alcanzar la “armonía entre la vida privada y la vida pública, entre el trabajo y el hogar, entre los centros de consumo y los centros de producción”.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, a finales de la década de los 40, Adriano Olivetti fundó el partido Movimiento Comunidad. Lo que lo llevó a la alcaldía de Ivrea en 1956, y dos años después fue electo diputado al parlamento italiano.
Olivetti hoy en día
La empresa logró superar el fallecimiento de Adriano Olivetti en 1960. Apostó a las computadoras y transitó con éxito el paso de los equipos mecánicos a electrónicos.
Con la revolución de las microcomputadoras, la Olivetti comenzó un exitoso giro comercial que le llevaría a ser un fuerte proveedor de impresoras y terminales bancarios, PCs y equipos de comunicaciones de interconexión de las nuevas líneas de computadoras.
En esta etapa, llegaría a fabricar 200 mil computadoras mensuales en la Ciudad Olivetti de Ivrea.
Sin embargo, a pesar de haber incursionado con éxito, las nuevas tecnologías se los llevó por delante, en la medida en que entraron otros competidores provenientes de Asia. Lo que pasaría también con otros sectores industriales italianos.
En 1999, la Olivetti fue adquirida por la empresa Bells S.A. de Luxemburgo, para venderla dos años después a un conglomerado que ya había comprado Pirelli y Benetton. En 2003, la compró el gigante telefónico Telecom Italia, quien la mantiene como una empresa independiente.
La Olivetti de hoy en día ya no es el gigante que gerenciaba Adriano Olivetti. Con un personal de 563 empleados, facturó 277 millones de euros en el 2017, con representación comercial en 50 países repartidos en Europa, el Lejano Oriente y Latinoamérica.
Hoy en día, la mayor parte de la Ciudad Olivetti está desocupada. Las autoridades de Ivrea esperan revivirla gracias a la designación de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.