Por Ramón Guillermo Aveledo
“No temas, yo estoy contigo”, de la mano de Isaías los Obispos católicos hablan al venezolano empobrecido, atribulado, desorientado y a los responsables de conducirlo.
Reunida en un clima nacional poblado de incertidumbre y agobiado por el pesimismo, la 110ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal prometió desde su inauguración. Aunque a diferencia de la más social de de enero, el tema la convocatoria de mitad de año sea más eclesial, las palabras de apertura de su Presidente Monseñor José Luis Azuaje ya daban una estimulante señal de sintonía con la hora venezolana. “Tenemos un país de jóvenes que se nos están yendo, que están en salida humanitaria” dijo, no para irritar la herida abierta sino para atenderla con la solicitud y solidaridad que reclama la profunda y compleja causalidad de ese fenómeno social que toca a tantas familias de todos los sectores y todas las regiones. Más adelante, un recuerdo a los más de ciento treinta asesinados en las protestas del año pasado, la mayoría jóvenes estudiantes, y un llamado a apreciarlos en su verdadera dimensión: “Por Dios, qué falta de humanidad; eran seres humanos, eran hijos de madres que hoy lloran su ausencia”.
Habló desde una Iglesia interpelada por “La situación de empobrecimiento a la que ha sido sometido nuestro pueblo venezolano” y no puede ser de otra manera porque “La Iglesia es pueblo”. Y “Después de unas elecciones presidenciales que han generado más dudas que certezas, el pueblo se hace algunas preguntas: y ahora ¿qué vamos a hacer?” para desembocar en una reflexión que suena a convocatoria: “Como ciudadano, me pongo a pensar en las oportunidades de desarrollo que se han perdido en el país; por un lado, ante la implantación de un modelo político totalitario y hegemónico por el que lucha una minoría, que ha generado pobreza en el pueblo; y por otro lado, un liderazgo opositor fragmentado, con proyectos individuales que apuntan a la toma del poder sin un proyecto país. Ante eso, el pueblo va hablando, se va sintiendo, va alzando cada día su voz.” Al final, la CEV nos llamará a “trabajar con más fuerza” por el bienestar del pueblo.
Desde la Asamblea de una Iglesia que sabe dónde está parada, su Exhortación reconoce que “la mayor parte de la población no cuenta con los medios para hacer frente a la monstruosa hiperinflación” y repasa los datos básicos que caracterizan el empobrecimiento de la vida. “El principal responsable… es el gobierno nacional” que al presentarse “como víctima” lo que hace es confesar su “propia incapacidad”. Censura clara “la prepotencia, autoritarismo y abuso de poder” contra las personas y la función de la institucionalidad democrática al servicio de todos y reitera la ilegitimidad del 20 de mayo.
En Venezuela urge recordar que “… la política es el oficio de quien movido por la nobleza y los principios éticos, sabe ponerse al servicio de los ciudadanos y no de mezquinos intereses”.