Por Leopoldo Puchi
El Gobierno debe decidir si adopta un programa integral anticrisis como la realizada por Jesús Faría, que corresponde al tipo de economía que tenemos.
Es continuo el deterioro de la oposición partidista, circunstancia que se ha hecho más visible aun con la implosión de la Mesa de la Unidad Democrática como consecuencia de rivalidades por el liderazgo y por las divergencias sobre las estrategias, lo que ha venido enfrentado a las corrientes proclives a incorporarse a los procesos electorales en las condiciones actuales a aquellas que son partidarias de seguir otros caminos que privilegian factores externos o formas insurreccionales de hacer política.
Esta implosión hace difícil pensar que en la oposición puedan producirse cambios políticos de importancia que le permitan incidir de manera decisiva sobre la difícil situación económica por la que atraviesa el país, bien sea como interlocutor que presiona a los centros de decisión del Estado o bien como alternativa viable para asumir en los próximos meses, o tal vez varios años, las riendas del poder, a pesar del gran malestar social y del fuerte debilitamiento del respaldo popular a la gestión económica del Gobierno, lo que se expresa en una sucesión permanente de protestas y conflictos sociales.
En este cuadro, las posibilidades de modificación del panorama económico dependen esencialmente del propio sector gubernamental, de las posiciones de sus distintos actores y de las discusiones y reflexiones que allí tienen lugar. De modo que habría que estar atento a las deliberaciones del congreso del Psuv, que ineludiblemente tendrá que abordar como centro de sus discusiones el trazado de las políticas para superar la grave situación económica y social que se vive.
La magnitud de los problemas económicos es mayor de la que se pueda percibir a simple vista, puesto que nos encontramos no solo frente a un bloqueo financiero y a muy pronunciadas distorsiones macroeconómicas, que se expresan en hiperinflación y la drástica diminución del Producto Interno Bruto, sino que además estamos ante una dramática caída de las capacidades productivas del país, con un aparato industrial instalado que sufre de falta de mantenimiento y de la pérdida de recursos humanos. Esta realidad puede observarse de forma aguda en el sector petrolero que ha visto descender su producción a lo largo del año y en un sistema eléctrico que presenta daños estructurales en la generación y distribución.
Frente a la gravedad de la situación, al Gobierno le corresponde decidir si adopta un programa integral anticrisis en alguna de las variantes propuestas, como la realizada por Jesús Faría, que corresponden al tipo de economía que tenemos, basada en la lógica del mercado y en la racionalidad de la propiedad privada, predominante en el país, o si escoge el camino de la estatización generalizada de los medios de producción y el cálculo económico realizado bajo los criterios propios de las economías del llamado socialismo real. Todo indica que no existen las condiciones para ello, por lo que sería ineludible dar pasos hacia la otra opción: la estabilización macroeconómica. Entre una y otra alternativa no hay espacio sino para un doloroso purgatorio.