Por Mitzy Capriles de Ledezma
***Venezuela es el único país de la OPEP que está en bancarrota, después de recibir miles de millones de dólares de renta petrolera.
Hay 50 mil personas enfermas de cáncer sin posibilidades de atención médica. Han reaparecido la malaria, el paludismo y la difteria. Los servicios de agua potable, luz eléctrica, gas doméstico y transporte público han colapsado. La inflación rebasará el millón por ciento para finales de año, y eso traerá más hambruna para un pueblo desesperado que reclama una intervención humanitaria lo más urgente posible. Mientras tanto, Maduro hace piruetas monetarias restándole cinco ceros al bolívar, e insiste en anclar la paridad del dólar a una moneda virtual ilegal, al mismo tiempo que incrementa el rezagado precio de la gasolina y pretende obligar a los venezolanos tramitar el indigno Carnet de la Patria para poder surtir de combustible los automóviles.
Venezuela es víctima de la más alta inflación a nivel mundial, alcanzando niveles de hiperinflación, y el gobierno, para pretender ocultar su fracaso, señala que se trata de un fenómeno inducido por el imperio y sectores empresariales, cuando es de todos conocido que ese nefasto fenómeno es producto de las erradas políticas económicas puestas en práctica por el gobierno, su improvisación, incapacidad, despilfarro, falta de gerencia, manteniendo un control de cambios convertido en caldo de cultivo de la corrupción.
La población está pasando hambre. Esta es una realidad inocultable. El pueblo es víctima de una severa crisis de alimentos, y lo poco que se consigue está muy lejos del alcance de los bolsillos de los trabajadores. Esto tiene sus consecuencias especialmente en los niños, que hoy presentan serios cuadros de desnutrición. Muchos fallecen por esta causa. Los enfermos se mueren en los hospitales por falta de medicinas, y la inseguridad cobra más víctimas cada día. Insiste tercamente el gobierno en que todo esto es producto de una “guerra económica”, un peregrino y absurdo argumento con el cual el oficialismo también pretende ocultar el desastre de su gestión.
Venezuela es el único país miembro de la OPEP que se encuentra en la bancarrota, después de haber recibido por concepto de la renta petrolera miles de millones de dólares. No se tomaron las medidas necesarias con la bonanza en los altos precios del crudo, y en consecuencia, nuestras reservas internacionales son casi nulas. Se pretende negar lo que todo el mundo sabe: estamos atravesando una grave crisis humanitaria, y el gobierno se niega a aceptar ayuda de otros países.
Acabaron con el aparato productivo; se expropiaron caprichosamente millones de hectáreas de tierra cultivable. Fincas ganaderas y productoras lácteas, así como centenares de empresas, hoy se encuentran abandonadas y otras produciendo a mínima capacidad. Se crea un inverosímil Ministerio de Agricultura Urbana, el cual pretende que los habitantes de las ciudades siembren y cosechen en sus reducidos apartamentos los productos de su consumo: tomate, cebolla, pimentón, gallinas. Nos han convertido en el hazmerreír a nivel mundial. De manera terca y empecinada, el gobierno se negó a la aplicación de nuevos modelos de política económica y persiste en sus esquemas errados, que generan mayor pobreza y atraso.