Por Leopoldo Puchi
***De acuerdo con el sociólogo Leopoldo Puchi el atentado ocurrido el domingo pasado al Presidente y a las autoridades militares es un atentado terrorista.
Con el atentado del pasado sábado se ha incorporado en la lucha por el poder en Venezuela el método de acción que encaja en lo que se conoce como terrorismo. Otros eventos que han tenido lugar en el país con anterioridad pueden catalogarse de forma genérica como violencia política, pero el estallido de explosivos en drones dirigidos hacia una tarima en la que se encontraban el Presidente y las autoridades militares, durante un acto público y masivo transmitido por televisión, reúne todos los elementos que caracterizan una acción terrorista.
El acontecimiento ha dado lugar a diferentes reacciones, entre las que destaca, de forma notoria, la ausencia de una clara condena del atentado por parte de los factores opuestos al gobierno venezolano, tanto internos como externos, lo que pudiera sugerir que se le brinda de alguna manera validación al uso de esta forma de actuación armada al realizarse en el contexto venezolano.
No es usual, por ejemplo, que la Unión Europea, que le ha conferido prioridad a la lucha contra el terrorismo, no haya condenado sin medias tintas la utilización de este método en el caso venezolano. Tal vez se estima que debe hacerse una excepción al tratarse de Venezuela, aunque no se conocen explicaciones para esta conducta. O quizás se trata de una inhibición por un desliz circunstancial.
Un asunto delicado, en la medida en que ya para 1999 la Asamblea de Naciones Unidas proclamaba que “los actos criminales encaminados o calculados para provocar un estado de terror en el público general, un grupo de personas o personas particulares para propósitos políticos son injustificables en cualquier circunstancia, cualesquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de cualquier otra naturaleza que puedan ser invocadas para justificarlos”.
En todo caso, para quienes dentro y fuera del país se han planteado una “transición” en Venezuela en el transcurso de este año, la utilización de esta táctica de violencia representaría un vector complementario de una presión más amplia destinada a la fractura de la cohesión de la Fanb y de la “coalición dominante”, lo que contemplaría como ejes estratégicos decisivos una implosión social y una exacerbación del conflicto desde la vecina Colombia.
Frente a esta posible evolución de los acontecimientos, le corresponde al Gobierno abrirse al diálogo con todos los sectores que sean partidarios de la lucha política pacífica y que no se inscriben en la visión estratégica de una “transición” forzada por diversas modalidades de violencia. Y, sobre todo, debe mantener con firmeza el nuevo rumbo económico adoptado y avanzar más en la flexibilización, única manera de desmontar el sustrato que sirve de caldo de cultivo a la violencia. En cuanto a la oposición democrática, le corresponde condenar el terrorismo y reforzar la debilitada institucionalidad del país, comenzando por la institución del voto, en la perspectiva de acuerdos de cohabitación y convivencia.