Por Jaime Granda

***Llegó la hora de recordar que los gobiernos pasan, la familia y los vecinos quedan y para reparar lo dañado se necesita la unidad de todos.

La crisis humanitaria que sufren los venezolanos y sus repercusiones hacia otros países debería ser motivo de una reflexión profunda sobre las causas por las que hemos llegado a esta situación.

Seis décadas de manipulaciones de orden social, político y religioso por parte de quienes convirtieron a Cuba en el centro de un proyecto mundial para controlar el continente americano, sede de países que han  dado grandes ejemplos a la humanidad, parecen estar llegando a su fin.

Ese proyecto ha sufrido derrotas en Argentina, Brasil, Ecuador y recientemente en Colombia. Ese proyecto la está pasando mal en Nicaragua y en Venezuela.

Lo de Venezuela es un caso especial por las enormes riquezas de su subsuelo y la lucha de las potencias mundiales para sacar el mejor provecho a esta Tierra de Gracia.

Cada venezolano debe analizar que ese dañino proyecto comenzó por inculcar bajas pasiones como la envidia al que estudiando, trabajando y administrando energías y recursos avanzó hacia mejores condiciones de vida.

Jamás debemos olvidar que cada ser humano es diferente. Unos están mejor dotados para ciertas actividades. Por eso los países donde hay libertad de que cada quien desarrolle sus mejores habilidades son países avanzados. Los países donde los gobernantes imponen la idea de que todos somos iguales y debemos obtener lo mismo aunque unos trabajen más o mejor que el resto, terminan con un colectivo arruinado y un pequeño grupo acumulando riquezas sin méritos para ello. En esos países lo que termina dominando es la corrupción. Venezuela es ahora un gran ejemplo de ello.

Los que se apoderaron de las riquezas de ese país manipulan a las mayorías con el mismo cuento de que los capitalistas, los liberales, los emprendedores, son los ladrones y ellos llegaron para salvarlas de esos grupos que antes fueron los proveedores de alimentos, medicinas, implementos para cualquier faena, cualquier deporte o actividad técnica para mejorar los niveles de vida.

Eso lo hemos vivido desde 1999 en Venezuela. Cualquier ser racional tiene suficientes pruebas para entender de qué lado están los responsables de la hambruna, del deterioro de todos los servicios públicos, incluyendo los de salud, del deterioro de sueldos y salarios y su repercusión en la educación y convivencia familiar.

Cualquiera puede darse cuenta que tenemos que superar nuestras diferencias familiares y con nuestros vecinos porque al final todos somos víctimas del daño general a la calidad de vida que teníamos antes de 1999.

La falta de agua, los apagones, las malas comunicaciones telefónicas, las fallas del transporte público y demás calamidades las sufren por igual los que apoyan o apoyaron ese proyecto político y los que sabían o sospechaban que todo terminaría en fracaso.

Llegó la hora de recordar que los gobiernos pasan y las familias y los vecinos quedan y para reparar lo dañado se necesita la unidad de todos. Hay que empinarse sobre los odios inculcados entre las familias y los vecindarios. Hay que recuperar aquello de que “más vale vecino cercano que hermano lejos”. Todos unidos para beneficio de todos es la vacuna frente a los manipuladores que se han aprovechado de esos pequeños olvidos de la gente.

@jajogra