Por Rafael Bayed
***Cuando los hechos punibles son ejecutados por los miembros del régimen y son descubiertos, inmediatamente los ocultan para impedir que se conozca la verdad.
Casi a quince días del supuesto atentado el 4 de agosto en la Avenida Bolívar, las informaciones oficiales son confusas y contradictorias, de boca del regente de Cuba. Las versiones van cambiando a medida de quien escribe la conjuración. Nada nuevo. Todos los acontecimientos con saldos de muertos por parte del régimen son borrascosos. Todos los supuestos atentados contra Chávez; el asesinato del fiscal anticorrupción Danilo Anderson, el diputado Robert Serra, y el teniente Eliecer Oteyza, y todos los que sin trascendencia mediática, al régimen les ha dolido su desaparición. En el argot policial se les conoce como cangrejos. Lo que no reconoce el régimen ni acepta es que en todas ha habido una oscura componenda, difícil de aceptar por parte de la opinión pública.
Las investigaciones de Isaías Rodríguez en el caso de Danilo Anderson son dignas de una obra de Alfred Hitchcock. No menos tétricas e inverosímiles las explicaciones de las otras.
En un país donde los cuerpos de seguridad y los órganos garantes de los derechos de sus ciudadanos, por no tener en sus mandos personas idóneas, con valores y respeto al derecho consagrado en las leyes, por haber llegado por lealtad al que paga y no por excelencia académica, no hay certeza de ninguna actuación, mas cuando todos responden a la doctrina del partido que impone su hegemonía.
A medida que pasa el tiempo, los hechos van modificándose de acuerdo a los intereses del grupo que tiene interés en sobreponerse en la tenencia del poder.
Cuando el atormentado de Chávez logró establecer áreas o sectores de influencia y mando de los grupos adeptos a él y que luego heredó Maduro, dichos grupos (al igual que muchos animales) demarcaron sus áreas, que en la medida que va avanzando el tiempo y las ansias de poder, esos intereses chocan constantemente, y por ello vemos el pase de factura entre ellos.
Cuando los hechos punibles son ejecutados por los miembros del régimen y son descubiertos, inmediatamente se les muda o extraña para impedir el esclarecimiento de los fechorías.
La situación de inseguridad del venezolano cada día es mayor. Los cuerpos de seguridad están penetrados por delincuentes o mercenarios extranjeros; los órganos de investigación científica son desviados de sus objetivos al servicio de oscuros intereses de quienes detentan el poder.
Quienes fungen de responsables de hacer respetar los derechos humanos, y están al servicio de la violación flagrante de esos derechos por quienes detentan el poder no son más que unos vulgares carceleros cómplices de los torturados.
El país está a la deriva. El regente en forma caprichosa impone medidas para seguir subordinando al pueblo, comprando sus voluntades y desmontando sus valores.
Un hombre que llega a la jefatura del poder bajo engaño y fraude, violentando la Constitución, tiene que vivir alimentando la idea de que existen conspiraciones para derrocarlo, atentados para sacarlo, enemigos cercanos y ajenos. La sombra de la verdad lo va persiguiendo y no lo deja vivir, ni deja vivir.
Nerón, Calígula, Atila, Stalin, Hitler… vivían atormentados. No conciliaban el sueño pensando que había una conspiración en contra de ellos, y con ello arrastraron a sus pueblos a desgracias indescriptibles.