Por Elizabeth Burgos
La publicación de un reciente volumen elaborado por autores de alto nivel académico, desvela los mitos sobre los cuales se ha sustentado el prestigio de la revolución cubana: una sociedad ideal, en la que el pueblo goza de todos los derechos a los que aspira toda sociedad moderna : educación y salud gratuitas, igualdad de derechos entre hombres y mujeres, independencia nacional, etc…
Derechos humanos: realidades y desafíos en Cuba, (Editorial El barco ebrio, Madrid) es un trabajo colectivo, coordinado por la socióloga Marlene Azor Hernández. Los autores residentes en la isla o los que son parte de la diáspora, abordan los temas imprescindibles para la comprensión de la situación cubana actual, que giran en torno a la situación social y sus derivados directos : los problemas políticos y los derechos humanos.
El gran revelador de la ficción que en el fondo ha significado ese hecho histórico sucedido en Cuba en 1959 conocido como la revolución cubana, fue la desaparición del campo socialista (1989-1991). El castrismo significó para la URSS la oportunidad de costearse un punto de provocación frente a las puertas mismas del enemigo. Al cancelarle a Fidel Castro los medios de subsistencia, éste proclama el Periodo Especial que significó una serie de medidas de ajuste económico destinadas a defender las “conquistas básicas de la Revolución”: el acceso a la educación y a la salud, la promoción del deporte, etc. En realidad, impone a la población cubana un régimen de hambre y de penurias generalizadas. Período que marca un antes y un después del régimen que había sido dado como modelo en cuanto a la posibilidad de lograr la felicidad del pueblo. El socialismo caribeño aparecía a los ojos del mundo como el ejemplo ideal. A partir del Período Especial, Cuba retrocede al tan criticado pasado, abolido por la revolución: pobreza, prostitución, tráfico de drogas, se acentúan las diferencias raciales, pues la población negra y mestiza no recibe remesas del “imperio”, se genera un movimiento de migraciones internas, que a su vez es causa de discriminación.
El primer capítulo, escrito por la coordinadora del volumen, Marlene Azor, aborda desde una perspectiva global la evaluación de la situación de los derechos económicos, sociales y culturales en Cuba. Demuestra las limitaciones del marco legal y las políticas públicas para garantizar esos derechos a la población.
Un capítulo de singular interés, desde la disciplina de la biología ambientalista, demuestra, que pese a la Ley de Medio Ambiente, no se le ha otorgado a la población un marco que le permita reaccionar ante los problemas ecológicos generados por las decisiones del gobierno y exigir justicia ambiental.
Lea también: Dominación absoluta de Venezuela es el plan castrista que ejecuta Maduro
En el capítulo sobre las normas que rigen la información y la comunicación en el marco del partido-estado cubano, persisten las características de los regímenes socialistas del corte soviético que regían en Europa del Este en el marco de la vida pública: partido único, ideología de Estado, control político y policial. Si bien es cierto que en la reciente reforma constitucional se eliminó el capítulo que determinaba que “la sociedad cubana se orientaba hacia el comunismo”, el poder de monopolio del Partido Comunista como partido único subsiste, y al igual, el rechazo al derecho a tendencias políticas porque los “países del Tercer Mundo no pueden permitirse divisiones que ayuden al imperialismo”. Ha desaparecido por causa de fallecimiento, el acatamiento sin fisuras al liderazgo carismático, y ha sido sustituido por un sistema de liderazgo colegiado, institucionalizado y con nuevos patrones de docilidad política que no rompen en lo absoluto con la ideología oficial, manteniéndose la represión selectiva contra los activistas, que abogan, sobre todo, por el respeto de los derechos humanos.
En la cúspide del régimen sigue imperando la casta burocrática-militar. Hay un detalle que ha pasado desapercibido por algunos comentaristas que en Venezuela se han alegrado por la abrogación del término “comunismo” de la Constitución cubana, – aunque declara “irrevocable” el socialismo que tiene tantas consecuencias -, aparece la nominación de Alejandro Castro Espín, único hijo varón de Raúl Castro, a la dirección del Consejo de Defensa Nacional (CDN), órgano supremo del Estado, encargado de dirigir el país en “situaciones de excepción”. El CDN es la reunión de todos los organismos de inteligencia y contrainteligencia de Cuba. Modelo similar al del FSB, sucesor del KGB soviético, en la actual Federación Rusa. El carácter monárquico del régimen se mantiene a través de ese subterfugio.
También se aborda la nueva modalidad surgida a raíz de las reformas emprendidas por la era del “raulismo” obligado a emprender algunas reformas, – más bien cambios temporales –, para aliviar la situación crítica producto del Período Especial. La modalidad de los trabajadores por cuenta propia: el “cuentapropismo”. Se trata de un sector de actores económicos que establecen un vínculo social diferente con el Estado, al no depender directamente de él. La versión que se ha propagado es la de un exitoso empresario que ha mejorado su situación y ha accedido a un estrato superior. Pero la realidad no es tan brillante. Existe el grupo de los perdedores dentro de ese complejo proceso de transformación que está viviendo la sociedad cubana, entre otras modificaciones, la creciente desigualdad social entre ganadores y perdedores. No todos los cubanos pueden acceder a los beneficios de la apertura económica, ni todos se benefician de las oportunidades que ésta brinda.
Un capítulo de particular densidad, aborda el Período Especial y sus consecuencias en materia legal, social y laboral, la “Batalla de Ideas” y la “actualización del Modelo”, y el período que inaugura Barack Obama con el restablecimiento de las relaciones diplomática entre Cuba y Estados Unidos y sus repercusiones en el mercado laboral cubano. Se trata de un capítulo que sienta las bases de lo que serán los futuros estudios acerca del perfil que irá tomando la sociedad cubana en el proceso que se ha generado debido al relevo de la casta de los históricos que han monopolizado el poder y el acceso de una nueva casta de tecnócratas y de militares empresarios.
Un último capítulo aborda el envejecimiento poblacional de Cuba. Verdadero reto, pues en términos económicos significa que el Estado debe asumir una población envejecida con los problemas económicos y de salud que ellos suponen. Ya de por sí, la infraestructura hospitalaria y de los centros para ancianos son totalmente deficitarios: situación que tiende a agravarse toda vez que Cuba utiliza su personal médico como medio para proveerse de divisas enviándolos a ejercer en el extranjero. La situación en un futuro cercano se traducirá inevitablemente en una fuente de tensión debido a que se trata de una ciudadanía acostumbrada a depender de la provisión del Estado, hoy se ve reducida a un punto en que las autoridades le piden a las familias que asuman la responsabilidad de tomar a su cargo a los familiares ancianos.
El rigor académico de esta obra es de un gran interés, porque pone al desnudo la verdadera situación social, económica y legal de Cuba, país en donde no se publican índices de pobreza, en donde los derechos sociales dejaron de serlo al no contar con los subsidios soviéticos. La cifra oficial de desempleo es de 3%, pero en realidad es de 28%. Lo salarios apenas alcanzan para alimentarse. Ausencia de libertad sindical. El déficit de vivienda es dramático: faltaría 1,2 millones para satisfacer la demanda de la isla. Sólo 5,7% de la población tiene agua corriente durante las 24 horas del día.
Estos trabajos demuestran de manera fehaciente que bajo una dictadura no puede haber igualdad social, por lo que los tan alabados éxitos sociales de la revolución no son tales, dejando al descubierto el verdadero rostro del castrismo: un artefacto publicitario.