Por Eduardo Martínez – Corresponsal en Italia
El sorprendente e inusual intercambio de declaraciones e insultos sobre la crisis de los inmigrantes en el Mediterráneo entre Emmanuel Macron, presidente de Francia, y Matteo Salvini, vicepresidente del Consejo de Ministros de Italia, oculta en la trastienda una lucha sobre la influencia en Libia.
En esa trastienda se encuentran –principalmente- los millonarios contratos de asesoría, que tiene el Ente Nacional de Hidrocarburos de Italia (ENI), con la empresa petrolera libia. Así como también los contratos de construcción de la infraestructura de transporte, puertos, carreteras, etc.
Esta relación comercial italiana en Libia, que se remonta con sus altos y bajos a la época del régimen Gadafi, se ha visto fortalecida por la guerra civil desatada desde hace 7 años. Por otra parte, la cercanía territorial entre Libia e Italia, ha favorecido la inmigración ilegal desde puertos libios hacia el mar territorial italiano. Lo que ha causado la llamada “crisis de los inmigrantes”. Factor de perturbación y discordia entre los países de la Unión Europea.
A pesar de que el vicepremier italiano, Salvini, y su ministro del interior, declararon este lunes 3 de septiembre que Italia no se involucraría en una intervención en Libia, los hechos desmienten estas declaraciones.
Italia es el único país de la Unión Europea con unidades militares estacionadas en suelo libio. Según el periodista Fausto Biloslavo, del diario Il Giornale, en el territorio estarían operando bajo el mando de un general de brigada, una fuerza “oficial” de 400 soldados italianos, 6 naves de guerra y 5 aviones, con apoyo de 130 unidades de transporte terrestre. En la ciudad de Misurata, al este de Trípoli, Italia opera “un hospital militar de la task force “Ippocrate”, con una fuerza de protección de cerca de 150 hombres, además del personal médico y logístico. Sobre el terreno, ha sido potenciada desde el tiempo del gobierno Renzi (anterior presidente del Consejo) la red del Aise, el servicio secreto italiano para el exterior y el soporte paramilitar, que tiene los contactos con la fuerza de campo, incluyendo las milicias”, reportó Biloslavo.
El pasado 25 de agosto, la sede de la embajada italiana en Trípoli fue atacada con fuego de morteros, a título de “advertencia”, por parte de las milicias del general Haftar. Este general proveniente de la ciudad de Tobruk, declaró persona non grata al embajador italiano, por declarar en contra de las elecciones propuestas para diciembre de este año.
La embajada está protegida por una unidad de carabineros paracaidistas italianos del “Regimiento Tuscania” y una nave en el puerto, con infantes de marina del buque italiano “San Marco”.
La estrategia de Macron
Después de la caída del gobierno de Muamar el Gadafi, en 2011 –luego de 42 años de gobierno- Libia ha estado controlada por milicias que responden a sus orígenes tribales. Se distinguen en la geografía libia tres regiones claramente diferenciadas. Repartición que no es nada nueva y que obedece a rivalidades ancestrales.
En Italia siempre se ha señalado, que la desestabilización del Estado libio se debe a la injerencia francesa con el objetivo de contrarrestar la influencia que siempre Italia ha tenido en el país. Estas acciones de Francia, según la prensa italiana, habrían significado el fin de Gadafi, y ahora, el asedio a Trípoli, la capital del país, por parte de las milicias de la ciudad de Tarjuna que enfrentan al actual premier libio, Fayez Al Serraj.
La jugada francesa ha consistido en promover elecciones, que el gobierno italiano ha calificado de “farsa”, por cuanto el equilibrio es escaso y la confrontación entre las milicias es muy alta.
En esta estrategia de Francia, Macron cuenta como operador de su jugada con el general Khalifa Haftar, de la mencionada ciudad de Tobruk, y el apoyo de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos. Haftar es considerado fascista por la mitad de las milicias libias, en tanto la otra mitad lo considera un héroe. La principal objeción que sus adversarios señalan es el apoyo que recibe de los ex gadafistas.
En todo este pastel de intereses, la Organización de la Naciones Unidos apoya al premier Al Serraj, quien encabeza un gobierno de “unidad nacional”. En tanto los Estados Unidos apoyan los esfuerzos de Italia en el país, al que consideran el interlocutor válido de Occidente.
En lo interno, Al Serraj cuenta con el apoyo de las milicias de la ciudad de Misurata, que guiadas por el general Mohammed Al Zein entraron hace una semana en Trípoli e impusieron un cese al fuego. Estas fuerzas “antiterroristas”, vienen precedidas por el éxito en la erradicación de las operaciones del Estado Islámico (Isis) en Sirte.
De acuerdo a despachos de prensa publicados en Italia por el diario Il Giornale, entre el pasado domingo y el lunes, un convoy enviados desde Misurata con más de 300 vehículos armados, blindados y pick-up entraron a Trípoli para reforzar la seguridad del Gobierno de Unidad. Ante la presencia en la capital libia de la fuerza proveniente de Misurata, los milicianos que asediaban Trípoli optaron por evitar el enfrentamiento y se retiraron por el momento. Este retiro ha sido considerado, por parte del diario online “Libya Herald” –que se publica en inglés- como una consolidación de las posiciones de Al Serraj en Trípoli.
Según la nota del diario italiano Il Giornale, publicada este marte 4 de septiembre, “la llegada de las fuerzas del general Al Zein por ahora detuvo el plan orquestado por Francia y los Emiratos y se ha activado por medio de Areff Ali Nayed, fidelísimo del general y ex embajador libio en los Emiratos”, advierten de Trípoli. En él, las fuerzas contrarias Al Serraj “ven el candidato ideal para vencer en la elecciones-farsa del 10 de diciembre”.
Influencia de Italia
La presencia italiana en Libia, y la rivalidad con Francia por la región, se remontan a los primeros años del Siglo XX, cuando se verificó en 1912 la guerra de Italia contra el Imperio Otomano.
Al invadir las fuerzas del Reino de Italia y desalojar a los turcos, Italia proclamó la Libia Italiana. En los años siguientes, los italianos fueron conquistando los territorios vecinos, hasta consolidar lo que se conoce hoy día como Libia.
El interés del Reino de Italia por el territorio libio había comenzado a finales del Siglo XIX, cuando las potencia europeas se repartieron las colonias en África en 1884 en la Conferencia de Berlín. A Italia no le concedieron territorios a pesar de que Libia quedaba a pocos kilómetros, aldilá del Mediterráneo.
Dejada de lado, Italia aprovechó la debilidad del Imperio Otomano para hacerse con una colonia africana en 1912, en lo que consideró su área de influencia, y el punto más cercano para que su territorio pudiera ser invadido. Por diez años, se suscitaron enfrentamientos con las tribus locales, hasta que con la ascensión al poder de Benito Mussolini en 1922, el régimen fascista impuso en la región la campaña de pacificación. En 1934, Il Duce envió como gobernador a Italo Balbo, uno de sus mejores hombres en el partido fascista y Mariscal del Aire. Balbo fue el creador de la Libia con las fronteras actuales, al unificar todas las regiones en una sola colonia.
En 1935, ante el poderío que desplegaba Mussolini, Francia cedió a Italia una franja al sur de Libia, en compensación por la participación italiana en la Primera Guerra Mundial. Lo que nunca satisfizo a los franceses.
Durante el período fascista, se incentivó la emigración desde el sur de Italia hacia la nueva colonia. Para 1940, había más 130 mil colonos italianos en Libia. Lo que llegó a representar un pico del 13% de la población de Libia.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Italia perdió la Libia Italiana en el tratado de paz de 1947. Sin embargo la influencia italiana en el país se mantuvo, aunque la población fue disminuyendo hasta un mínimo en 1970, cuando Muamar El Gadafi expulsó a los italianos.
A mediados de la década de los 70, el cerco internacional al régimen libio por su abierto apoyo al terrorismo palestino, sumado a la crisis económica que afectaba a Italia, revirtió el alejamiento entre ambos países. Gadafi invirtió fuertes sumas de petrodólares para evitar el colapso de emblemáticas empresas italianas, a la vez que permitió el regreso de industrias estatales italianas para reforzar la producción petrolera y la construcción de grandes obras de infraestructura. Para el 2004, los italianos habían comenzado a regresar a Libia. Según las estadísticas migratorias, de 1.500 italianos que se contabilizaban en Libia en 1982, para el 2004 ya se habían asentado en Libia más de 22 mil inmigrantes.
En este contexto, Italia siempre estuvo más cercanía con Libia que los franceses. Lo que el gobierno de París trató de revertir con su acción de apoyo a la primavera árabe en territorio Libio para derrocar a Gadafi. Y que ahora se manifiesta en su controversia con Italia por la migración ilegal, y la desestabilización del gobierno de Unidad Nacional Libio, apoyado por la ONU, EEUU e Italia.