Por Alfredo Michelena
***Lo de Zapatero y otros de echarle la culpa de la migración a los EE.UU., e incluso a la oposición, tiene como objetivo favorecer la estabilización del régimen como una salida al impacto migratorio regional.
A los cien años de la instalación del comunismo, con la Rusia soviética, sus consecuencias se repiten en cada sitio en que se ha implantado. Han sido millones de muertos por hambre, represión, violación de los derechos humanos (DD.HH), cúpulas dominantes enriquecidas y por supuesto enormes emigraciones. Decenas de millones han muerto bajo esos regímenes. Baste recordar las colectivizaciones forzadas de Stalin o el “gran salto adelante” de Mao que eliminó unos 45 millones de chinos en el intento.
Sin embargo, esta ideología sigue atrayendo a millones de personas que miran en el socialismo -léase comunismo- la solución a la pobreza y a las desigualdades en el mundo. En el fondo, frente a la “mano invisible del mercado” (Adam Smith) postulan la mano dura e interventora del Estado como solución a esos problemas. Al final, como sabemos y sufrimos, esa mano dura se impone sobre la sociedad y la domeña por hambre, terror e ideología.
Nadie huye del capitalismo hacia el comunismo. La gente saltaba el muro de Berlín hacia la libertad así como lo han hecho los balseros cubanos o los europeos luego de la II Guerra Mundial o los vietnamitas, todos huyendo del comunismo. También están los que actualmente huyen del hambre y las penurias de países con Estados fallidos en Asia, África y el Medio Oriente. Gobiernos que en su mayoría están inspirados en la ideología socialista con ribetes nacionalistas y anticolonialistas.
Nadie debería tener dudas sobre las razones de la estampida migratoria en Venezuela. Pero comienza a articularse otra versión que no culpa al régimen de Maduro, aunque haya traído represión, hambre y carencias de todo tipo, consolidando un Estado fallido además de haber ha bloqueado la salida democrática. No, dicen que la culpa es de los EE.UU., otros gobiernos y parte de la oposición.
Esta nueva versión la presenta el expresidente de España Rodríguez Zapatero, para quien la emigración venezolana “tiene mucho que ver las sanciones económicas impuestas por los EE.UU. y que han sido respaldadas por algunos gobiernos” -léase el Grupo de Lima y Europa.
Lo de Zapatero no tiene fundamento. Primero, las sanciones iniciales emitidas con base a una orden presidencial y dirigidas a personas fueron con Obama en 2015. Para ese año el Banco Mundial estimaba que unos 650.000 venezolanos habían migrado. La crisis económica comienza antes en 2013 y es anterior a la caída del precio del petróleo, que sucedió cuando en 2015 se redujo en promedio a la mitad. El desabastecimiento ya había sido reportado por el BCV, por ejemplo en abril de 2013 fue de 21 %. 2012 fue el último año que creció la economía y desde 2014 Venezuela entró en recesión. Si hay decenas de funcionarios sancionados por corrupción, narcotráfico y violación de derechos humanos, pero no fue sino hasta agosto del año pasado que Trump impone sanciones financieras a Venezuela. En todo caso, como dice Moisés Naím “otros países, Irán, Rusia, etc., tienen sanciones más severas que las de Venezuela y allí la gente ni está pasando hambre ni está huyendo masivamente de su propio país”.
Tristemente, algunos van más allá y achacan la migración a la oposición venezolana al argumentar entre sus razones “el falso diálogo que algunos avalaron”.
Que Zapatero, que es un operador del castrochavismo, quiera mostrar que son los EE.UU. los culpables no es novedoso. Lo grave es que eventualmente este discurso lleva a argumentar que ya que no es posible una salida democrática, pues la oposición se niega a ceder; lo mejor es acostumbrarse a vivir con otra Cuba en Suramérica y posiblemente otras en Centroamérica (Nicaragua). Y por qué no, luchar para que EE.UU. se retracte de las sanciones.
En esto Zapatero no anda solo. Hay grupos en los EE.UU. y en otros países. Lo del norte ya lo sabemos, pues fue la política de Obama. Entre nuestros vecinos hay quienes no quieren ir más allá de crear un “cordón sanitario”. Quizás entienden lo difícil a corto plazo de un cambio endógeno en Venezuela y al descartar acciones más duras, que van desde las sanciones individuales hasta la opción militar pasando por las financieras, no es descartable que crean que la mejor alternativa es buscar que el régimen se estabilice y controle la migración, que tanto los afecta. Deploro que no puedan entender que Venezuela no es una isla ni se armará una cortina de hierro o se construirá un muro a lo Trump, por lo que como en los otros casos en que se impusieron regímenes de inspiración comunista la salida migratoria y la perturbación no se acabará hasta que no se acabe con el régimen.