Por.- Alfredo Michelena
Una invasión externa para salir del régimen de Maduro, opción que planteó el presidente Donald Trump hace un año, ha hecho eco en Venezuela y el mundo. Tanto que el propio Secretario de la Organización de Estados Americanos, OEA, la planteó en su visita a la frontera colombo venezolana. Las reacciones no se hicieron esperar.
La lucha en lo internacional
Fue un trabajo muy arduo convencer a la comunidad internacional de tomar una posición activa para la resolución de la crisis venezolana. Al comienzo, los fastuosos ingresos petroleros no dejaban ver el carácter no democrático y anticapitalista del régimen. Además muchos gobiernos hacían buenos negocios con Venezuela. Los partidos políticos organizados a partir de 2008 en la Mesa de Unión Democrática, (MUD), se movían tímidamente por el mundo explicando lo que en realidad sucedía en Venezuela y buscando apoyo.
Fue a partir de que la oposición tomó un cierto poder al conquistar una porción importante en la Asamblea Nacional en 2011, que ya organizada en la MUD comenzó a ser escuchada más seriamente en el mundo. Con estas elecciones también algunos diputados opositores acceden a los parlamentos regionales como el Parlatino. En todo caso ya la presencia de la oposición criolla no era de partidos, sino de diputados electos, lo que cambiaba el tenor de la representación.
Un gran cambio regional
Tres cambios se articulan para favorecer a la oposición en 2015-2016: La MUD gana la Asamblea Nacional, mostrando al mundo que es mayoría; Luis Almagro se convierte en el Secretario General (SG) de la OEA; y los partidos prochavistas salen del gobierno en Argentina y Brasil.
Una de las primeras salidas de los nuevos asambleístas fue para reunirse con Almagro y acordar la realización de un informe formal sobre la situación de Venezuela. En 2014 habían tenido lugar en Venezuela grandes manifestaciones de rechazo al régimen, que fueron reprimidas con mucha violencia, alcanzando media centena de muertos, cerca de mil heridos, y más de tres mil detenidos. La comunidad internacional comenzaba a condenar al régimen por violaciones de los derechos humanos (DD.HH), al menos en las Naciones Unidas, pues en la Comisión y la Corte de los DD.HH. de la OEA, esto ya anteriormente había sido reconocido, tanto que el régimen decidió denunciar el Pacto de San José de DD.HH. y salirse de la jurisdicción de la Corte (2013).
Almagro toma la batuta y junto a los diputados venezolanos de la oposición promueve, con sus informes, la discusión del tema en el seno de la organización y promueve la aplicación de la Carta Democrática Interamericana (CDI), así como la salida “pacífica, democrática y constitucional”. Después de muchas escaramuzas, solo se logra declarar la “alteración del hilo constitucional” en Venezuela y que la OEA presione por una salida negociada.
Grupo de Lima
Pero una docena de países entiende que dentro de la OEA ya no es posible seguir avanzando, pues existe un grupo de gobiernos que, o están cercanos ideológicamente al régimen venezolano, o están endeudados con él política y/o económicamente. Por lo que los 24 votos que se necesitan para aplicar la CDI, no son una posibilidad cierta.
Entonces crean el Grupo de Lima (GdL), que componen originalmente unos 17 gobiernos, pero que varía en cuanto a cuantos firman sus declaraciones – regularmente lo hacen una docena. Este grupo creado para monitorear la situación en Venezuela avanza al no aceptar la Asamblea Constituyente Comunal (ACC), ni sus decisiones, entre ellas una nueva constitución, como tampoco acepta la elección de Maduro convocada por ella. Incluso avanza reuniéndose con ministros de finanzas para apoyar y expandir las sanciones a individuos que ya EE.UU. y Canadá habían impuesto. Pero de allí no avanzan mucho, a pesar de que el Secretario General insiste en que hay que endurecer las sanciones.
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Intervención humanitaria
Hasta entonces, la posibilidad de una intervención militar en Venezuela era más una preocupación del régimen, que una propuesta de la oposición.
Recordemos que Chávez justificó la compra de armamento ruso y chino bajo esa premisa. También la idea de una “intervención humanitaria” comienza a aparecer, primero en los escenarios de la izquierda internacional y nacional. El catedrático estadounidense James Petras así lo señalaba en 2015 con la declaración de Obama de que Venezuela es una «amenaza a la seguridad nacional». Pero esto comenzaba tiempo atrás y según él “empezó en 2013, cuando EE.UU. apoyó la campaña electoral de Henrique Capriles. Cuando fracasó la elección, empezaron una campaña de deslegitimación y luego la opción del golpe interno (…) Este esfuerzo fracasó también y sólo queda la posibilidad de una invasión norteamericana para derrocar al Gobierno».
Primero se crearían las condiciones para generar un ambiente conflictivo y sobre ese pretexto vendría “una intervención humanitaria” y se invadiría Venezuela.
Crisis humanitaria
Pero Maduro, después de heredar un país que ya estaba cayendo por un barranco, puso el pie en el acelerador. En Venezuela, la crisis de desabastecimiento y las carencias de servicios públicos aumentaron exponencialmente. Solo recordemos que 2012 fue el último año en que la economía creció y que desde 2014 Venezuela entró en recesión.
Para el mundo había y hay una crisis humanitaria. El crecimiento a casi un 90% de la pobreza en Venezuela (2017) y la estampida migratoria, impactaron, amén de la consolidación de una dictadura de corte comunista. Los países pedían un corredor humanitario para palear la crisis y evitar lo que se hizo inevitable: que cientos de miles de venezolanos llegaran a sus países en una inmigración descontrolada.
El régimen se opuso y se opone
Ni las recomendaciones de la OEA y menos las del Grupo de Lima fueron acogidas. Pero fue con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca que una opción militar se planteó para resolver la crisis.
Desde el principio Trump fue claro en el sentido de que intentaba promover un cambio en Venezuela y ese mismo año tiró la bomba: la opción militar estaba sobre la mesa. «Estamos en todo el mundo y tenemos tropas en todo el mundo en lugares que están muy lejos. Venezuela no está muy lejos y la gente está sufriendo y muriendo». “Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida una posible opción militar si es necesario «.
Intervención humanitaria
La declaración de Trump fomentó la tesis de la “intervención humanitaria”. La oposición que ya venía presentando divisiones entre los que seguían promoviendo la salida democrática electoral y los que aseguraban que ya eso no era posible se dividió. Un nutrido grupo mostró como clara prueba el fracaso de las negociaciones en la República Dominicana y encontró otro escenario posible. No teórico, sino apoyado por la gran potencia del continente.
Entonces un grupo de dirigentes opositores, que en su mayoría opera en el exterior, toman esa bandera y comienzan una campaña para convencer a los gobiernos y a la mayoría de los venezolanos que la opción electoral está cerrada por el régimen y la única solución posible es una salida de fuerza, sea por golpe militar, o “intervención humanitaria”. Lo del golpe militar parece encontrar eco en el Departamento de Estado, al menos Rex Tillerson y otros son quienes mencionan esa alternativa públicamente. Rex Tillerson dejó de ser jefe del Departamento de Estado, pero están otros que parecen comulgar con ese tipo de planteamientos. Todo esto explota recientemente con la revelación del diario New York Times sobre los contactos de la Administración Trump y varios grupos de militares venezolanos.
Lo de la “Intervención humanitaria”, que es una intervención militar con base a la necesidad de proteger a una población de sus autoridades que violan masivamente sus DD.HH., toma cuerpo o al menos en la prensa nacional e internacional comienzan a desmenuzar las posibilidades. Esta opción es incluso planteada por el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio.
Baño de agua fría
En el ápice del impulso que esta alternativa había tomado, en la frontera con Venezuela el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, quien había venido insistiendo en endurecer las sanciones al régimen de Venezuela, declara que «En cuanto a intervención militar para derrocar al régimen de Nicolás Maduro: creo que no debemos descartar ninguna opción». Esta bomba repercutió en todas las capitales de la región. Pero también entre los partidarios de la “intervención humanitaria” quienes sintieron que ese espaldarazo no era gratis y que significaba que dicha intervención estaba más cerca de lo que pensaban.
Sin embargo, casi inmediatamente el Grupo de Lima reaccionó en un comunicado que tajantemente declaró su “preocupación y rechazo ante cualquier curso de acción o declaración que implique una intervención militar en Venezuela”, aunque hubo importantes ausencias en ese comunicado, como Colombia, Canadá y Panamá.
No es nada nuevo: se sabía que al plantear Trump esta alternativa a los presidentes latinoamericanos, con los que se reunió en Nueva York hace un año, ellos ya le habían advertido que no apoyarían una acción de este tipo.
Almagro en medio de fuego cruzado
Más “rápido que inmediatamente”, Almagro recontextualizó sus palabras: «… algunas interpretaciones maniqueístas buscaron cambiar el eje de la discusión. Que hablamos de violencia, que éramos favorables a la intervención armada, y no es cierto. Lo que hemos hecho todos estos años es defender los DD.HH. y diplomáticos. Sería un infantilismo caer en esa provocación».
Almagro agrega que solo apoya salidas consistentes con el derecho internacional. Al Secretario General le preocupa que “Venezuela se convierta en Ruanda» y señala la necesidad de aplicar el principio de «la responsabilidad de proteger’ para “evitar que suceda” lo que sucedió en Ruanda. “No debemos esperar a que Venezuela sea Ruanda, hay que evitar que sea Ruanda. Y ya son millones las personas asesinadas, torturadas y desplazadas en Venezuela. La responsabilidad de proteger no es contar muertos”.
El problema es que este principio solo se aplica en casos de genocidio, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y limpieza étnica y su intervención debe darse de conformidad con la Carta de NN.UU., en especial el uso de la fuerza, es decir, la “intervención humanitaria” debe ser aprobada por el Consejo de Seguridad.
¿Cuál es la salida?
Su última declaración le ganó a Luis Almagro el repudio de sus nuevos aliados en la oposición venezolana. Ahora Almagro ya no cuenta con los partidos que forman o formaron la MUD, a los que acusó de colaboracionistas por participar en el diálogo, ni tampoco con los que promueven la intervención. Once países del Grupo de Lima lo han llamado al botón con la mencionada declaración.
Además ellos insisten en “una salida pacífica y negociada”, lo que también fue repudiado por muchos opositores, por ejemplo el grupo “Venezuela somos Todos” emitió un comunicado rechazando el diálogo.
Otro que fue repudiado fue José Miguel Vivanco de Human Rights Watch, quien resaltando el apego de Almagro por el derecho internacional, acotó que el uso de la fuerza solo se puede ejercer en casos de genocidio “lo cual no ocurre ahora en Venezuela”, aunque “la situación es gravísima”, lo que le ganó el repudio inmediato de muchos.
A estas alturas lo único que está claro es que así como hay divisiones entre la oposición en Venezuela, las hay en el seno de la comunidad internacional, que en general apoya una salida para la catástrofe que vivimos en Venezuela. Por lo que no hay claridad sobre cuál debe ser la salida a la crisis que vive Venezuela. Mientras tanto las acusaciones vuelan de lado y lado. Lamentable.