Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo
***La exposición sobre los papas de los concilios de la época moderna que se exhibe en Roma muestra imágenes y documentos históricos sobre la historia de la Iglesia, una historia civil y social que nos es familiar.
Roma es una ciudad inabarcable. A sus muchos monumentos de todos los tiempos, al embrujo del Vaticano que atrae millones de visitantes año tras año, tiene una vida cultural que fascina. Las exposiciones de arte, historia, religiosidad y cultura se suceden periódicamente, y con la competencia de los entes culturales, nos abren a aspectos desconocidos y atrayentes que enriquecen el acervo cultural de quien se asoma a ellos. En ocasión de la próxima canonización de Pablo VI en los espacios de los palacios capitolinos se expone una muestra que lleva por título el de esta crónica viajera. Aprovechando un breve espacio de tiempo en los encuentros de la visita ad limina de los obispos venezolanos, nos escapamos a verla.
Con palabras de Pablo VI en la clausura del concilio Vaticano II, se abre el catálogo: “Este mundo en el que vivimos tiene ansia de la belleza para no caer en la desesperación. La belleza, como la verdad, es la que da alegría al corazón de los hombres, es aquel fruto precioso que resiste el paso del tiempo, que une a las generaciones y conduce comunicación en la admiración. Es esta la gracia que está en nuestras manos…”.
En tres secciones, relativas a cada uno de los tres últimos concilios ecuménicos, se teje la historia de sus protagonistas principales, los papas que los convocaron, a través de hermosos cuadros, esculturas y joyas preciosas que le dieron lustre. Trento le dio importancia pedagógica y catequética al culto de las imágenes sagradas, dando lugar a la abundancia de obras artísticas de todo género que contemplamos en buena parte del mundo occidental. Pablo III Farnese, quien abrió el concilio de Trento, fue uno de los más elocuentes protagonistas del mecenazgo artístico de su tiempo y a Pablo VI hay que reconocerle un nuevo despertar del arte sacro.
El busto del Papa Pío IX, con sus más significativos detalles, nos muestra al pontífice que convocó el Vaticano I, obra de Giovanni Maria Benzoni, con pinturas que ponen en diálogo la escultura y la pintura. El Papa bueno es a su vez retratado por Giacomo Manzu, artista cercano a Roncalli, con elementos claves de su personalidad. Es la ocasión para recordar y escuchar dos momentos significativos de la relación entre la Iglesia del novecimentos, el arte y la tradición, que nos lleva hasta el discurso del Papa Juan XXIII que pronunció la tarde la apertura del Vaticano II desde la ventana de su estudio en la Plaza San Pedro, un evento clave en un momento crucial del inicio del mayor evento eclesial del siglo XX. Igualmente podemos contemplar la llegada de Pablo VI al Campidoglio, que unen la ciudad de Roma, la autoridad civil y la religiosa de aquel tiempo.
La exposición sobre los papas de los concilios de la época moderna es un modo de volver a reflexionar sobre los medios iconográficos de los retratos papales, y la relación entre la iglesia y el arte, pero sobre todo, una manera de recorrer entre imágenes y documentos históricos, la historia de la Iglesia, una historia civil y social que nos es familiar. En fin, esta muestra nos ofrece la oportunidad para relacionar historia, arte y fe, con las luces y sombras de cada tiempo, pátina de la encarnación del mensaje cristiano en la carne y hueso, los usos y tradiciones de todos los tiempos para abrirnos a la trascendencia absoluta.