Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo
***Para que los muchachos no se dejen engañar por el mundo virtual cuando distorsiona la realidad, el próximo sínodo de Jóvenes tocará el tema a fin de ofrecerles cursos de formación.
En las condiciones actuales de vida en Venezuela hablar de turismo es casi una quimera. Sin transporte, servicios básicos y seguridad, y ante la carencia de lo esencial para vivir, pareciera superfluo hablar de turismo. Pero estamos en las fechas en las que se celebra la jornada mundial del turismo, promovida por la Organización Mundial del Turismo OMT, y por el nuevo dicasterio romano del Desarrollo Integral del Hombre. Tienen que volver tiempos mejores en los que retomemos el carro de la historia del que nos bajaron hace dos décadas. Transcribo, casi literalmente, algunos párrafos del mensaje vaticano para estas efemérides para que al menos tengamos noticia de por dónde va el mundo.
Numerosos son los cambios que derivan de la implementación de las nuevas tecnologías digitales que afectan la vida social de las personas y la forma de concebir las relaciones interpersonales, el trabajo, la salud, la comunicación, extendiendo a todas partes “la conexión”, y por lo tanto, todo tipo de intercambios. Las últimas tendencias muestran que aproximadamente un 50% de los viajeros digitales se inspiran en la observación de imágenes y comentarios en línea, y el 70% consulta videos y opiniones de quienes ya han viajado, antes de tomar una decisión.
Por consiguiente, la innovación digital tiene por objeto promover la inclusividad, aumentar la participación de las personas y de las comunidades locales para lograr una gestión inteligente y equilibrada de los recursos. Claro está que no todo lo que brilla es oro, ni que todo lo que se ofrece responde a valores humanos sustentables. Se requiere educación y discernimiento. La Iglesia siempre ha prestado especial interés en la pastoral del turismo, del tiempo libre y de las vacaciones, como oportunidades de recuperación para fortalecer los lazos familiares e interpersonales, levantar el espíritu, disfrutar de las extraordinarias bellezas de la creación y crecer en “humanidad integral”. Cada criatura tiene una función y ninguna es superflua. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. Por lo tanto, el turismo es un vehículo eficaz de valores e ideales cuando ofrece oportunidades y ocasiones para hacer crecer a la persona humana, tanto en su dimensión trascendente, abierta al encuentro con Dios, como en su dimensión terrenal, en el encuentro con otras personas y con la naturaleza.
El próximo sínodo de los Jóvenes toca el tema, y sugiere la necesidad de ofrecerles cursos de formación y educación antropológica para que puedan vivir su “vida digital”, sin dejarse engañar por el mundo virtual cuando distorsiona la realidad. Como recuerda el Papa Francisco: “no basta pasar por las calles digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados”. Por ello, cada vez que entre nosotros “se cae el sistema” y nos incomunican, nos están robando un derecho y la posibilidad de vivir honestamente en el mundo tecnológico actual para crecer en humanidad y fraternidad.