Una mano solidaria para la migración venezolana en España

El Padre Ramón Montero, mejor conocido como «Moncho», es un sacerdote español de la Parroquia de Santa Rosalía, al norte de Madrid, que conoce muy bien la crisis migratoria que atraviesan los venezolanos y ha decidido poner su granito de arena para ayudarlos. Para conocer más su labor, hemos decidido tomarnos «Un café con… el padre Moncho», que está ayudando, desde su parroquia a decenas de jóvenes y familias que llegan desamparados a su puerta.

Lo que más provoca dolor y sufrimiento es cuando escuchas las historias

Revista Zeta: Según su experiencia, ¿cuál es la situación de los venezolanos actualmente en España?

Padre Moncho: Yo creo que hay que partir de las propias estadísticas de los tres últimos años: 2016, 2017, y 2018, que entre estos años podemos decir que han llegado a España aproximadamente 25.000 venezolanos pidiendo y solicitando el estatuto de protección internacional, lo que normalmente llamamos “asilo y refugio”. En el 2016 han sido 4.175 -aproximadamente, según las asociaciones que se dedican a la ayuda española del refugiado-, en el 2017 unos 10.300, y en el 2018 -hasta agosto- ya había 12.875 solicitudes presentadas. Muchos de ellos son jóvenes, también hay muchas familias que vienen huyendo de una realidad dura, de persecución en una amplitud muy grande de significado de la propia palabra, y unas veces con ciertos apoyos y otras veces desamparados, simplemente huyendo de aquella realidad, y eso es lo que nosotros vamos detectando. Lo que más provoca dolor y sufrimiento es cuando escuchas las historias (…) hay una generación inmensa, quizás la mejor preparada hasta este momento que ha tenido jamás Venezuela, que se está perdiendo, que se está perdiendo allá y se está perdiendo aquí cuando llegan, porque no todos pueden trabajar de aquello para lo que se han preparado. Aquí están llegando, pues, médicos, ingenieros informáticos, ingenieros de caminos, una amplitud inmensa de personas muy, muy bien preparadas y que se sienten muchas veces solos y desamparados.

Hay una generación inmensa, quizás la mejor preparada hasta este momento que ha tenido jamás Venezuela, que se está perdiendo, que se está perdiendo allá y se está perdiendo aquí cuando llegan, porque no todos pueden trabajar de aquello para lo que se han preparado.

R.Z.: Ante esa soledad y ese desamparo, está la mano de personas que ayudan un poquito y en ese caso le tenemos a usted, cuéntenos ¿cuál es  la labor que usted está haciendo con los venezolanos que llegan aquí, a la parroquia?

P.M.: En ese primer momento, en esa primera entrevista cuando llegan, lo que intentamos es un poco lo que hoy se llama “escucha activa”, poder dejarles a ellos expresarse con toda libertad para nosotros poder ponernos en su pellejo, en su propia realidad, en su historia, comprender esa situación y ser así mucho más solidario con cada una de las realidades que nos llegan. Como decía antes, lo más doloroso es cuando ves niños pequeños de por medio, y entonces hay que abrir todas las estructuras que tenemos para que esos niños puedan tener un desarrollo normal dentro de la nueva realidad.

España tendría que desarrollar un sub estatuto exclusivo en este momento para los venezolanos

R.Z.: ¿Qué solución inmediata y concreta cree que se pudiera tomar, por lo menos desde aquí desde España, que ayudaría o que facilitaría un poco esa inserción de los venezolanos?

P.M.: Yo creo que en este momento, España lo que tendría es que desarrollar dentro de lo que es “La Convención de Ginebra” y por lo tanto el Estatuto de Protección Internacional de Asilo y Refugio, podríamos decir un sub estatuto exclusivo en este momento para los venezolanos, no porque sean distintos a los demás o situaciones diferentes, sino por la abrumadora cantidad de ellos que vienen pidiéndonos auxilio, o sea, no vienen a mendigar nada, eso tiene que quedar bien claro, vienen pidiéndonos auxilio ante una situación catastrófica (por más que algunos no lo quieran reconocer), que está viviendo todo el país, y ante esa situación poder ofrecernos la misma preparación que ellos tienen, quien la tenga, y si no la tienen, la realidad humana de aquel que viene diciendo: “mire, tengo esta situación…” y ante ello yo creo que tendría que hacerse un estatuto dentro de esa realidad llamémoslo como queramos llamarle, en el que se contemplara la temporalidad de esa situación que están viviendo, para evitar dejarles en una situación total de desamparo que es en lo que están cayendo muchos, ya no solo personas que vienen solas, jóvenes o no tan jóvenes, sino también familias que han terminado dejando todo atrás, toda una historia para aquí poder desarrollarse ante esa situación bien dura del país y que después de seis meses o hasta un año en la renovación de la tarjeta roja, se encuentran con que «no son aptos para ser reconocidos dentro del estatuto de asilo y refugio», y por lo tanto le quitan la protección internacional, les devuelven el pasaporte, les quitan la tarjeta roja y por lo tanto se quedan totalmente desamparados. Pero como demora todo tanto, no se lo dicen al principio, que es lo triste que me decía una de las familias: no es que te lo dicen el primer día o el segundo día, sino me lo dicen después de un año o año y medio en que (en este caso) “mi marido y yo ya llevamos trabajando y estamos cotizando. Hemos alquilado un piso, estamos con nuestros tres hijos ¿y ahora que hacemos?” y se quedan en el total desamparo.

El refugiado no viene porque quiera dejar su tierra

Entonces, ante esa situación hoy en día, humanamente hablando, el estado español y el Gobierno en sí tendría que ser capaz de ver esa situación tan grave que ocurre en Venezuela para darles aquí ese estatus temporal; que digas tres años hasta que se asienten las cosas y puedan después insertarse ya definitivamente pero algo tenemos que hacer entre unos y otros. Podían perfectamente optar a los tres años por el arraigo social y laboral, y seguir con el mismo estatus, una vez que se les conceda pueden dejar uno u otro. Lo que si quisiera resaltar es que los que vienen no vienen como inmigrantes (…) El refugiado no viene porque quiera dejar su tierra, puede ser que alguno lo haga de esa manera, pero la gran mayoría de los que yo conozco necesitan y están huyendo de esa realidad dura y caótica que se vive en Venezuela.

Los venezolanos es el mayor número de protección internacional y el siguiente es Siria y están en 4 mil y tanto, la diferencia es enorme

R.Z.: ¿Cómo podemos entonces hacer para que los venezolanos lleguen hasta esta parroquia y reciban su solidaridad?

P.M.: En primer lugar, una de las cosas que tengo que decir y dejar claro es que yo no actúo a título personal, sino que actúo como sacerdote y por lo tanto desde lo que sería la propia Diócesis de Madrid, que creo que es una Diócesis acogedora, una Diócesis abierta y en estos momentos estamos intentando crear unos lazos de unión entre unos y oros para poder ante esta situación de los venezolanos, no solo de venezolanos sino de muchos otros países, pero los venezolanos es el mayor número de protección internacional y el siguiente es Siria y están en 4 mil y tanto, la diferencia es enorme; pues ante esto poder darles una respuesta, que sepan que hay una serie de lugares dónde pueden acudir para orientarles, para ayudarles, para abrirles los caminos dentro de esta realidad en Madrid y que sepan dónde ir para recibir información veraz y concisa y clara que les ayude a hacer toda la documentación, todos los papeles o los pasos que tienen que dar.

R.Z.: ¿A donde pueden ir?

P.M.: Aquí estamos abiertos y aquí a todo el que viene se le recibe y desde aquí les podemos orientar. Invitamos a todos los venezolanos a que pasen por aquí, podemos orientarles y canalizarles dentro de la situación, porque ahora una de las cosas que han cambiado desde la primera semana de junio es la forma de pedir la solicitud, ahora tiene que hacerse personalmente. Antes llamabas y pedías una cita dentro de 15 días, 1 mes o 2 meses, según de como estuviera colapsado. Ahora tiene que ser presencial, tienen que ir a la comisaría de Aluche y ahí pedirla; esa es la primera cita, después tienen que meterse (si sigue el proceso y les aceptan la solicitud) tiene que pedir otras citas, esas citas solo se pueden pedir por internet y hay que estar atento hasta que salga la cita para la fecha de la renovación de la tarjeta roja, en una fecha próxima, antes o después, pero muchos se van a encontrar como por ejemplo, el caso de Richard (nombre no real), que le habían dado la tarjeta roja con validez de 2 meses y no sabía qué hacer. Tenía que pedir ya la cita para diciembre, nos metimos desde el móvil y la cita más cercana salía para el 8 de marzo, eso quiere decir que si no llega a hacer eso, lo deja pasar y le aparece para junio. 

R.Z.: ¿Cuál es su mensaje no solo desde el punto de vista legal, sino desde el punto de vista humano?

P.M.: Cuando entras a la Catedral por lo que sería del lado de San Juan Pablo Segundo, una de las imágenes que puedes encontrarte es un Cristo yaciente, un Cristo pobre sobre un banco que mandó a poner ya hace 3 años el Arzobispo de Madrid, y muchas veces esa imagen es la que yo veo cuando alguien llega aquí en esa situación. Es un Cristo necesitado, un Cristo arropado, un Cristo misericordioso que se abre a todo aquel que, por una u otra circunstancia, llama a nuestras puertas y que nos está pidiendo que seamos como él; eso es en nombre de Jesucristo y en nombre de Jesucristo abrir todas nuestras puertas.

Entonces nos toca ahora a nosotros ser igual que lo que ellos nos enseñaron a ser

Con respecto a los venezolanos, en el conocimiento de nuestra propia historia siempre han sido un pueblo acogedor, un pueblo abierto a las duras situaciones que vivieron desde Europa porque italianos, españoles y portugueses no podemos decir que invadieron, pero fueron allí buscando una vida mucho mejor que encontraron y fueron acogidos tremendamente. Entonces nos toca ahora a nosotros ser igual que lo que ellos nos enseñaron a ser, un pueblo acogedor, un pueblo que abre sus puertas, no digo solo a una inmigración regulada, legal, hablo de una situación caótica que les hace huir de su tierra, creo que hay que dejar bien claro esta definición, porque huyen de esa situación dura de hambre en estos momento, durísima de miseria y de no tener expectación de vida y más ahora con lo que estamos viendo que está ocurriendo en Venezuela, entonces en ese aspecto nos han enseñado a ser un pueblo abierto y creo que España es un pueblo también abierto y que tiene que ser abierto en un primer momento desde las iniciativas del propio Gobierno sea del color que sea, me da lo mismo que sea azul, rojo, amarillo o verde limón, pero lo importante es decir ante esta situación que nos está llegando como responder humanamente, yo ya no digo cristianamente, eso me toca a mí como sacerdote en mi ámbito; pero el Gobierno humanamente ante una situación que es una crisis humanitaria de una envergadura como ha declarado ACNUR y ha declarado la ONU, de una envergadura que jamás se ha dado en América Latina. Y a todos ellos os digo ¡Ánimo! Buscar, llamar a nuestras puertas y aún con nuestra poca capacidad os atenderemos y os daremos ese calor humano que es parte de nuestra existencia como cristianos y en ese seguir a Cristo. 

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