Por Gerson Revanales
***La Doctrina Monroe, en dos oportunidades, impidió que fuéramos expoliados por la Europa colonial del siglo pasado.
Con el respeto que los charlatanes de oficio se merecen y, sin pretender dar una lección de historia diplomática latinoamericana, la célebre doctrina Monroe de “América para los americanos” no es de la autoría de este personaje, sino que fue concebida por John Quincy Adams.
La doctrina surgió originalmente como una proclama frente al colonialismo y la amenaza que suponía la Santa Alianza y la restauración monárquica en Europa. Nuestro país fue víctima de esa apetencia colonialista con el Laudo de París 1899 y el despojo de la Guyana Esequiba. Federico de Martens, artífice del “Tratado de Washington” y presidente del Tribunal de París, es partidario de que Rusia e Inglaterra como imperios estaban destinados a ser los protectores de los países bárbaros” y Venezuela era considerada (tanto por los ingleses como por los rusos) un país incivilizado que ni siquiera tenía el derecho a litigar con Inglaterra, razón por la cual Estados Unidos asume la representación de Venezuela en el Tribunal de París. De lo contrario Inglaterra hubiera llegado hasta las bocas del Orinoco con el Laudo Arbitral
La Doctrina Monroe representó una seria advertencia, no sólo a la Santa Alianza, sino también a Gran Bretaña, aunque su efecto inmediato en la defensa de las nacientes repúblicas latinoamericanas era puramente moral, dado que la capacidad militar de EE.UU en la época aún estaba lejos de ser considerada una potencia para disuadir a Inglaterra y pretender dominar el continente Suramericano. De cualquier forma, la Doctrina ayudó a frustrar los planes expansionistas europeos y de Gran Bretaña.
John Crow, autor de “La epopeya de América Latina”, afirma: «Simón Bolívar, en medio de su última campaña contra los españoles, Santander en Colombia, Rivadavia en Argentina, Victoria en México; todos líderes de los movimientos de la emancipación, recibieron la doctrina Monroe con la más sincera gratitud; Según el mismo autor «la doctrina nunca fue destinada a ser una carta de acción sobre Latinoamérica»».
Pero no es solo ante las pretensiones inglesas de apoderarse de las bocas del Orinoco que la Doctrina Monroe representa un obstáculo; sino durante el bloqueo naval a nuestras costas y puertos por las marinas de guerra de los Imperios Británico, Alemán y el Reino de Italia a fines de 1902, exigiendo el pago inmediato de las deudas contraídas por Venezuela. El presidente Roosevelt se ve en la necesidad de emitir en 1904 el corolario que lleva su nombre, estableciendo que, si un país europeo amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el gobierno estadounidense estaba obligado a intervenir. La verdad es que si no hubiese sido así, las consecuencias del bloque hubieran sido impredecibles para nuestra soberanía e integridad.
No hay duda de que la Diplomacia de Cañoneras, como el Dr. José Herrera Oropeza denomina este periodo, dejó cicatrices; sin embargo, la Doctrina Monroe sirvió en aquel momento de muro de contención. Ojalá surja una nueva doctrina que impida la penetración de los imperios de China, Rusia, Irán y Turquía bajo este gobierno.