Por Rafael Bayed
***Llevamos casi veinte años viendo cómo se desarrolla la cultura de la adulancia, digna de la que se usa con las meretrices para obtener mercedes sexuales.
Cuando apareció el llamado socialismo del siglo XXI, 1999, aparecieron también personajes parecidos a la novela picaresca medieval.
Toda clase de alimañas adulando a los que de turno detentan el poder. No hay límite en el pudor. En todas las instancias del Estado llegaron a comparar a Hugo Chávez con Simón Bolívar, y algunos atrevidos llegaron al extremo de pretender santificar al cuatrero, jefe del movimiento de expoliadores de la República.
Entendemos y aceptamos que en alguna exposición pública se realicen calificativos del personaje homenajeado, pero llevarlo a los altares de la heroicidad es asqueante.
Llevamos casi 20 años viendo cómo se desarrolla una cultura de adulancia, digna de la que se usa con las meretrices para obtener mercedes sexuales.
Hoy hemos visto y oído a uno de los seres más repugnantes de la picaresca chavista, Hermann Escarrá, decir: “El presidente Maduro es uno de los grandes genios de la humanidad”. Claro viene de una familia asquerosamente corrupta: su padre como dirigente sindical quiso ponerse en la fábrica de galletas de Enrique Capriles García; y el hermano Carlos Escarrá usando las enaguas de las funcionarias de la Corte Suprema de Justicia de la época para su actividad corrupta en el Poder Judicial.
Bueno, si revisamos la historia de Venezuela encontraremos al adulador sin pudor, Simón Bolívar, que se los sacudía a sombrerazos; pero quiero aclarar que esos personajes estuvieron disfrutando los manjares del poder desde 1811 hasta nuestros días.
Hagamos referencia hasta de Chávez en su adulancia. Esta historia se la escuché a Luis Miquilena en medio de un almuerzo, unos meses después de haberse bajado del barco de “la revolución”. Trataba de responder a las inquietudes de algunos asistentes que reclamaban su opinión sobre la naturaleza de Fidel Castro en el camino político tomado por Hugo Chávez. “Decisiva” fue su diagnóstico. Para el momento, Chávez ya había sido seducido por Fidel, quien actuaba como una mezcla de padre adoptivo, confesor, psiquiatra y asesor que sabía cobrar muy bien sus servicios. Pero, explicó Miquilena, a partir del incidente de Sabaneta se supone que Chávez no volvió a ser el mismo. Se tornó aún más megalómano, predestinado, voluntarista y caprichoso y, por supuesto, comenzó a transferir cada vez más responsabilidades internas y privilegios a los funcionarios cubanos, a trasvasarlos por millares al suelo venezolano, y a incrementar exponencialmente la ayuda económica que enviaba a la isla y hoy con el mismo pragmatismo lo hace Nicolás Maduro, hasta el presente.
Ante esta orgÍa de adulación sin límite están los estamentos de las FANB, que se arrastran ante la cúpula de mando.
Entre los civiles del régimen y sus testaferros ni se diga. Algunos llegan al extremo de fingir no ver mientras sus afectos más cercanos adulan al que corresponda.
Entre los amigos de la dirigencia “democrática” no se escapan los personajes acomoda corbata de los jerarcas.
Esta es Venezuela. ¿A dónde queremos ir y con quién?