Imagen: Alfonso X El Sabio (1 Junio 1252 – 4 Abril 1284)

Ventana al mundo de Jurate: carta a los españoles

Ventana al Mundo 

Imagen: Alfonso X El Sabio (1 Junio 1252 – 4 Abril 1284)

Por Jurate Rosales.

Toda persona que haya recorrido el Camino de Santiago, sabe que su final no es la ciudad de ese nombre, sino lo infinito del Océano, la última frontera occidental del mundo conocido en la Edad Media. Es que la península ibérica siempre fue el tramo final del camino de múltiples naciones, de las que la más reciente de la Historia conocida, han sido los godos.

Durante siglos, los españoles sabían que ellos albergaron y dieron asiento permanente a unos godos que atravesaron Europa hasta que se toparon con el Océano. Sabían que con ese asentamiento en sus tierras, España llegó a albergar la más antigua, la más ecológica y respetuosa del derecho cultura indoeuropea, oriunda del mero norte de Europa. Los españoles estuvieron orgullosos de esa herencia durante siglos y en su nombre, lucharon para expeler a los moros.

Hace dos siglo y medio, de pronto, España perdió la certeza del conocimiento de su propio valor, cuando una moda nazi les puso en la cabeza a los españoles que su herencia tiene que ver con “lo que no es”. Peor: después del “no es”, vino el que no saben “qué es”.

Desde entonces, los españoles han perdido gradualmente el invalorable acervo de la unidad y el conocimiento de ser herederos de una sólida herencia cultural milenaria. Eso lo conocían y fueron heraldos de ese legado San Isidoro de Sevilla (c. 556636), Rodrigo Jiménez de Rada (1170 – 1247), Alfonso X El Sabio ( 1221 – 1284), sin contar al mejor historiador medieval de Europa, Jordanes. Todos ellos, al unísono, contaban la misma, plenamente comprobada y comprobable historia de los godos. El daño que hizo a todos los españoles el haberles quitado esas importantes raíces, el haberlos despojado de su historia, sus tradiciones y su unidad, hasta del conocimiento del desarrollo de su lengua – algo que Alfonso X se cansó de inculcarles -, sigue siendo casi irreparable por las consecuencias políticas que esa ignorancia les sigue impartiendo.

El invento de un origen germano de los godos – que los propios godos nunca – repito NUNCA – tuvieron, data de la publicación en el año 1779 de un libro que nadie colocó en su justo lugar de relativa importancia, cuando un filólogo sueco publicó un estudio de una biblia escrita en el siglo IV en el idioma de una minoría que vivía con los godos y que fue expulsada y llevada al exilio. El obispo pastor de esa minoría, un griego llamado Ulfilas, NUNCA fue quien bautizó a los godos, sino a la minoría que luego lo siguió al exilio. Un capítulo muy extenso sobre su vida de la que hay suficientes testimonios contemporáneos y también inmediatos después de su muerte es una investigación que se encuentra plasmada en mi libro por editarse en español intitulado “Las raíces de Europa”. Su valor es que desdice del invento de que el idioma de esa Biblia era el de todos los godos. Por el contrario: queda probado que ni los godos que llegaron a España, ni los que gobernaron Italia, hablaban el idioma de Ulfilas.

El idioma de los godos era muy distinto y sus vestigios – numerosísimos – siguen vivos no solamente en el castellano (dialecto hablado por las tribus godas que se asentaron en Castilla y Aragón), sino en el resto de España, dado que los godos eran muchas tribus, cada una con su dialecto, pero perteneciente a un solo idioma, el báltico. Hoy, las diferencias sobre todo en la pronunciación de los diptongos en toda España, responden a los dialectos hablados por cada grupo en sus respectivos asentamientos, incluso con la maravillosa coincidencia de que varios dialectos hasta mantuvieron en España el nombre de su lugar de origen en las tierras bálticas, caso por ejemplo de los “galindos”.

La división de España en sus actuales regiones tiene sus raíces en estas divisiones idiomáticas y son todas hijas del aporte godo, que también era muy diverso, si bien los godos nunca dudaron de que son un solo cuerpo político y bélico. El actual “separatismo” de Cataluña tampoco es tal, simplemente responde a los asentamientos del grupo que llegó a Barcelona (los primeros godos en llegar a España) y se quedó asentado allí. Hablaban un dialecto distinto del de los galindos de Castilla, pero ambos se autodenominaban “godos” y tenían razón.

La más fiel historia de los godos, con su milenaria cultura severamente ecológica y respetuosa del honor y de la palabra dada, se encuentra en el historiador Jordanes del siglo VI, cuya primera traducción del latín a un idioma moderno es la de Alfonso El Sabio en los capítulos sobre el pasado godo en su “Grande e general estoria” y asombra por la precisión de los hechos hoy en día comprobables y comprobados.

La siguiente traducción del latín a un idioma moderno fue hecha con un intervalo de muchos siglos, al alemán en 1884, y padece de una incomprensión o mala fe – no sabemos – que va hasta a eliminar palabras o frases del original, en un esfuerzo supremo para cambiar hasta los nombres de lugares geográficos mencionados en el original, en un continuo esfuerzo de colocar a los godos en lugares que nunca han pisado y que el autor “germaniza” a su antojo. El primer capítulo que relata el lugar de origen de los godos, podría servir de ejemplo de cómo un texto, al quitarle las palabras claves y reinterpretar los nombres de lugares, sirve para crear un engaño que luego permanece como una verdad hasta el día de hoy. Creo que ni los modernos “fake news” pueden rivalizar con el engaño de las traducciones posteriores al año 1884 y que permanecieron válidas hasta ahora.

También ese cúmulo de continuas mentiras tomadas por verdades e inventadas siglos después de los hechos reales, lo expongo en mi libro, que ya me valió un doctorado Honoris Causa en el Báltico. Mi gran esperanza es que una vez develados los centenarios engaños, España volviera a ser una sola, fuerte y unida al saberse heredera de una indivisible cultura. Porque se trata de una herencia muy antigua y estable, anterior a Roma y orgullosa de sus valores, principalmente los del honor y respeto a la madre naturaleza. Son valores que hoy están volviendo a señalar su importancia y España es depositaria de ellos desde que su cultura incluye la de los godos.