Por Cardenal Baltazar Porras Cardozo
***El Centro Monseñor Arias Blanco nace como una iniciativa para fortalecer la capacidad de acción pastoral de la Iglesia de Caracas.
Una feliz iniciativa ha surgido de la sinergia entre la Universidad Católica Andrés Bello y la Arquidiócesis de Caracas para crear el “Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco” al servicio de la promoción de la pastoral de la esperanza. El nombre del gran arzobispo fallecido trágicamente en 1959 es un ícono importante: trabajó y luchó por la libertad, por la justicia y por la promoción de lo auténticamente venezolano. Y lo hizo desde su condición de hombre de fe profunda, de esperanza permanente en las potencialidades del venezolano, y todo ello, producto de su condición de pastor entregado al servicio de su pueblo. Nada mejor para ser la referencia a la pastoral de la esperanza.
No hay virtud más cristiana, teologal y humana, como la esperanza. El documento de Puebla (1979) señala como realidades que nos llenan de esperanza: la tendencia innata del latinoamericano para acoger las personas, para compartir lo que tiene, para la caridad fraterna y el desprendimiento. Además, ha tomado mayor conciencia de su dignidad y de su deseo de participación política y social (n. 17-18). Y el Papa Francisco nos invita a ver en los enormes y veloces cambios culturales que prestemos una constante atención para intentar expresar las verdades de siempre en un lenguaje que permita advertir su permanente novedad (EG. 41).
La actual situación económica y social de Venezuela tiene rasgos dramáticos que pueden calificarse de desastre humanitario. En este contexto nace el Centro Monseñor Arias Blanco, como una iniciativa dirigida a fortalecer la capacidad de acción pastoral de la Iglesia de Caracas, para acompañar a la gente en el sufrimiento y animar su esperanza por lograr una vida más digna.
El objetivo de este Centro es impulsar una pastoral de esperanza, orientada a acompañar y fortalecer la lucha de las grandes mayorías que reivindican unas condiciones sociales de vida dignas y justas en libertad y democracia. ¿Cómo lograrlo? Monitoreando la data social para producir insumos que sirvan para orientarla pastoral de la esperanza. Desarrollar una política comunicacional que involucre a pastores y pueblo en la promoción de la imagen de una iglesia comprometida con la gente, con sus dolores y esperanzas. Para ello, desarrollar una reflexión teológica que sirva para formar agentes pastorales que fundamenten los compromisos de la Iglesia en la búsqueda de una opción de país inclusivo, democrático, justo y solidario. Y, fortaleciendo la capacidad de interlocución de la Iglesia, promoviendo espacios abiertos de reflexión plural, análisis y articulación de esfuerzos con líderes en todos los campos del quehacer social.
Contamos ya con una oficina, un consejo asesor con apoyo del personal de la UCAB y bajo la dirección del P. Alfredo Infante, jesuita, con amplia experiencia en el campo de la reflexión y pastoral popular. Queremos así, ser parte de la pléyade de personas que no pierden la alegría, que se sobreponen a la adversidad, con creatividad y coraje, con respeto y fraternidad, pero sobre todo con la fe que mueve montañas, producto de la experiencia cristiana arraigada en nuestro pueblo. Estamos seguros de que esta iniciativa pastoral atraerá a muchos para convertirse en constructores de la paz, de la justicia y del amor.