Por Rafael Bayed
***El Islam está en guerra contra Occidente y esta guerra seguirá hasta que no haya un punto de encuentro teológico entre la Biblia y el Corán.
Después de la II Guerra Mundial, y la aparición de los países no alineados, florece la confrontación de Oriente y Occidente, que llevan dos mil quinientos años en guerra. Y nada hace prever, por ahora, que los conflictos hayan acabado.
Oriente, mucho antes de la aparición del Islam, ha sido el símbolo de la satrapía; mientras Occidente lo ha sido de la libertad y el derecho, iniciados en Grecia y continuados por Roma y la Cristiandad. Lo que sí han cambiado han sido los protagonistas. Si desde Alejandro hasta hace bien poco el Occidente (Europa) imperialista ha ocupado grandes extensiones del mundo oriental para extender sus colonias y su comercio, el Oriente (Asia), desde Troya y las guerras médicas, ha hecho lo mismo en Europa, especialmente tras la caída del imperio bizantino y, en los últimos siglos, conducido por la ambición expansionista del Imperio Otomano, hasta su caída definitiva en 1924, tras el golpe de Kamal Ataturk que abolió el califato.
En cierto modo podría decirse que esta animadversión histórica entre los dos mundos se ha visto acentuada con el advenimiento de los tres grandes monoteísmos que han intentado excluirse mutuamente, al menos hasta que el Concilio Vaticano II sentó bien clara la doctrina del reconocimiento de las verdades que encierran otras creencias, recogida en la declaración de “Nostra Aetate”. El judaísmo apenas ha entrado en este conflicto en la medida en que optó por la diáspora y su asimilación de la democracia como forma de convivencia civil, aparte de haber sido absorbido por el sionismo y por su alianza estratégica con Occidente a partir de la fundación del Estado de Israel.
Pero el Islam está aún lejos de haber iniciado siquiera el camino del reconocimiento del cristianismo, siquiera sea como otro camino de “sometimiento” a la voluntad divina. El gran error del Islam moderno es haber confundido Occidente con la Cristiandad -los “rumí”-, de romano, cuando precisamente los cristianos -habría que señalar mejor a los católicos- tratan de abrir paso a sus valores evangélicos en un mundo que ha impuesto el laicismo como norma de comportamiento social.
En todo caso, lo cierto es que el Islam está en guerra contra el Occidente ya sea laicista, ya cristiana, porque no se ha sometido a la “sharía”, la última ley divina revelada según se ha elaborado a partir del Corán y de los “hádices” del Profeta. Esta ley, hay que decirlo sin ambages, está en abierta contradicción con las libertades que son la esencia de la civilización occidental, aunque se trate de diluir en ellas otros valores del cristianismo que no “cuadran” con el relativismo cultural… A su vez, el Occidente liberal y capitalista está en guerra contra el Islam en la medida en que éste es interpretado por una serie difusa e incontrolable constelación de “mullahs” e “imanes”, que no aceptan las libertades y los derechos humanos como norma de las relaciones civiles: la única norma es “someterse” a la “sharía” que, a su vez, es interpretada por fanáticos.
Esta guerra seguirá hasta que no haya un punto de encuentro teológico entre la Biblia y el Corán. Una tarea que, hoy por hoy, a pesar de los esfuerzos del Vaticano y las esperanzas suscitadas por la llamada “primavera árabe”, parece una misión imposible. Mucho tiene que evolucionar la enseñanza del Islam a las futuras generaciones para que se transforme en una religión que abrace al cristiano como su hermano y llegue a respetar, incluso, al laicista.
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