***El cambio de estrategia de Biden sacó de la mesa la opción militar, quitándole la argumentación al régimen de la invasión militar, para construir en cambio una gran alianza multilateral que contaría con la anuencia de Leopoldo López.
Por J. GERSON REVANALES
La semana pasada desde este “Balcón del Ciudadano” se analizaron las perspectivas de las relaciones Venezuela-EE.UU. a la luz de la nueva administración Biden y los “hombres del presidente” en la conducción de las relaciones con Venezuela y su política exterior, considerando que ninguno de ellos es proclive a las salidas militares como fueron Granada, Panamá, o República Dominicana. Ya Blinken (como candidato a la Secretaría de Estado) manifestó su rechazo a operaciones “rocambolescas” con contratistas y salidas encubiertas en el Art. 187/11 de la Constitución; alianzas bajo la sombrilla del TIAR o enmascaradas tras una “intervención militar humanitaria”, concepto tan contradictorio como el “humanitarismo militar”, la “guerra humanitaria” y el “bombardeo humanitario”.
Antony Blinken nominado a Secretario de Estado y Jake Sullivan como Consejero de Seguridad Nacional, desde un principio han sacado del menú la opción militar y la han puesto bajo la mesa, recurriendo a consolidar el frente multilateral que reconoce a Guaidó como presidente interino y aumentar la presión de las sanciones, sin que estas afecten a la población sino directamente al régimen y a sus socios internos y externos. Esto representa un cambio de estrategia por la vía de las sanciones aplicadas quirúrgicamente; un cambio de estrategia que al parecer ya cuenta con la aprobación de Leopoldo López según se lee en uno de sus Twitter.
Las razones para este cambio se deben a que ambos candidatos consideran que las soluciones militares representan un alto costo político al no ser ya la época “rusveliana” de la diplomacia de cañoneras, y las sanciones por la vía unilateral como lo ha venido haciendo la administración Trump se ha convertido en un salvavidas para Maduro y su régimen.
Las sanciones han sido exitosas en varios casos y ciertas condiciones como en Sudáfrica, donde «el boicot de Occidente era muy difícil de explicar a la población y el gobierno tuvo que dialogar, ceder con la consecuente desaparición del apartheid. En cambio, en Venezuela donde el régimen domina toda el espectro radioeléctrico la situación es diferente y similar a Cuba donde las sanciones lo único que han hecho es permitir al gobierno atornillarse en el poder. El embargo de EE.UU. a Cuba, impuesto en 1960, fue el argumento de Fidel Castro para explicar los problemas de la isla. Algo similar ocurre desde el Decreto Obama 13.692 de marzo de 2015.
Con las sanciones, como bien señala Sullivan, hay que tener cuidado con su aplicación para que no afecten directamente al pueblo. Una cosa son las sanciones impuestas de forma multilateral al régimen contra sus figuras notables y emblemáticas responsables de violación a los DD.HH, corrupción y tráfico de drogas, sin efectos directos y generalizados sobre la ciudadanía, otra cosa son unas sanciones unilaterales contra el régimen que afectan de forma generalizada a la ciudadanía, lo cual sería un boomerang para el gobierno que impone las sanciones.
En el último de los casos, algunos expertos creen que las sanciones contra el país y personeros del gobierno no afectan al gobierno, sino por el contrario lo victimiza, al denunciar el régimen como un exceso de una potencia imperialista y es la excusa para justificar el fracaso del gobierno a causa del bloqueo y amenazar el éxito de su alternativa socialista. Un ejemplo claro: La politización, ineficiencia y falta de gerencia en la industria petrolera. Hasta el momento, las sanciones le han dado al régimen los suficientes argumentos para echarle la culpa a EE.UU. de los males que aquejan al país y así justificar su ineficiencia e ineptitud.
Estratégicamente, las sanciones (como han venido aplicándose) han convertido un conflicto que debería ser entre el régimen y la oposición en un conflicto entre Venezuela y EE.UU. Esto ha evitado que muchos gobiernos hayan considerado que un pronunciamiento significa una intervención. Esta semana se dio un caso muy particular: la Unión Europea aprobó una resolución por unanimidad, desconociendo las elecciones como fraudulentas y dando su apoyo a la Asamblea Nacional legítima y a Guaidó como presidente interino; sin embargo, en la OEA la resolución fue aprobada con mayoría simpe; no hubo consenso al votarla 21 de 34 Estados miembros.
En este contexto, las sanciones han distraído y desviado las responsabilidades del régimen hacia lo que llama el “el imperialismo”. Las sanciones le han lanzado un salvavidas a un régimen que aceleradamente se está hundiendo, para lo cual aplica un paquetazo con medidas populistas como los bodegones, ventas de cervezas de todas las variedades en contra de la industria nacional; la devaluación diaria de la moneda nacional; el aumento del precio de la gasolina y en medio de una guerra económica la autorización de la moneda oficial del imperio.
El nuevo equipo de asesores de Biden está claro en trabajar en dos planos: En el multilateral, la nueva estrategia está dirigida a duplicar las sanciones y continuar construyendo esa coalición internacional como una forma de construir una operación tenaza con presión de las instancias internacionales como las NN.UU, OEA, el Sistema Interamericano de DD.H; suspender el derecho al voto o participación en los organismos internacionales; condicionar la cooperación técnica, restringir el acceso a líneas de crédito o el apoyo financiero. Mientras que al mismo tiempo por la vía bilateral sigue fortaleciendo y construyendo una gran alianza intergubernamental para el regreso al sistema democrático con una elecciones libre no condicionadas, un CNE imparcial no comprometido con el régimen.