Por CÉSAR PÉREZ VIVAS
“La peor forma de injusticia es la justicia simulada.” Platón
El pasado viernes 22 de enero de 2021 se produjo la tradicional “apertura del año judicial” venezolano. En cadena nacional de Radio y TV se nos forzó a oír el discurso, especié de informe judicial, del Presidente del Tribunal Supremo de Justicia instalado en la sede construida por la democracia civilista, al final de la Av. Baralt Norte de Caracas.
Maikel Moreno ofreció un balance de la justicia y del país, propio de quien vive en una súper burbuja, muy lejos de la dramática realidad de los ciudadanos afectados por la injusticia que él representa y por la tragedia causada por su jefe político, a quien le hizo elogios y prodigó “felicitaciones” por “el excelente manejo adelantado con ocasión de la pandemia del COVID-19.”
Me detengo, esta semana a reflexionar sobre “la justicia simulada”, como la calificó Platón en sus diálogos, para ratificar su pensamiento de que ella es “la peor forma de injusticia”. No otra cosa es la justicia revolucionaria: un monumento a la injusticia. Ella se ha convertido en el mascarón de proa, con la cual la dictadura chavomadurista ha pretendido justificar su brutal violación del orden jurídico, y especialmente, de nuestros derechos humanos.
Moreno pensó que por edulcorar sus palabras, por hacer un esfuerzo de simulación, lograría impactar al país positivamente y disimular la inmensa responsabilidad que el sistema de justicia por él presidido tiene, en la ruina de la nación y en la implantación de la dictadura que padecemos.
Al examinar cualquier sistema político, lo primero que debe estudiarse es el funcionamiento del principio de separación de poderes, convertido en doctrina constitucional con la guía intelectual del enciclopedismo, a partir del establecimiento del constitucionalismo moderno, luego de la revolución francesa.
El conjunto de sentencias de las salas: constitucional, político administrativa y electoral son la más contundente evidencia de la total subordinación de ese cuerpo a los intereses de Nicolás Maduro, que no a los intereses superiores del estado y de nuestra sociedad. El discurso de marras se convierte en una prueba adicional de la dependencia metal y política de los ciudadanos que actualmente ocupan, ilegalmente, las más altas magistraturas de la justicia venezolana.
Oír a Maikel Moreno “felicitar” a Maduro por el éxito con el que ha manejado la pandemia es una ofensa a las miles de familias venezolanas, que han padecido en su seno la presencia de la enfermedad provocada por el virus. Más allá de la naturaleza proselitista de su adulancia, el fondo del tema constituye una falsificación de la realidad.
Familias que han perdido a varios de sus integrantes, y que experimentaron en directo, la falta de recursos materiales y humanos para atender a los enfermos en los hospitales y centros de salud del país. Familias que vivieron y viven la cruda realidad, denunciada mil y una veces en los últimos veinte años, como lo es el abandono y ruina de nuestro sistema público de salud. Familias que han tenido que acudir a la solidaridad de los amigos para hacerse pruebas, exámenes y comprar los medicamentos que “el socialismo del siglo XXI” es incapaz de proveer.
Tan dramática realidad no la van a justificar con el cuento del “bloqueo”. La destrucción del sistema de salud es el resultado de la piratería con la que Hugo Chávez, influido por el dictador de Cuba, lo abandonó, importando médicos cubanos con modelos obsoletos y provocando la estampida de más de 40 mil técnicos (médicos, enfermero, radiólogos, etc.) de nuestro país. No sin olvidar la gigantesca e impune corrupción que caracterizó el manejo de los hospitales con los militares a los que Chávez les entregó esta política, como Eugenia Saer, Carlos Rotondaro y más recientemente Luis López. Allí habría suficiente material para que un verdadero sistema de justicia hubiese adelantado una investigación para establecer sanciones y recuperar lo robado. Pero los jueces “revolucionarios” en su cuenta del pasado viernes nada dijeron de estos robos. Solo “felicitaron” a uno de los co-responsables de tamaña injusticia.
Pero Moreno no solo dedicó su cuenta a adular a Maduro, sino a denostar de la oposición venezolana, para continuar las amenazas y la retórica de odio y venganza que sus jefes vienen comunicando desde hace ya varios días, se copió completa la retórica del régimen al expresar: «más allá de las sanciones, de los llamados a la rendición y la subordinación, la verdadera vocación de los servidores y servidoras del Poder Judicial se ha revelado. Quisieron quebrar al país y encontraron la fortaleza de nuestras ideas, el arraigo de nuestros principios, la convicción en nuestras acciones. Llamaron a la insurrección, a la traición y al deshonor y consiguieron la fuerza de nuestra identidad». Para agregar luego: “encontrarán en cada juez del Poder Judicial, un árbitro imparcial pero implacable para juzgar y sancionar sus acciones. «No puede haber reconciliación sin perdón y no existe el perdón sin justicia».
De modo que después de ese discurso, todo el que exprese opinión diferente a la historieta de la cúpula roja tiene garantizada la sentencia condenatoria. Bien lo afirmó el escritor español, Don Francisco de Quevedo: “Donde hay poca justicia es un peligro tener razón».
Moreno habló de los que “quisieron quebrar al país”, cuando él ha convivido y servido, no solo con los que la quebraron, sino los que lo saquearon. No dijo nada de los 300 mil millones de dólares robados a través de CADIVI, según lo ha asegurado el mismísimo ministro de planificación y finanzas de Chávez, Jorge Giordani. Tampoco se refirió a las cuentas multimillonarias de sus amigotes en la banca de Andorra, en la Suiza, europea y norteamericana. Para nada se refirió a la desaparición de los dineros del FONDEN y del FONDO CHINO, y pare de contar la cantidad de robos cometidos por esa banda criminal que asaltó la república. Maikel Moreno solo quiere castigar a quienes estén contra su jefe Maduro.
Es necesario sancionar a todos los que se hayan apoderado de las finanzas del estado, pero una verdadera justicia debe abarcar a todos los incursos en esos delitos, no solo a los adversarios.
Moreno se refirió a Citgo, olvidando el desastre de sus camaradas en el manejo de PDVSA. No tocó ni con el pétalo de una rosa a Rafael Ramírez y al General Quevedo, los artífices de haber destruido la primera empresa petrolera de América y una de las más importantes del mundo. Para nada se refirió a los groseros negociados en la industria, al contrabando de gasolina de gerentes y generales que desangraron por más de 20 años a la empresa hasta llevarla a su actual estado de paralización.
En el informe judicial presentado no se hizo referencia a la violación masiva de los derechos humanos, reflejado en el informe de La Misión Internacional Independiente de las Naciones Unidas donde se determinó la responsabilidad del gobierno de Maduro en graves crímenes de lesa humanidad.
Las miles de ejecuciones extrajudiciales, las privaciones ilegitimas de libertad, la negación de acceso a los procesos judiciales y el ejercicio del derecho a la defensa fueron temas obviados en el informe. Tampoco dijo una palabra en relación con la solicitud de la ONU de disolver el FAES, el cuerpo represivo responsable de muchas de las ejecuciones extrajudiciales.
Para cerrar con broche de oro avaló el fraude del 6 de diciembre para instalar la asamblea oficialista. Su conocimiento jurídico no le permitió entender la magnitud de violaciones directas al texto constitucional, cometidas para montar un cuerpo con más de 110 nuevos integrantes; guardando silencio sobre las vergonzosas sentencias de la sala constitucional, mediante las cuales se intervinieron los partidos políticos de la oposición a los fines de encubrir el fraude cometido.
En conclusión, el acto de apertura del año judicial ratificó la subordinación de la justicia venezolana la dictadura, y puso de relieve, una vez más, el cinismo con el que actúan sus principales voceros.