Un Obispo de armas tomar

La crónica menor – CARDENAL BALTAZAR PORRAS CARDOZO

Es poco conocido y valorado en su justa medida, la trascendencia del último obispo nombrado por la Corona Española en los azarosos años del tránsito de las colonias americanas a países libres e independientes. Fernando VII nombró en 1814 a Rafael Lasso de la Vega (1764-1831), quinto obispo de Mérida de Maracaibo, vacante por la muerte de Santiago Hernández Milanés. El extenso obispado del occidente de Venezuela era, en aquellos momentos, un mosaico variopinto con sectores afines, unos a los patriotas y otros a los realistas.

Lasso de la Vega, natural de Santiago de Veraguas, provincia panameña que formaba parte del Virreinato de Santafé de Bogotá, pertenecía a una familia acomodada. Realizó sus estudios universitarios y eclesiásticos en la capital virreinal, en el famoso Colegio Nuestra Señora del Rosario, centro donde se formaron muchos de los próceres neogranadinos. Doctor en teología y cánones, sacerdote desde 1792, ejerció el ministerio sacerdotal en el curato de Funza y formó parte del Cabildo Catedralicio  como canónigo doctoral a partir de 1804.

De firme formación tomista “le acompañó también su recio carácter que lo hizo entablar enfrentamientos de diversa índole. Uno de ellos en defensa de su sobrino a quien se le negaba el título académico. No fueron tampoco fáciles sus relaciones con el arzobispo, ni con sus pares capitulares ni con los sacerdotes vecinos. Su carácter fuerte para la lucha lo fue también para emprender obras de bien”.

“Llegado el año de 1810, en los acontecimientos en torno al 20 de julio, ni su condiscípulo José Camilo de Torres, pudo convencerlo para asumiera la causa de la separación de la tutela colonial”. En octubre de 1812 abandonó la capital virreinal, esquivando encontrarse con Bolívar. Pasó a Jamaica y más tarde a Panamá donde consiguió el nombramiento de Chantre de la catedral de Panamá. Al ser nombrado obispo hizo el juramento de fidelidad al rey y a su causa. Lo que explica su conducta al llegar al obispado que se le había confiado.

Hombre emprendedor y decidido, no escatimó esfuerzos para llevar adelante la misión espiritual y material que le fue encomendada, siendo incansable, recorriendo varias veces su extenso territorio en visita pastoral. Su amplia formación le otorgó dominio de ciencias y artes, humanas, jurídicas y religiosas, de lo que queda constancia en sus muchos escritos.

La realidad concreta de las condiciones de vida de sus feligreses, y la vacilante conducta de Fernando VII al jurar la constitución de Cádiz de 1812 por presión de los liberales, sepultó el argumento más poderoso del poder divino de los reyes, al admitir que el poder venía del pueblo. En los últimos meses de 1820 la firma del armisticio y la regularización de la guerra entre Bolívar y Morillo, lo obligaron en conciencia a tener una nueva actitud de paz y reconciliación. “No podía ser más duro el Prelado que los Generales”. “En el conflicto de fidelidades, el Obispo Lasso pone en primer lugar la fidelidad a la Iglesia. Desde octubre de 1820 se concertó el encuentro del obispo con el Libertador, lo que tuvo lugar en el templo principal de Trujillo, hoy catedral, el 1 de marzo de 1821.

“El clima del encuentro no pudo ser mejor. El recibimiento todo fue urbanidad, y demostraciones de aprecio y cariño; con todo como era de desearse, a cortos saludos se tocaron los puntos de Patriotismo, Gobierno e Independencia”. El Prelado le manifestó que estaba dispuesto a reconocer la república y quedarse en su diócesis para bien de los fieles, más aún, a escribir al Papa para informarle del verdadero estado de las cosas en Colombia. Aquí radica la enorme importancia del encuentro, pues Lasso de la Vega, escribió sendas cartas al Papa que causaron admiración en el Vaticano, considerándole el Crisóstomo de América. Fue tal la confianza que los primeros nombramientos de obispos en el continente sin pasar por el placet regio, fueron los candidatos presentados por Lasso, sin proceso previo como era la costumbre. Desde entonces, la historia es otra. Las iglesias americanas se entienden directamente con la Santa Sede. De esta efemérides han pasado, y no en vano, doscientos años.

El Archivo Arquidiocesano de Mérida conserva numerosos documentos de su tiempo, más los conseguidos en los archivos quiteños. Bajo la égida de nuestro rico repositorio están publicados los tomos de Antonio Ramón Silva, “documentos para la historia de la diócesis de Mérida; y más recientemente, en la Colección Fuentes para la Historia Eclesiástica de Venezuela, “Conflicto de fidelidades” de Juan de Dios Peña Rojas, y, “Entre la Monarquía y la República”, de Ana Hilda Duque. Dos obras de obligada lectura. Queda mucho material para ahondar en el estudio del fascinante tiempo del paso del patronato regio al patronato republicano, asumido unilateralmente por los nuevos estados surgidos de la Independencia. Pero, eso es harina de otro costal.

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