Por FRANCISCO POLEO
La tragedia del chavismo no es sólo que Hugo Chávez esté embalsamado en el Cuartel de La Montaña, o enterrado en cualquier otro lugar según la versión que se escuche. Lo peor que les pudo pasar a los herederos del teniente coronel golpista fue que, con él, se fue una de las petro-chequeras más grandes que ha pasado por la faz de la tierra. Como de película: se murió Hugo y se secaron las arcas de Venezuela, esas que los rojos manejan con una depravación corrupta pocas veces vista en la historia moderna.
A Maduro, hay que decirlo, le ha tocado un baile mucho más feo que a su padre político. Recoge la siembra, porque la tormenta que le ha tocado transitar no se gestó repentinamente con su llegada al poder. Luego, es responsabilidad de él la manera en la que ha decidido capear ese temporal. Salvajemente, aún más que Chávez, que ya es bastante decir. Lo que no tiene Nicolás es el carisma de Hugo, un tipo tímido que se transformaba cuando la ocasión lo ameritaba. Actorazo, sin duda. Ojalá se hubiera decidido por la Academia cinematográfica en vez de por la Academia Militar.
La curiosidad política no deja de asaltarnos: ¿cómo hubiera transitado Chávez la crisis que le ha tocado a Maduro? Sin el sex appeal de la petro-chequera, ¿le hubiera bastado con sus dotes histriónicas? ¿Le hubieran armado el cerco internacional que le montaron al bigotudo? Cuestiones para el mundo de las hipótesis. Lo cierto es que con Venezuela no hay el romanticismo que hay con Cuba. Los niuyorquinos y los madrileños no se babean por visitar Caracas como lo hacen con La Habana. Por eso, entre otros detalles de profundidades geopolíticas, no ha habido tanta alcahuetería con el chavismo. Me late que el cariño de la izquierda cabrona hacia el Socialismo del Siglo XXI era más de carácter crematístico que de otra cosa. Por ejemplo, no es cualquier cosa que un futbolista logre un contrato como el que tenía el barrilete Maradona: 300 mil dólares mensuales por hacer de lobbista en Miraflores. Y, ya que estamos y que hasta aquí llegamos, preguntémonos cuántas vacunas anti-Covid se pudieran comprar con la mesada de Diego Armando.