Joe Biden no es Barack Obama

Biden

Por FRANCISCO POLEO

Barack Obama y Joe Biden en foto de archivo. Cortesía.

“Joe Biden no es Barack Obama en su política hacia Cuba”. La frase debió retumbar en las salas de redacción de la unión americana, pero no fue así. Quizás si en vez de a Cuba se hubiera mencionado a Irak o algún otro lejano país la reacción hubiera sido distinta, pero el desdén de la prensa estadounidense hacia el sur del continente ya es endémico. Sólo tiene centimetraje constante en tiempos electorales. Me explico. No es cualquier cosa que Juan González, uno de los principales asesores del actual presidente, que en buena parte llegó a la Casa Blanca gracias a su pasado ligado a Obama, se desmarcara de esa manera de una administración en la cual fue vicepresidente.

Pero es que Biden nunca comulgó con la idea de abandonar a su suerte a Latinoamérica. De hecho, fue el funcionario de la administración Obama más activo en la región. Se reservó para él esa zona de influencia mientras el resto del equipo estaba atendiendo problemas en las postrimerías del mundo. Visto lo visto, casi mejor que haya ocurrido así. Una de las pocas veces que Barack regaló unos minutos de su tiempo a sus vecinos, ocurrió lo de Cuba. Me refiero al show frívolo lleno de música, moda y béisbol en La Habana, pelando los dientes al lado del dictador Raúl Castro, creyendo que así iba a domesticar a ese tigre. Le fue tan bien como a Nixon con China.

Si hacemos caso a González, la aventura de Biden será distinta a la de Obama. En ese saco entra Venezuela, en donde Washington ha dejado claro que no levantará las sanciones, lo único que no deja dormir a la élite chavista, hasta que lleguen a un acuerdo con Guaidó para unas elecciones libres y justas. Con Guaidó y lo que él representa, que es la coalición de partidos políticos democráticos y el resto de la sociedad civil organizada. No con oposiciones prêt-à-porter ni empresarios cuyas cabezas, y algo más, han sido envenenados por el régimen chavo-madurista con la fantasía de que pueden llegar al poder.

González también ha dejado patente un minucioso conocimiento de la realidad política venezolana. Cuando se refiere al poder dictatorial, se dirige a Maduro…y a Jorge Rodríguez. El autócrata venezolano ha encomendado a los hermanos Rodríguez la zona de acción política del régimen. La económica la han dejado en manos de Tarek El Aissami y la militar en las de Vladimir Padrino. Delcy es la vocera despiadada y Jorge el gran operador. Internamente, creó una oposición a la medida que le obedece de manera descaradamente perruna.

A quien no ha logrado engatusar el psiquiatra Rodríguez es a Biden. Mientras el presidente está en la Casa Blanca poniendo en marcha un plan de vacunación y una recuperación económica que son modelo a seguir, sus asesores más cercanos se encargan de reparar el tejido internacional de Estados Unidos. Blinken se bate con China, Rusia, Irán y especies similares. González tiene a Latinoamérica como prioridad, región que visita constantemente. Al presidente colombiano Iván Duque, el asesor de Biden le refuerza la solidaridad del Tío Sam. Al fin y al cabo, es el principal aliado en la región y el vecino de Maduro en unas fronteras que lo son del viento. En Ecuador, con la victoria de Guillermo Lasso, se contará con otro amigo de la democracia. En Bolivia aclara la mañana con la derrota del partido de Evo Morales en las principales regiones. El problema, que nada es perfecto, es el Perú, que ahora se debate entre el marxismo radical más primitivo y el retorno del fujimorismo. 

Para probar que no es Obama, y por supuesto Trump, Biden deberá liderar un proceso que culmine en una región estable y democrática.

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