Por FRANCISCO POLEO

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, junto a su par chino Xi Jinping, en foto de archivo.

Una pequeña nación centroamericana conmocionó a la región. Al menos, a los demócratas de la región. En un golpe de manos legal pero poco democrático, el partido de gobierno aprovechó su nueva mayoría parlamentaria para destituir de un plumazo a los magistrados de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo. Se trata de la última jugarreta autoritaria del salvadoreño Nayib Bukele, un tipo con un manejo mediático espectacular. Como los de toga no le eran afines, decidió cambiarlos. Así de simple, al más puro estilo latinoamericano que, irónicamente, dice enfrentar.

El presidente de El Salvador cultiva la imagen de bad boy. Un irreverente con cazadora de cuero y peinado engominado. Contestón, casi abusón, en Twitter. Dice ser de derecha, pero manda al carrizo a Washington mientras corteja a Beijing. Hace lo que le da la gana y se jacta de ello. El show va de la mano con su éxito electoral, al más puro estilo de Hugo Chávez. Y hablando de chavismo, la deriva mandona de Bukele cobra un cariz aún más dramático por quienes le asesoran. A la estrella de rock de 39 años lo asesoran un grupo de venezolanos que tuvieron que abandonar su país por prácticas muy similares a las de su actual jefe. La diferencia es que en Caracas son oposición y en San Salvador son gobierno.

La cara pública del equipo de asesores venezolanos de Bukele es Lester Toledo. Dirigente de segunda línea en Venezuela, salió exiliado rumbo a Colombia, en donde dejó un campo minado por alguna que otra polémica. Perteneciente a la cúpula del partido Voluntad Popular, recaló en Centroamérica gracias a su conexión con Karim Bukele, hermano de Nayib y uno de los principales promotores de los capitales chinos en El Salvador. Lester y Karim han viajado a China acompañados de la embajadora de Beijing en la nación centroamericana, según denuncian fuentes cercanas a Taiwán, uno de los principales afectados por esta relación.

Tras el presunto éxito en El Salvador, Toledo ahora enfila hacia España. Allá le espera Leopoldo López Mendoza, líder de su partido, con quien limó asperezas en Bogotá a principios de año. El asesor, de quien todavía no se sabe si dedica a tiempo completo a los negocios o sigue siendo político, espera aprovechar las conexiones de los López en el Partido Popular. El patriarca familiar, Leopoldo López Gil, es eurodiputado por las filas populares.

Pero, más allá de Toledo, los López tienen en El Salvador una ficha de su máxima confianza. Se trata de Sara Hanna Georges, comadre tanto del ex preso político venezolano como del presidente salvadoreño. Esta relación con Bukele ha causado resquemores tanto en el círculo íntimo de López como en la cúpula de Voluntad Popular, confirman fuentes del partido político venezolano que piden discreción por posibles represalias internas.

Estos detalles personales se vuelven relevantes cuando está involucrado aspira a la presidencia de la República. Sin embargo, lo determinante es la conexión entre el régimen chino y un sector de la oposición venezolana tan importante como el círculo más íntimo del auténtico poder detrás del trono del interinato. Este coqueteo crematístico no ha caído nada bien en la administración Biden, que se ha puesto como prioridad geopolítica ponerle un dique a la expansión china. De hecho, en conversaciones con líderes políticos de la alternativa democrática, Washington ha sido claro en que no tolerará esta ambigüedad.

Leopoldo López, que no duerme pensando en la gloria política, puede perderlo todo si no le pone el cascabel al gato dentro de su partido. Caer en la mala con el Tío Sam sería su sentencia. Y que recuerde la máxima de la mujer del César.