CORTO Y PROFUNDO
Por RAFAEL POLEO
A todos nos sorprendió que Maduro arriesgara la preciosa credibilidad de sus elecciones, exhibiendo sus vergüenzas en Barinas. Pero es que este escándalo no lo ha provocado Maduro, sino Diosdado Cabello, con daño evidente para la dictadura, a la cual se le arruina lo que esperaba fuese un barniz de decencia.
Diosdado se porta de este modo porque para él es fatal el acuerdo, que se va logrando, para una transición. Este acuerdo comenzaría a concretarse en unas relaciones normales entre el Ejecutivo y los opositores posicionados en estas elecciones. Lo de Barinas estropea este proyecto que para Maduro, cuya situación se acerca a lo insostenible, es la salvación.
Diosdado necesita todo lo contrario de un acuerdo que para maduristas y afines significa la impunidad, mientras él será arrojado a las fieras. Su señalamiento como eje del narcotráfico en Venezuela le ha valido sanciones y juicios por delitos que no tienen prescripción ni fronteras. Su única posibilidad de supervivencia es el establecimiento en Venezuela de una dictadura eterna, lo cual no hace gracia alguna a los jerarcas del régimen que quieren acordar el blanqueo de sus expedientes y sus capitales. El hijo de El Furrial tiene sobradas razones para temer un destino como el de Carlos Lehder, entregado a la DEA por Pablo Escobar.
Para arruinarle la fiesta a Maduro, Diosdado ha utilizado algunas de las posiciones de poder que conserva, como es la Sala Electoral de Tribunal Supremo. Difícil saber cuántos leales tiene en otras posiciones de poder. Parecen suficientes para extender esta situación paradójica en la cual el Gobierno quiere la democratización jaquetona que permita a sus jerarcas el disfrute de lo conquistado, sapo que la Oposición, cuyo interés básico es el retorno del juego democrático, está dispuesta a deglutir.
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