Tropezar dos veces con la misma piedra

Por JURATE ROSALES

No logro entender el razonamiento de los ahora cada vez más confundidos supuestos candidatos a presidentes de Venezuela, quienes se van cada uno por otro lado cuando todos deberían trabajar juntos para amparar a Juan Guaidó, el único que ni apunta ni parece querer transformarse en algo más que interino. Aparentemente, los candidatos a presidente – todos – carecen de siquiera un mínimo sentido de unidad nacional. Lo cual de antemano los inhabilita a todos. Es tan notoria la ausencia de preocupación por la población que sufre y clama por una unión salvadora, que empiezo a sospechar que los presuntos candidatos carecen del sentido de las realidades.  

Imagino la sorpresa de los funcionarios norteamericanos, por no lograr lo que para ellos es un requisito evidente – el apoyo de la oposición entera. Al contrario, cuando la meta es liberar a Venezuela de una situación considerada la más depauperada del continente americano, quienes intentan ayudar, que son todo el vecindario que también carga con los refugiados, pareciera que los supuestos dirigentes de la oposición se van cada uno por su lado. Obviamente, ninguno ha entendido cuál es su situación. Mucho menos cuál es la situación actual de su país.  

Lo más grave es que aparentemente 20 años de padecimiento venezolano no han enseñado nada y por el contrario, los llamados líderes repiten – asombrosamente – las situaciones vividas en todos los países de Europa que durante décadas padecieron del comunismo. La historia se repite ahora en Venezuela, con tanta precisión, que alguna vez tengo la impresión de vivir una segunda vida,  – idéntica –,  con absolutamente las mismas experiencias y sufrimientos. 

Me asombra ver, cómo la historia es siempre la misma, pero nadie aprende, repitiendo una, y otra vez, las mismas situaciones. No hago sino recordar las diversas diásporas que conocí inmediatamente después la Segunda Guerra en París. Allí estaban los refugiados rumanos, peleando entre ellos por liderar la diáspora, y seguían divididos entre los que soñaban con su rey depuesto y que debía según ellos recobrar la corona, y los que se creían republicanos – y todos peleaban entre ellos sin comprender su situación. Los refugiados de cada país ocupado por los soviéticos, luchaban entre ellos como si se tratara de recuperar el gobierno de cada uno según el partido donde habían militado antes de la guerra. Lo más asombroso, era que se olvidaban de los presos en su tierra, porque la pelea en la diáspora era entre ellos, entre sus antiguos partidos políticos como si cada uno siguiese bregando por una imaginaria presidencia. 

Los primeros contingentes de refugiados de diversas nacionalidades que luego trajo la UNRRA (la organización de las Naciones Unidas para los refugiados), a Venezuela, continuaron dividiéndose según sus antiguos partidos políticos. Era completamente absurdo, pero siguió existiendo hasta que la mayoría murieron y sus hijos “se dejaron de eso”. No lo cuento inventado – lo viví. Recuerdo cuando la colonia de los refugiados lituanos, celebró la creación de una asociación que se llamaba Lituanos de Venezuela, con sede en Maracay que es donde la mayoría se ubicó, y el problema surgió entre antiguos miembros de los dos principales partidos políticos que habían existido en Lituania, porque cada uno quería presidir los cuatro gatos que había en Maracay. Fue la primera vez cuando a los 20 años de edad y mi status de refugiada, pedí la palabra avergonzando a los presuntos líderes, pero me puse a llorar al ver lo absurdo del pleito, y esto funcionó como un llamado a la realidad. Mas nunca en la colonia lituana hubo luego diferencias  de ese tipo. No así en las numerosas diásporas lituanas de otros países que tardaron en comprender. Lo que hoy me asombra, es que veo repetirse  las mismas situaciones en Venezuela y sus numerosas diásporas, donde igualmente los líderes no entienden cuál es su situación real. Y hasta se dan el lujo, de pelear entre ellos, cuando el enemigo es otro y lo es de todos. 

Me pregunto a qué se deben estas situaciones que con tanta exactitud se repiten, como si los humanos efectivamente fuesen el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Es que se cansa uno al ver que nadie aprende. Ojalá no se cansen los cuarenta países que todavía nos apoyan y ruego a Dios que tampoco se canse Biden de tanta necedad. 

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