Por EDUARDO MARTÍNEZ – Corresponsal en Italia
Bien entrada la mañana, en un frío domingo de diciembre, la Vía Roma de Torino está repleta de gente. A pesar de las nuevas medidas contra la pandemia, los torineses han salido a las calles a caminar y comprar sus regalos navideños. A media cuadra de la Plaza San Carlos llega el sonido preciso de un violoncello.
Justo en el pórtico que permite la entrada a la emblemática Galería San Federico, a pesar de ese frío invernal por debajo de los 10º, una joven interpreta magistralmente una pieza del repertorio clásico. Su agilidad no se ve perturbada por la baja temperatura. Sin mascarilla, su sonrisa cautiva a quienes empiezan a detenerse frente a ella para continuar escuchando las melodiosas notas que la chica arranca delicadamente del cello.
En sus manos el arco fluye con suavidad y determinación. A medida que arco y dedos van a la caza de las notas, su rostro se ilumina para dejarnos ver las muecas en su rostro, mientras su abrigado cuerpo parece seguir el ritmo bailando en lo estático por estar sentada.
Con larga cabellera negra, al igual que sus ojos, y una piel blanca de tipo latino, puede pasar por italiana. Para los italianos, es una “bruna”, para los venezolanos es una criolla. A pesar que hace más de 100 años hubiera parecido llegar de la corte de los reyes de la Savoia, unas cuadras más allá.
Es cuando advierto una pequeña pizarra delante de ella: “Musica dal vivo per Violoncello Solo di Andrea”, debajo en otro color: -VENEZUELA-. Detrás, una caja para las propinas con el escrito: “¡Gracias! GRAZIE”, seguido del dibujo de una carita feliz.
Al culminar su set de interpretaciones, la lluvia de propinas no se hicieron esperar. Fueron como campanazos en la vida de esta venezolana de la diáspora, que con su virtuosidad, se labra dignamente su diario vivir en tierras extrañas.
“Soy Andrea Jiménez, de Maracaibo”
Cada persona que viene hacia nosotros, trae consigo una historia. Cada palabra que pronuncia, abre inimaginables relatos de orígenes, experiencias, éxitos y desencantos. Así ocurre con “Andrea Jiménez”, quien al presentarse añadió con una contagiosa sonrisa: “de Maracaibo”.
Mucho más frío por supuesto, al pasar de temperaturas de 40 grados a la sombra en Maracaibo a menos de 10 grados en Torino.
Al terminar su jornada de trabajo en la Galería San Federico, no perdimos la oportunidad de conversar con Andrea.
¿Cómo llegaste a Torino?
Gracias a amigos del Sistema, músicos, que me llamaron desde Torino para trabajar y estudiar aquí. Bueno, ese el resumen.
¿De dónde eres tú?
Soy de Maracaibo. Más maracucha que un patacón –dice entre risas.
¿Cuánto tiempo estuviste en el Sistema de Orquestas?
Desde los 12 años y todavía. Me considero que sigo siendo parte del Sistema. Sigo en contacto, pendiente…
¿Cómo te trataron en Torino cuando llegaste?
Bien y mal. No se qué contarte, en el sentido en que la señora que me trajo-que no nombró– que me trajo no cumplió con lo que prometió. Me vi en la situación de buscarme otros amigos, y por fortuna conocí esta familia italiana que por fortuna prácticamente me adoptó. Me han ayudado mucho en mis estudios y en mi desenvolvimiento en Italia.
¿Estás estudiando ahora?
Si, estoy terminando mis estudios en el Conservatorio de Torino, teniendo como instrumento el Cello.
¿En Venezuela qué estudiabas?
En Venezuela estudiaba Musicología en Maracaibo, y en la Academia Latinoamericana de Violoncello en Caracas, y siempre estuve con diferentes orquestas: la Nacional Infantil, hice varios cursos en Caracas, estuve en la Sinfónica de Maracaibo, y estudiaba Musicología en la Universidad Católica Cecilio Acosta.
¿Cómo te ha ido con el estatus migratorio italiano?
Es cuestión de suerte. Amigos que llegaron después les fue muy bien. Tuve que esperar un pocos más, pero dentro de todo bien. Italia me respondió y me acogió.
¿Qué haces para vivir?
Para vivir toco en las calles desde hace 4 años y medio, y giro con diferentes orquestas para hacer conciertos en toda Italia. He tocado con Giovanni Allevi. (NR: Allevi es un famoso pianista y compositor italiano, cuyo tema “O Geneorosa”, es el himno con el que se inicia cada uno de los juegos del Campeonato de Fútbol Italiano de la Serie A, desde el 2015).
Siempre con orquestas, cuartetos, tríos, lo que salga.
¿Lo de tocar en la calle te da para vivir, para comer?
Me ayuda, sobre todo ahora que estoy empezando a hacer proyectos sola. Antes estaba como mi trío. Éramos tres maracuchos, ahora continúo en la calle sola con mi proyecto. Me da para pagar mi comida y mi casa.
¿Cómo te ha ido en el Conservatorio?
Bien. Mi maestro, desde que me aceptó, me puso a hacer concursos internacionales, donde he logrado segundos premios, me dio una beca y un violoncello. Y estoy terminando mis estudios, gracias a él.
¿Hay más venezolanos que estudian en el conservatorio?
Somos un grupo, sobre todo de maracuchos (7) y 3 caraqueños. Ya somos 10 venezolanos. Todos músicos, todos del Sistema. Los maracuchos nos fuimos trayendo unos a otros porque nos conocemos de toda una vida. Más de 10 años tocando juntos en Maracaibo. Cada uno sigue su camino, trabajando con la música y diferentes trabajos. Todos “matamos tigres”.
¿Cuándo te gradúas en el Conservatorio?
Me gradúo el próximo año. Espero luego atacar mi master y doctorado, y ver la posibilidad de audicionar en cualquier orquesta europea. Preferiblemente en Italia, porque amo a Italia. Logrando trabajar en una orquesta y con sueldo, fija.
Regresando a tu trabajo de tocar en la calle, ¿cómo es eso?
Antes no se pedía permiso. Hace 4 años era la competencia por el puesto. (NR: solo se puede trabajar en lugares pre establecidos, y está prohibido frente a los negocios) Me despertaba súper temprano para ocupar el puesto. Ahora la ciudad de Torino tiene una aplicación (App) a través de la página web del Comune (Municipio) donde te asignan los puestos y tienes el horario para tocar. A mí me gusta mucho. Conoces mucha gente que pasa, preocupada con cara triste, y apenas escuchan una nota siento que les cambio el mundo, que se alegran, que cual cosa les doy más allá del dinero. Me gusta darles los momentos musicales a toda la gente que pasa por la calle.
La Galería Federico en la Vía Roma aparte de emblemático, con exclusivas tiendas y lugares históricos de la ciudad, ¿por qué te gusta tocar allí?
Estoy allí, es emblemático y porque me sirve por la acústica. Porque siendo el Cello un instrumento no amplificado, todos los pórticos de Torino te dan la acústica que requieres.
¿Cómo es la interacción con el público?
La gente me pide canciones. Como siempre pongo Venezuela, ya antes tenía una bandera que voy a volver a poner. Pero también los latinoamericanos, de México, de la Argentina, etc.
Pero estás mimetizada. Pareces italiana cuando se te ve interpretando música con tu Cello….
Sí, pero yo siempre trato de mostrar mi lado latino. Antes hasta tocaba con la bandera. La voy a volver a poner. Porque ahora escribo Venezuela en la piccola pizarra que viste.
¿E interpretas gaitas en tus toques de calle?
No, pero quisiera. Los maracuchos somos inflados. Voy a mandar a hacer unos arreglos de gaitas. Lo he estado pensando. No podrá faltar la “Cabra Mocha” y la “Gaita Número Uno”. “Cuando voy a Maracaibo y empiezo a pasar el puente….”
Así, Andrea Jiménez cerró la conversa diciendo con nostalgia: “Maracaibo, cuánto te extraño”. Una expresión que quedó en el suspenso de la diáspora venezolana por el mundo: el ansiado regreso.
Torino, diciembre 2021.
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