La cabalgata del último chance 

*** La ceguera de los políticos venezolanos amenaza con cansar a las potencias occidentales y dejar de ofrecer al país una última oportunidad, considera la autora. 

Por JURATE ROSALES     

La actitud de los líderes de la oposición venezolana algunas veces me asombra. Me extraña que tantos presuntos “candidatos a candidato” que se creen presidenciables y no entienden que en este momento en Venezuela estamos muy lejos de cualquier candidatura partidista, sigan soñando y vivan fuera de la realidad. Lo más grave es que abundan “candidatos” de los que cada uno evidencia una asombrosa ignorancia en cuanto al momento que vivimos, y por ende, a las exigencias de ese momento.  

Lo más grave es la ceguera que observo en muchos de los posibles candidatos a la presidencia, cuando nada de lo posible, y sobre todo realista, en este momento existe. Nadie piensa que en una situación que no puede ni podrá parecerse a cualquiera elección normal, pueda importar quién será – de lograrlo – el candidato democrático. Reitero, que por ahora, poco importa quién pudiese ser presidente legalmente electo, con tal que haya legalidad y – por favor  – unión de todos los posibles actores reunidos alrededor del que todos habrán aceptado. Recuerden que así se procedió para salir de la dictadura de Pérez Jiménez y lograr para Venezuela sus años dorados de democracia. Aquel histórico pacto de Punto Fijo que luego permitió la alternancia democrática, debería ser el ejemplo. Quizás eran otros tiempos, cuando la política se manejaba con palabras de honor. 

Desde el primer momento de la era Chávez plagada de trampas y engaños electorales, esa honradez de los políticos de la oposición también dejó de existir y a mi juicio, esta es la verdadera razón de que la oposición más nunca logró levantar cabeza. Cada vez, la esperanza de recobrar la democracia, fue arruinada por una ceguera teñida de infundadas ilusiones de cada grupo presumiblemente de oposición, que sin saberlo, siempre ayudó al chavismo. 

Intento recordar cómo fue cuando cada vez, la esperanza de una Venezuela normal fue arruinada por culpa de asombrosas impericias políticas e incluso una incapacidad de medir las realidades. 

La primera vez, se apresuró el Carmonazo. Lo recuerdo como si fuera ayer, pese a que ocurrió en el año 2002. En esa madrugada fatídica, la llegada de elecciones normales parecía estar al alcance de la mano, los diputados esperaban reunidos que apuntara la madrugada para destituir a Chávez, que ya estaba preso debido a la matanza que había ordenado. Y de pronto, todo se arruinó por culpa del “quítate tú para ponerme yo”. 

Vuelvo a recordarlo. Porque aquel momento pudo habernos ahorrado dos décadas de cada vez más profundo sufrimiento. Una marcha muy nutrida de protesta terminó en aquella masacre perpetrada por pistoleros atrincherados en el puente Llaguno, adyacente a Miraflores. Hugo Chávez fue apresado y los parlamentarios, reunidos durante la noche, se preparaban para deponer e incluso enjuiciar al presidente por haber creado la masacre. Sin embargo, en vez de una decisión parlamentaria, mientras los diputados esperaban reunidos que apuntara la madrugada para proceder, se apresuró durante la noche el famoso golpe de Estado de Carmona. Hoy sabemos con cada detalle quién se apresuró y con quiénes contaron. Al apuntar la madrugada, no quedó otro remedio a la Fuerza Armada, ante la profusión de aprendices a golpes de Estado, que cortar por lo sano y restituir a Chávez en la presidencia. La natural y constitucional modalidad de proceder legalmente, quedó abandonada y más nunca se repitió. A partir de allí, Chávez se erigió en Presidente cada vez reelegido, gracias al fraude electoral, repetido con la trampa de Smartmatic, que fue revelada más tarde.   

Fue aquella la primera vez, cuando por venalidad de políticos de oposición, Venezuela quedó en las manos – año tras año – del chavismo, posteriormente reforzado por la presidencia de Maduro, quien siguió con la hoy develada trampa electoral de la empresa Smartmatic. 

Desde entonces, pierdo la cuenta de todas las manifestaciones de protesta, los intentos de rebelión ciudadana, las marchas de rechazo al  sistema, los cientos de presos políticos que sumados ya son miles, los torturados y asesinados, y la destrucción del país que de ser la república más rica de Sur América, terminó siendo la más depauperada. Y en cada intento de sacudir esa desgracia, en los muchos intentos  que sucedieron a lo largo de más de 20 años de continuas tragedias, la ineptitud de los políticos de la oposición, no hizo sino repetirse.  

Hoy, mientras la nación se hunde en una pobreza crítica y el territorio está preso de bandas criminales, los llamados líderes de la oposición JAMÁS FUERON CAPACES DE UNIRSE EN UN SOLO CUERPO, TODOS. Ahora hasta los que se decían parte de la llamada “oposición” se separan – por cierto, haciendo juego al chavismo a tal punto que, una labor de años como lo ha sido el trayecto de Primero Justicia, pronto – lamentablemente – será desbandado por una decisión asombrosamente errónea de su dirigencia.     

Lo más notorio es la ceguera política, que todo el mundo ve, menos los “candidatos a candidato” cuyo número más bien se incrementa, posiblemente a la gran satisfacción de Maduro. 

Si sacamos la cuenta de cuantas veces en estos años los venezolanos intentaron sacudir la férula del sistema instaurado por Chávez y luego por Maduro, perderemos la cuenta. Son años de víctimas en su mayoría muy valientes y jóvenes que, sumadas, creo que hasta pueden superar en número incluso el desangre que costó la Guerra de la Independencia. Alguna vez, espero que aparezca el relator histórico de esos años de heroísmo.  

En conclusión, en vez de las infantiles zancadillas que cada grupo de opositores se aplica entre ellos, creo que es urgente adoptar una madurez que después de más de veinte años ojalá se consiga. Han sido demasiados los errores políticos y de falta de unidad. ¡Dígame el reciente caso de Monómeros, ejemplo de falta de unión que ha sido la más reciente incidencia de falta de seriedad! Así llegarán a cansar hasta a los más interesados por ayudar y estabilizar a una población que ya perdió 6 millones de venezolanos obligados a huir de su tierra.

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