comunismo

Marcando diferencias

*** A la corriente política que en Latinoamérica se denomina “comunismo” se suele llegar por tres vías, considera el autor.

Por ANTONIO A. HERRERA-VAILLANT

A la odiosa, destructiva y estéril corriente política que en Latinoamérica se denomina “comunismo” se suele llegar por tres vías.

En primer lugar, están los ilusos honestos, que sueñan con mejorar la sociedad en general, eliminar lo que consideran injusticias y construir utopías. Este grupo suele evolucionar con la experiencia, con vistas a las realidades políticas, económicas y sociales; y no tienen inconvenientes en reconocer el fracaso de sus propuestas y cambiar de rumbo – sin sonrojarse – en aras de un mayor bienestar para las grandes mayorías.

A la larga suelen terminar integrando lo que pudiésemos denominar izquierda moderada, cívica y democrática.

Luego ha surgido un segundo grupo oportunista, que se monta sobre los anteriores para disfrazarse de “progresistas” y aprovecharse del irresponsable populismo y la demagogia para mantener el poder, normalmente por medios tiránicos, rapaces y depredadores, sin otra ideología que sus propios intereses personales. Son quienes dominan las cínicas dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Un tercer grupo son quienes llegan al “comunismo” por resentidos, envidiosos, fracasados, llenos de odio, y petulancia, que lo único que traen consigo es un destructivo espíritu de venganza contra todo lo que sea bueno, bonito, útil y eficiente.

El problema de esta gente es con el espejo: En el fondo se odian a sí mismos y culpan a otros de sus propias deficiencias. Esos no cambian, aún ante los fracasos más estridentes, así se rotulen de rojos, verdes, azules o amarillos: Siguen hundidos en sus rencores cualesquiera sean los rostros ideológicos que pretendan asumir. Madame Defarge siempre renacerá en la denominada izquierda carnívora, jurásica, obcecada y tiránica.

En la lucha contra éstos últimos parece importante mantener presente la diferencia entre las tres tendencias, y no meterlos en un solo saco para impedir que se cohesionen bajo un frente unido. Sobre todo, se deben evitar las profecías que resultan autocumplidas, al empujar a los moderados a los brazos de los otros grupos.

Esta cautela hay que tenerla muy presente en Chile, donde lo más notable de la última elección ha sido la constructiva reacción del candidato Kast y el hecho de conservar la mitad del Senado en manos de la oposición. Tema parecido al de Perú, donde el inepto Castillo está ya rodeado por una institucionalidad que le obliga a mantener cauces democráticos; y en los batacazos electorales que sufre el peronismo en Argentina. Fe y adelante, que el equipo democrático, a la larga, gana.

¡Y un mucho mejor año 2022 para todos!

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