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Los otros embustes (cuentos) de Maduro

Por CARLOS CANACHE MATA

*** El autor repasa la situación económica de Venezuela, que empieza tímidamente a recuperarse pero aún está muy lejos de estar bien.

En el artículo anterior, comencé a hacer algunas consideraciones generales sobre el mensaje presentado por Nicolás Maduro el día 15 de enero a la ilegítima Asamblea Nacional que, apoyada por la fuerza, sesiona en el Palacio Federal Legislativo. Después de un vuelo rasante sobre la situación política, inicié el examen de la gestión económica reseñada en su desmemoria y cuento, que la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), incluye entre las “de peor desempeño en 2021”, de los países de la región.

En ese artículo de la semana pasada demostré, con citas de instituciones de análisis económicos y de reputados economistas, que Maduro dijo el 15 de enero un primer gran embuste (cuento) en su mensaje de rendición de cuentas ante su espuria Asamblea Nacional, al afirmar que en el año 2021 hubo el “logro maravilloso” de haber podido “activar las fuerzas económicas reales de la sociedad venezolana”, con un consiguiente crecimiento del PIB que, supuestamente, algunos “proyectan” que sería “superior al 4%”. Nada de eso es cierto. Se ha aplicado una política cambiaria que promueve la sobrevaluación del tipo de cambio, lo que hace más barato importar que  producir. La verdad es ésta: no ha habido una recuperación económica, sino que solo se ha detenido la contracción, la economía se ha estabilizado en el “foso depresivo”. Desde el año 2013 (o sea, antes de la sanciones de EEUU y la EU, que se iniciaron en el 2017) hemos venido arrastrando una pérdida del tamaño de la economía de alrededor del 80% del PIB (para el año 2012, el PIB era de 352.191 millones de dólares, ahora apenas alcanza a 44.893 millones de dólares, de acuerdo con cifras del FMI), ha desaparecido aproximadamente el 90% de las industrias y se ha reducido en alrededor de un 75% la producción petrolera. Al dividir el PIB entre los habitantes del país, el PIB per cápita de Venezuela está en el entorno de los 1.600 dólares, es decir, somos, en toda la región, el país con menor dinero por habitante.

Lo dicho arriba, el economista Leonardo Buniak lo precisa en estos términos: “…la sobrevaluación es el cáncer para el sector productor de bienes transables, es decir, una moneda sobrevaluada lo que hace es promover las importaciones y le resta capacidad a las exportaciones. La economía se ha convertido en una economía importadora, de puertos. Hoy en Venezuela difícilmente se puede hablar de escasez, pero esto es en detrimento de la producción nacional…No ocurrió una recuperación económica, lo que hicimos fue estabilizarnos en el foso depresivo, es decir, ya la economía no cayó más, dejó de contraerse y experimentamos una suerte de estabilización en el foso, y a partir de 2022 veremos cierta dinámica de recuperación pero asociada al sector comercial y servicios que se importan”.  

Segundo embuste (cuento). Cuando se dice una verdad, pero se esconde otra, se engaña a la gente. Desde el año 2017 hasta el año 2020 tuvimos, durante los 12 meses de cada uno de esos cuatro años, tasas de inflación superiores al 50%, lo que significa que estábamos en hiperinflación, de  acuerdo con la definición más aceptada de ésta, dada por el estadounidense Philip Cagan en 1956. Fue una de las hiperinflaciones más larga de la historia moderna, sólo superada por la de Nicaragua (1986-1991) y la  de Grecia (1941-1945). El presidente de facto y dictador Nicolás Maduro, dijo la verdad al afirmar que en el año 2021 el índice de inflación cerró en 686,4% (cifra reportada por el BCV) y que  durante los 12 meses del mismo año 2021 las tasas de aumento de precios fueron inferiores al 50%, por lo que ya no estamos en hiperinflación. Este resultado se logró por la restricción del gasto público, por la disminución del financiamiento monetario (la emisión de dinero sin respaldo) del déficit fiscal, por el elevado encaje legal (85% del monto de sus depósitos totales que los bancos deben mantener en efectivo a la vista  en el Banco Central) que sirvió para controlar la oferta monetaria, y por la intervención cambiaria del BCV con la inyección durante el año 2021 –según el economista José Guerra- de 600 millones de dólares en el mercado cambiario, para así mantener a raya el precio del tipo de cambio. Pero el usurpador de Miraflores no dio importancia al hecho de que, aunque hubo desaceleración o ralentización inflacionaria, seguimos ostentando la inflación más alta del mundo. 

En un análisis de Juan Smith Perera sobre la cuestión inflacionaria, aparecido el 7 de enero de 2022 en el Noticiero Digital, se considera que “utilizar, por un lado, las reservas del Banco Central de Venezuela para alimentar el mercado cambiario; y por el otro, mantener salarios y bonos a niveles ínfimos, además de limitar los créditos bancarios, habría logrado que Venezuela salga de la hiperinflación, pero a un costo muy elevado para empresas y trabajadores, para la economía, de acuerdo con tres economistas consultados por ND: Luis Oliveros, José Guerra y Ronald Balza”. Eso ya lo señalamos líneas arriba, al referirnos a la imaginaria “recuperación económica”, que solo fue, repetimos, una “estabilización en el foso”.

Tercer y demás embustes (cuentos). Es de antología, como para ser recordado por su monumental falsedad, lo que en su mensaje de cuenta y cuentos dijo Maduro en relación a la pobreza: “En el año 2021, en los indicadores de pobreza logramos una mejoría sustancial, importante, trabajada: de disminuir la pobreza general de 18,4% a 17,7 %, en medio de la recuperación milagrosa que estamos logrando. Y la pobreza extrema, medida con una metodología de la Organización de Naciones Unidas, se mantuvo al mismo nivel que el año 2020, 4,1%”. Asombra que con desfachatez inigualable se hagan afirmaciones que después todo el mundo puede desmontar y tirarlas al suelo. Basta con que citemos la muy reputada (convertida en referencia nacional e internacional en la materia) Encuesta sobre Condiciones de Vida (ENCOVI) de la Universidad Católica Andrés  Bello que en su Informe 2021 ubica  al 94,5%  (¡muy, muy lejos del 17,7%!) de los venezolanos viviendo por debajo del umbral de pobreza, es decir, en pobreza general, medida por el nivel de ingresos; y, en cuanto a la pobreza extrema (incapacidad para comprar los alimentos básicos), señala que arropa al 76,6% (¡lejísimos del 4,1%!) de los venezolanos.

Pero, como es sabido, la pobreza tiene otras facetas, otros aspectos, es multidimensional. Tengo frente a mí el Informe 2021 de Encovi, con cifras desvastadoras. En educación, de una población estudiantil de 11 millones entre los 3 y 24 años de edad en los distintos niveles, sólo se pudo inscribir el 65%, lo que significa que más de siete millones no tuvieron acceso al sistema educativo. En el ámbito de la salud, aumentaron las tasas de morbilidad y de mortalidad. En el área del empleo, sólo el 40% de los ocupados se ubica en el sector formal de la economía y el 60% restante deambula en los predios de la informalidad. La coordinadora del Proyecto Encovi, la profesora Anitza Freitez, apuntó: “La información recolectada cobra enorme importancia porque nos ayuda a identificar diversos aspectos de la vida de la población venezolana relacionados con la educación, la salud, la inserción laboral, los ingresos, el patrón de consumo, el acceso a los servicios públicos, la migración internacional, entre otros temas. Esta nueva lectura sobre las condiciones de vida mantiene como referencia un país cuyo tamaño poblacional se empequeñeció, justamente, por efecto del éxodo migratorio, aunque también a causa de un repunte de la mortalidad y de una menor producción de nacimientos”. Y el investigador principal de Encovi, Luis Pedro España, resaltó que “el 10% de las personas con mejores ingresos concentra el 40% de todo el ingreso nacional”.

Y la guinda que faltaba a la torta: el Indice de Percepción de la Corrupción 2021, presentado por Transparencia Venezuela, dice que nuestro país “es uno de los tres países más corruptos del mundo y registra la peor disposición para combatir un flagelo que es incentivado desde el gobierno”. Por eso fue que, entre los cuentos del mensaje del 15 de enero, faltó que, desde las sombras de las Mil y Una Noches, saltara Scherezade y nos echara el cuento de Alí Babá y los  cuarenta ladrones.

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