*** Es indignante y vergonzosa la actitud del régimen de Maduro en relación con la invasión a Ucrania, considera el autor.
Por CARLOS CANACHE MATA
A Marco Tulio Bruni Celli y Adolfo Salgueiro, conocedores de la política internacional.
La comunidad internacional sigue con el aliento contenido por el desarrollo de los acontecimientos que puedan derivarse de la invasión rusa a Ucrania, iniciada el pasado 24 de febrero. Que se pase a la guerra nuclear -sería la Tercera Guerra Mundial- se considera improbable, pero, sin embargo, aparece -junto al choque de la tierra con un gran asteroide y el cambio climático extremo- en la lista de “los 12 jinetes del Apocalipsis” -la catástrofe anunciada en textos sagrados- del Informe elaborado por el Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford (IFH) y la Fundación de Retos Globales, de Suecia.
Antes de 1945, pendía sobre la cabeza de las naciones, la Espada de Damocles de las guerras convencionales; a partir de ese año, con las bombas que explotaron en Hiroshima y Nagasaki, esa Espada de Damocles es nuclear. El miedo a “la destrucción mutua asegurada” es lo que hasta ahora, afortunadamente, ha obligado a las grandes potencias a no usar sus arsenales de armas nucleares para dirimir sus diferencias. En medio de las rondas de negociaciones en busca de cese del fuego en Ucrania -sólo se ha logrado establecer corredores de seguridad para evacuar civiles- efectivos rusos dispararon fuego de artillería, la noche del pasado día 4 de este mes, contra la estación de energía nuclear de Energodar, en la región de Zaporizhzhia, la más grande de Europa. Por suerte, dijo el director general de la agencia nuclear de la ONU, Rafael Grossi, “no se produjeron escapes radiactivos”. El valiente mandatario de Ucrania, Volodímir Zelenski, advirtió que “el fuego de Rusia en planta de energía nuclear de Zaporizhzhia, puede convertirse en catástrofe nuclear que amenace a todo el continente. «Conoces la palabra Chernóbyl», añadió sombríamente.
Los países, cuando están gobernados por mandatarios que no provienen del ejercicio propio de la política, pueden, a veces, ser llevados a la adopción de conductas indeseables y peligrosas. Eso es lo que ocurre con Rusia, que tiene como presidente a Vladimir Putin, quien accedió al poder después de ser un agente del espionaje ruso en Alemania Oriental y jefe de la policía secreta KGB, posteriormente devenida en el Servicio Federal de Seguridad (FSB). No es de extrañar, pues, que su ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, al referirse a las sanciones impuestas por Estados Unidos a Rusia, haya declarado el pasado día 2 de este mes, con ligereza inimaginable, que “Joe Biden sabe que la única alternativa a las sanciones contra Rusia es una Tercera Guerra Mundial y que sería una guerra nuclear devastadora”. Como en un espectáculo de malabarismo verbal tenebroso, Lavrov, al decir eso, se convirtió en un tragafuegos atómico. Y Rusia pretende seguir en posición adelantada en esa especie de irresponsable juego de balompié con el holocausto nuclear que presenciamos, como me permití señalar en el artículo anterior. En efecto, Putin subió varios tramos en la escalada bélica al poner las fuerzas de disuasión rusas, que incluye sus fuerzas nucleares, en “régimen especial de servicio”. Concretamente, las fuerzas de disuasión estratégica de Rusia están compuestas por fuerzas nucleares, incluídos los misiles intercontinentales, así como fuerzas no nucleares, y la defensa antimisiles, el sistema de alerta temprana y la defensa antiaérea.
No es Estados Unidos, sino una determinante mayoría de la comunidad internacional, la que ha repudiado la invasión militar ordenada contra Ucrania por Putin –mixtura de zar y de Stalin-, como lo revela la resolución condenatoria aprobada, el día miércoles 2, con el apoyo de 141 de los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas. Aún cuando no tiene carácter vinculante, la resolución recibió únicamente 5 votos en contra (Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea) y 35 abstenciones. En la votación no pudo participar Venezuela, porque se encuentra en la lista de morosos de la ONU desde el año 2016, lo que le impide tener voto en el organismo.
Pero la posición de la dictadura usurpadora que preside Nicolás Maduro, ante la agresión rusa no provocada contra Ucrania, la conocemos los venezolanos y se conoce en el exterior. En los días de tensión previos entre Rusia y Ucrania, exactamente el día martes 22 de febrero, Maduro exclamó: “Venezuela está con Putin, está con Rusia, está con las causas valientes y justas del mundo, y nos vamos a restear cada vez más”. Y a las 7,06 pm de la noche del día 24 –la invasión de las tropas rusas había comenzado en la madrugada de ese día- la cancillería del régimen de Maduro emitió un comunicado en el que aparenta tener preocupación por el agravamiento de la crisis en Ucrania, para luego decir que “lamenta la burla y el quebrantamiento de los Acuerdos de Minsk por parte de la OTAN promovido por los Estados Unidos de América” , y agrega que “el descarrilamiento de estos acuerdos ha vulnerado el Derecho Internacional y ha generado fuertes amenazas contra la Federación de Rusia, su integridad territorial y soberanía, así como impedido el buen relacionamiento entre los países vecinos”.
En ese comunicado se falsea la verdad histórica. Después que Rusia ocupa a Crimea, es que se firma en el año 2014 el Protocolo o Acuerdos de Minsk para descontinuar el conflicto entre separatistas pro-rusos y combatientes ucranianos, pero, al reconocer recientemente a las regiones de Donetsk y Lugansk como estados independientes, es Putin quien viola los Acuerdos de Minsk, como bien lo afirma la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al declarar que “el reconocimiento de los dos territorios separatistas en Ucrania es una flagrante violación del derecho internacional, la integridad territorial de Ucrania y los Acuerdos de Minsk”. Y en cuanto a que Ucrania sea o provoque una “amenaza” contra la superpotente Rusia, cuando se expresa que se han “generado”, según el comunicado de la cancillería de Maduro, “fuertes amenazas contra la Federación de Rusia, su integridad territorial y soberanía”, la carcajada internacional se trepó a los montes del Cáucaso, donde cuenta la mitología griega –para seguir hablando de mitos- que Prometeo fue encadenado en uno de sus picos.
Es indignante y vergonzosa la actitud del régimen imperante en el país en relación con la invasión a Ucrania. Diplomáticos, profesores universitarios, analistas políticos en las áreas de relaciones internacionales y las ciencias sociales, que se agrupan en el conocido Grupo Ávila, certeramente manifiestan: “Sostenemos que la posición adoptada en este asunto por quienes actualmente ostentan de facto el gobierno de Venezuela, expresando a voz en cuello su solidaridad con la posición de Rusia, no representa en absoluto el sentir de la población venezolana, por el contrario, reafirma el sometimiento a intereses y dictados totalmente ajenos a la conveniencia de Venezuela y de Latinoamérica en su conjunto”.
Aquí, los usurpadores de Miraflores, repiten y hacen lo que les ordenan y dicen los ventrílocuos que están fuera del territorio nacional.
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