*** El autor critica la liviandad con la que el régimen venezolano ha tratado su postura ante la invasión de Ucrania, posicionándose inequívocamente junto a Putin.
Por Antonio A. Herrera-Vaillant
Hace unos meses el mundo por nada imaginaba que hoy estaría en vilo. Ahora, casi repentinamente, nos encontramos frente al espectro de un conflicto mortal -incluso nuclear- que pocos se esperaban: Todo impulsado por delirios de grandeza de un brutal sujeto afincado en los peores resabios del sector más primitivo de su nación.
¿Cómo culminará todo? Aún es pronto para saber, pero las reacciones de distintos países y sectores ante el angustiante cuadro que presenta Ucrania ya han puesto de relieve, desvestido y desenmascarado, las verdaderas ubicaciones políticas de cada nación y partido del planeta.
Ante un panorama terriblemente incierto y azaroso se palpa cautela en una sofisticada potencia global como China, con su enorme peso específico; se percibe claramente la prudente abstención y reserva de otros; se contempla la sobriedad de Turquía al posicionarse al lado de sus aliados de la OTAN, y se siente toda la gama de sutilezas con que se mueve la gente seria que está al frente de distintos gobiernos.
También resalta la liviandad con que otros factores políticos de mucho menos peso se han prestado -desde un primer momento y sin pensarlo mucho- a apoyar al nuevo Hitler del siglo XXI.
En Venezuela destaca -por si algunos aún no lo habían percibido- la increíble irresponsabilidad e imprudencia de una cerril panda delictiva que no aprecia realidades más allá de sus pequeños intereses personales, y se montan -ellos también- en los más primitivos resabios los elementos más rudimentarios de la nación: Esa cuerda de mermados mentales que hoy frívolamente corean: “si se arma el peo yo con Rusia me resteo”.
El instantáneo y servil apoyo a Putin del régimen venezolano remeda la conducta de los antiguos satélites soviéticos, y desnuda un abyecto nivel de dependencia ante un presunto “amigo” que -de paso- no les exime de que las mal habidas fortunas que creían tener a salvo en rublos se les vuelvan sal y agua, congeladas por el despiadado neonazi de las estepas siberianas.
Pero, luego de vociferar cuatro sandeces, a los eunucos políticos de estas latitudes -desprovistos de otra cosa que ofrecer- no se les ha ocurrido más que movilizar a sus lobistas para tratar de seducir a Occidente con el espejismo de unos recursos energéticos que -a falta de años y colosales inversiones- seguirán durmiendo bajo tierra.
Sin embargo, ya se les vieron las costuras y, al final, a menos que luego triunfe el tenebroso imperio del mal, ese mismo hatajo de facinerosos comprobará que se van quedando más solos que la una, sin un solo palo en el que ahorcarse.
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