*** Francisco Poleo: O corremos o nos encaramamos, como le dijo Zelenski al prehistórico Consejo de Seguridad este martes. Hay que despertar.
Por Francisco Poleo
La invasión a Ucrania no cambió nada. Lo que sí hizo, sin embargo, fue precipitar los acontecimientos. Acurrucados en las acogedoras colchas del orden mundial liberal, nos negábamos a despertar. «Cinco minutos más» y «snooze» al despertador. Así, como quien se niega a levantarse de la cama a cumplir con sus responsabilidades. Y, de repente, ¡pum! Un cañonazo putleriano nos sacó de la ensoñación. Amaneció de golpe. Atrás quedó ese bello sueño nacido en las calles de Berlín un encapotado 9 de noviembre de 1989.
Ni fin de la historia ni un pepino, señor Fukuyama.
Ahora estamos corriendo, cual estudiante vago que no hace los deberes a tiempo. O corremos o nos encaramamos, como le dijo Zelenski al prehistórico Consejo de Seguridad este martes. Muy bonito el sueño de la paz global, pero ya quedó claro que ni en Pekín ni en Moscú, ambos con veto en ese ente de la ONU, opinan lo mismo. Las placas tectónicas de la geopolítica están más vivas que nunca. Esto puede asustar a los burócratas, pero es la realidad. No sirvió el bozal de billetes kissingeriano para domesticar a quienes no creen en la democracia. Los rusos no sólo invaden sino que masacran, los chinos mantienen campos de concentración y los árabes sigue latigueando a quien alce la voz, por citar apenas tres ejemplos. Los tres están tan cerca de ser demócratas como yo de físico nuclear.
Lo dejó claro Medvedev, el sirviente más leal de Putin. El imperio que quieren es de Lisboa hasta Vladivostok. Del Cabo da Roca a la frontera con Corea del Norte. Un pedacito. Mientras tanto, cual boa constrictora, Xi Jinping mide a Occidente a ver si se puede tragar de un bocado a Taiwán. En Kyiv están claros del peligro. Lo han vivido en carne propia. No sé si los burócratas en Washington y en Bruselas despertaron definitivamente. Quizás piensen que estos dos meses son una pesadilla y que el sueño de los últimos veinte años es la realidad, pero Zelenski tiene razón. Hay que despertar.