Dora Maar saca las garras
Por Graciela Requena
Las garras de Dora Maar vuelven a ser tendencia noventa años después de que Pablo Picasso las inmortalizara en los retratos que hoy cuelgan en las paredes de los principales museos del mundo.
Dora era una fotógrafa surrealista, francesa de nacimiento y yugoslava de origen, con ambiciones de pintora. No tuvo éxito en ninguna de las dos manifestaciones artísticas sino como musa atormentada del genial pintor malagueño.
Las manos de Dora Maar impresionaban por su belleza. Era una mujer atractiva, de porte tipo efigie: tiesa y misteriosa, triste y distante, pero el rasgo que más impresionaba a quienes la conocían eran sus manos, con uñas larguísimas, siempre pintadas de rojo, y afiladas en forma de garras, siguiendo la tendencia del Paris chic de los años treinta. La belleza de sus manos fueron fotografiadas por el francés Emmanuel Sougez, en 1934. En la foto sus manos están cruzadas a la espalda sobre lo que parece ser un vestido de noche. Sin embargo, las uñas no están pintadas de rojo sino al natural. Como correspondía a una beata enclaustrada, como terminó sus días en París, en 1997, a los 87 años: auto-recluida, solitaria y devota. Su carácter independiente y fuerte y sus costumbres de persona solitaria, le impedían aceptar compañía y ayuda de nadie. La musa vivía encerrada y enterrada en vida con sus tesoros: 130 Picassos, entre los cuales habían una docena de óleos. Tenía cientos de dibujos -era famosa por su avaricia y recortaba con un cuchillo los garabatos que Picasso hacía sobre los manteles de los cafés que frecuentaban y los guardaba dentro de su cartera. Entre la montaña de dibujos que atesoró en los siete años de su relación con el pintor, destacó el de ‘Dora y el Minotauro’ (1936), de fuerte carga erótica, que representa el deseo sexual de la bestia (Picasso) por la belleza del cuerpo femenino (la Maar), blanco y mórbido, en todo el esplendor cubista…
Todas sus pertenencias, incluyendo la casi totalidad de sus fotografías, que en vida no le aportaron ningún dividendo a la ‘sacrificada musa’, salieron a subasta pública en París. Entre los Picasso y los cachivaches de Dora, se recaudaron más de 200 millones de francos. En esa colosal subasta un martillazo final otorgó el óleo ‘La mujer que llora’ a un galerista suizo que desembolsó 37 millones de francos por las garras de la fiera.
Dora Maar vivió un cuarto de siglo más que su amante, no obstante su terrible depresión: después de Picasso, sólo Dios.
Uñas que no solo expresaban la moda sino la personalidad de la dama.