*** El grado de conocimiento de la crisis venezolana en el mundo no concita actitudes empáticas y acciones significativas para lidiar con las causas.
Me impactó mucho leer un reportaje que publicara el Centro Regional de Información de la ONU, para Europa Occidental, intitulado “Conflictos que no aparecen en los titulares”. En especial, pues es por esos lares que se está produciendo la primera guerra en Europa de este siglo. Nos referimos, claro, a la invasión rusa a Ucrania. Siendo este el conflicto más importante que está sucediendo en el mundo, es interesante ver cómo Naciones Unidas nos recuerda de otros importantes conflictos que afectan a la humanidad.
En este reportaje se señalan cinco conflictos, que según esta publicación, son graves pero el mundo -o quizás occidente- no los coloca entre sus primeras prioridades. Ellos son Somalia, que lo encapsulan con la frase: “al borde de la hambruna”; el de Siria que lo definen como “Sin paz a la vista”; para Yemen afirman “Siete años de guerra agravan el hambre”; en el caso de Myanmar señalan “14 millones de personas necesitan ayuda humanitaria” y por último, aunque ellos lo presentan como el primero, el de Venezuela y lo definen como “La crisis nunca termina”. Que trágica y patética referencia. Pero que cierta.
De los cinco conflictos que pasan por debajo de la mesa, sólo uno está en las Américas, en el hemisferio occidental. Sin embargo, es ese mismo occidente que en cierta medida le pone sordina a esta tragedia. Claro que es cierto que el asunto Venezuela ha venido tomando cada día mayor centimetraje en la prensa mundial. Primero, les atrajo Chávez, como el Enfant terrible; luego una crisis que ha producido 6 millones de migrantes esparcidos por todo el planeta, pero en especial en el continente americano. Recientemente, se cuantificaba, para lo que va del año, en cerca de 90.000 a los venezolanos que entraban por la frontera sur de EE.UU. Esto representa un crecimiento gigantesco, pues en todo 2021 solo alcanzaron a ser unos 50.000.
Pero, la migración por goteo no es tan impactante como la que sucedió en Europa con los sirios o la actual de ucranianos por la invasión rusa. Y esta migración creciente pero no abrumadora, al menos en EE.UU., no produce un interés periodístico que tome las primeras páginas de los principales medios mundiales.
Al no haber un impacto fuerte y prolongado, esta migración, que es la consecuencia de un país en crisis, tampoco preocupa “lo suficiente” a los gobiernos del continente. Esto no que no hayan tratado el tema, pues lo han hecho, en especial los suramericanos, donde el impacto migracional ha sido fuerte. Pero no les preocupa “lo suficiente” como para empeñarse en resolver con empuje suficiente la causa de esta migración, es decir: la existencia de un régimen dictatorial “mafioso” y “fallido”, ilegítimo y violador de derechos humanos en el poder.
Ahora viene la Cumbre de la Américas, que se realizará en Los Ángeles, California, en junio. Allí el tema fundamental serán las migraciones. EE.UU. va con el propósito de parar ese río de migrantes que cada vez aumenta y los afecta más, promoviendo lo que se ha llamado un pacto migratorio.
Pero, el elefante en la sala o mejor dicho en la plenaria en la Cumbre, que nadie quiere tratar, será Maduro, así como Ortega y Díaz-Canel. Pues todos saben que mientras estos personajes estén asidos al poder en sus respectivos países, estos pueblos estarán privados de desarrollo y buscarán mejores derroteros en EE.UU. y el resto de las Américas. Si ese tema no se trata, y abierta o encubiertamente no se toman medidas concretas y efectivas, la migración seguirá su camino creciente. Pero seguirá sin “aparecer en los titulares”.
Y hablando de titulares, es deber de la diáspora venezolana, desde el lugar donde se encuentre, denunciar la trágica realidad de Venezuela, para que esos pueblos y esos gobiernos conozcan y entiendan que nuestra crisis, es a su vez una crisis que debe preocupar y ocupar a todos los demócratas del mundo. Y evitar que el mundo se acostumbre a nuestra tragedia.
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