*** Investigadores de EEUU descubrieron una molécula que serviría para desarrollar tratamientos contra el Alzheimer.
Por Luis Camacho
Un grupo de Investigadores estadounidenses encontraron una molécula que rejuvenece los cerebros envejecidos y permite recuperar la memoria. El hallazgo es considerado un avance aún muy preliminar y observado solo en ratones y no tendría importancia si no estuviese dirigido a buscar nuevas formas de atacar el alzhéimer.
La busca de un tratamiento contra esta enfermedad neurodegenerativa es uno de los objetivos más importantes de la biomedicina. El cerebro humano es una inmensidad de 100.000 millones de neuronas que forman unos 100 billones de conexiones entre sí. Lo mejor y lo peor de la mente humana surge de esta materia orgánica de apenas un kilo y medio de peso. Al alzhéimer le llaman la epidemia silenciosa porque comienza a matar neuronas unos 20 años antes de que se manifiesten los primeros síntomas, como la pérdida de recuerdos almacenados en las células cerebrales y sus múltiples conexiones.
Luego de haber ocurrido este daño, ya es imposible detener su avance. Ningún tratamiento experimental ha sido efectivo para combatir esta enfermedad y aún no se han dado con sus causas por lo que cada nuevo descubrimiento que pueda ayudar a regenerar cerebros envejecidos es digno de atención.
El nuevo trabajo se inspira en algo que muchos médicos y científicos saben desde hace décadas: los órganos del cuerpo tienen la capacidad de regenerarse, pero con la edad se empiezan a producir moléculas que entorpecen o anulan esa capacidad. En experimentos de laboratorio se ha demostrado que algo llamado parabiosis -coser costado a costado a una rata vieja y otra joven, por ejemplo- basta para recuperar la fuerza en los músculos, el correcto funcionamiento del hígado o revertir la obesidad.
El nuevo estudio, liderado por el neurólogo Tony Wyss-Coray, da una vuelta de tuerca en busca de nuevas moléculas rejuvenecedoras. El médico ha sustituido el plasma por el líquido cefalorraquídeo, la sustancia transparente e incolora que baña el sistema nervioso y el cerebro e intercambia moléculas con ellos. Los investigadores extrajeron este fluido a ratones de dos meses y medio de edad —equivalente a nueve años humanos—y lo inyectaron en el cerebro a ratones de 18 meses —unos 70 años—. Después pusieron a prueba la memoria de esos ratones ancianos, que en condiciones normales no son capaces de recordar una sencilla secuencia de eventos: primero se enciende una luz y después sufren una pequeña descarga eléctrica. Los roedores que recibieron el líquido cerebral comenzaron a ponerse alerta al encenderse la bombilla. Habían recuperado la memoria.
Entre un ratón aterrorizado porque prevé un calambre y una persona incapaz de reconocer a su hijo por culpa del alzhéimer hay un abismo inmenso, pero posiblemente subyacen mecanismos biológicos compartidos. Los científicos analizaron el cerebro de estos animales y comprobaron que habían comenzado a generarse nuevos oligodendrocitos, un tipo de células que componen la sustancia blanca del cerebro y que sirven de sustento para la sustancia gris donde están las neuronas. Estas células producen proteínas que forman un cable protector para los axones, las prolongaciones con las que se comunican las neuronas y que pueden llegar a medir un metro de longitud. El estudio muestra que la producción de nuevos oligodendrocitos se da en el hipocampo, el epicentro cerebral de la memoria. Y parece haber una biología compartida, pues los investigadores también inyectaron líquido cefalorraquídeo de personas jóvenes a los ratones viejos y registraron un efecto rejuvenecedor similar. En cambio, el mismo fluido de personas mayores reduce la capacidad de regeneración celular.
Los científicos han identificado una proteína del líquido cefalorraquídeo joven llamada Fgf17 —sigla inglesa de factor de crecimiento de fibroblasto 17— que es capaz de activar la producción de oligodendrocitos jóvenes por sí sola.
Esta proteína “es necesaria para la formación del encéfalo durante el desarrollo de un embrión, pero no se sabe casi nada sobre su producción y función en los cerebros de adultos y personas mayores”, explica Tal Iram, investigadora de la Universidad de Stanford (EE UU) y primera autora del estudio. “Los oligodendrocitos son únicos porque sus progenitores siguen presentes en el cerebro a edades avanzadas, aunque su maduración es muy lenta. Nuestro estudio sugiere que manipular las proteínas del líquido cefalorraquídeo permite rejuvenecer estas células y mejorar la memoria en cerebros envejecidos”, resalta.
Las patólogas del Hospital Infantil de Boston (EE UU) Miriam Zawadzki y Maria Lehtinen reconocen que este trabajo “es rompedor”. “La proteína Fgf17 es una posible diana terapéutica y además sugiere que llevar fármacos al líquido cefalorraquídeo puede ser beneficioso contra la demencia (causada por el alzhéimer en el 80% de los casos)”, añaden en un comentario al estudio.
Tres expertos independientes resaltan la originalidad del trabajo y su valía como conocimiento fundamental de las enfermedades neurodegenerativas. El alzhéimer se ha curado en ratones un sinfín de veces, pero seguimos sin tener ni una sola cura para personas, recuerda Jesús Ávila, veterano investigador de esta enfermedad en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO-CSIC). “Aún no sabemos por qué sucede esto”, reconoce. Parte de la explicación puede estar en que ratones y humanos llevan millones de años de evolución por separado. La proteína Tau, que está asociada al alzhéimer, se acumula dentro de las neuronas impidiendo su correcto funcionamiento. El equipo de Ávila ha descubierto una forma alternativa de esta proteína que no contribuye a la enfermedad y que solo existe en humanos, pues ni ratones ni primates tienen las variantes genéticas necesarias para fabricarla. Es posible que haya muchas otras diferencias similares que aún desconocemos, argumenta el investigador.