***Un análisis de la Cumbre de las Américas, publicado originalmente en El Nuevo Herald, revela que si al evento le faltaron propuestas más concretas o ambiciosas, no todo fue culpa de los anfitriones.
Por Nora Gámez Torres
Cuando 20 países del hemisferio occidental acordaron un conjunto de políticas migratorias al margen de una reunión regional la semana pasada en Los Ángeles, el presidente Joe Biden lo llamó “un compromiso histórico”.
Pero si bien el acuerdo sobre migración parece ser el resultado central de la novena Cumbre de las Américas, es fundamentalmente una prioridad de la política interna de Estados Unidos y ni siquiera formó parte de la agenda oficial del evento, lo que se suma a la desconexión que sienten algunos líderes regionales que viajaron a Los Ángeles ansiosos de discutir temas como el comercio, la inversión y el financiamiento con Estados Unidos, pero que regresaron sin grandes avances.
La cumbre tuvo “resultados mixtos”, dijo Richard Feinberg, profesor emérito de la Universidad de California en San Diego y ex funcionario del Consejo de Seguridad Nacional que participó en la organización de la primera de tales reuniones en Miami en 1994.
Biden, la vicepresidenta Kamala Harris y el Secretario de Estado Antony Blinken “ganaron algo de buena voluntad para los Estados Unidos, los líderes y ministros se conocieron mejor, y la cumbre catalizó algunas iniciativas políticas potencialmente innovadoras, especialmente sobre migración y cambio climático, pero con mejores preparativos y más inteligentes, podría haber sido mucho más”, dijo.
Problemas de planificación y las divisiones ideológicas sobre la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua amenazaron con torpedear el evento incluso antes de que comenzara, desviando la atención de la agenda de la reunión y empujando a los funcionarios estadounidenses a gastar un capital político significativo solo para asegurar la asistencia. La Casa Blanca prolongó el drama al negarse a decir hasta último minuto quién participaba finalmente. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se saltó el evento por completo.
A pesar de todas las amenazas de boicot, la mayoría de los líderes estuvieron allí. “Francamente, tener a todos en la misma sala fue una victoria, dadas las divisiones ideológicas que han socavado la cooperación regional en los últimos años”, dijo Benjamin Gedan, director interino del Programa Latinoamericano del Centro Wilson. “Fue refrescante ver a un presidente estadounidense tan concentrado en América Latina. Dicho esto, para los líderes de América Latina y el Caribe, los criterios más importantes para medir la cumbre eran la nueva inversión estadounidense en la región y las oportunidades comerciales.
“Desafortunadamente, la Casa Blanca tenía poco que ofrecer en cualquiera de las dos categorías”, agregó Gedan.
Parte del problema es la desconexión entre los objetivos políticos de Estados Unidos y las prioridades de otros países.
La necesidad de fortalecer las respuestas al cambio climático fue una preocupación compartida por muchos líderes. Pero también querían hablar de temas más urgentes como la recuperación económica de la pandemia, el alivio de la deuda, el acceso a nuevo financiamiento y la inversión directa de Estados Unidos.
El gobierno estadounidense hizo algunos anuncios significativos, como una promesa de $331 millones en ayuda para la seguridad alimentaria. Aún así, no se dieron muchos detalles sobre ideas como reformar el Banco Interamericano de Desarrollo, ni cómo la administración planea financiar algunas de sus propuestas, en parte porque la agenda se desarrolló demasiado cerca de la reunión de junio. Debbie Mucarsell-Powell, una ex representante de Florida, asignada por la Casa Blanca para ayudar a organizar el evento, dijo que llevó los temas económicos al centro de la discusión, pero ella solo asumió el papel de asesora especial en abril.
A algunos países también les molestó que la escala de la ayuda prometida por Estados Unidos no esté a la altura del apoyo brindado a Ucrania, un punto señalado por el primer ministro de Belice durante el plenario.
Países como Ecuador, interesados en acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, se fueron con las manos vacías. La nación sudamericana ya negocia acuerdos de libre comercio con varios países, entre ellos China.
El presidente ecuatoriano Guillermo Lasso, quien se unió a la Declaración de Los Ángeles sobre Migración y anunció un plan para regularizar a miles de inmigrantes venezolanos, insistió en que más comercio significaría que los ecuatorianos optarían por quedarse en casa en lugar de migrar.
“No podemos ser la única nación en la costa del Pacífico [de América del Sur] que no tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos”, dijo durante breves comentarios en un evento del Atlantic Council después de la conclusión de la cumbre el viernes pasado. “Más comercio implica más empleos en Ecuador, y más empleo en el Ecuador significa que no hay migración de ecuatorianos hacia el exterior”.
El desajuste también salió a la luz pública durante una reunión entre Harris y varios líderes caribeños después de que la Casa Blanca anunciara una nueva asociación para promover la adaptación climática y los programas de energía limpia. Cuando la administración de Biden quiso hablar sobre el cambio climático y la transición para eliminar el uso de los combustibles fósiles, los líderes caribeños plantearon otros desafíos urgentes como el alivio de la deuda, el acceso a la financiación y la seguridad alimentaria.
“Tuvimos una reunión con las naciones del Caribe, que para ellos el tema de la inseguridad alimentaria es una crisis inmediata y urgente”, dijo Mucarsell-Powell en una entrevista. “Salieron de esa reunión entendiendo que el presidente iba a hacer ciertos compromisos para ayudar de inmediato con el problema de inseguridad alimentaria en las naciones del Caribe”.
Biden, quien interrumpió la reunión después de que comenzó, aseguró a los jefes de estado presentes que quería “intensificar las relaciones”.
“No estoy aquí para decirles nada, sino para escuchar lo que tienen en mente”, dijo. “Esto es una asociación”.
El tono resonó en la mesa y ganó elogios del primer ministro de Jamaica, quien calificó la cumbre como “un éxito” que “señaló un cambio muy importante en la forma en que la región ve a Estados Unidos”.
“Creo que el presidente Biden pudo asegurar a los líderes su interés genuino en la región”, dijo el primer ministro Andrew Holness durante el evento del Atlantic Council. “En cuanto a si veremos o no los resultados tangibles de estas [iniciativas], esperaremos pacientemente mientras continuaremos participando para obtener los resultados”.
El primer ministro de Jamaica le dijo al Herald que si bien no hay muchos detalles sobre estos programas, “eso te da flexibilidad sobre lo que puedes hacer”.
Pero si a la cumbre le faltaron propuestas más concretas o ambiciosas, como señalaron muchos observadores, no todo fue culpa de la administración. Muchos líderes populistas de la región, como el mexicano López Obrador o el presidente argentino Alberto Fernández, usaron las discusiones sobre la cumbre o incluso su tiempo en las sesiones plenarias del evento para jugar a la política doméstica y respaldar a los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, lo que ilustra la erosión de los valores democráticos desde la primera reunión hemisférica en 1994.
En lugar de discutir desafíos como la inflación, la deuda y la recuperación económica de la pandemia, “los líderes parecían querer centrarse en las cosas que dividen a la región, incluida la lista de invitados”, dijo Eric Farnsworth, exfuncionario del Departamento de Estado y vicepresidente de la Sociedad de las Américas/Consejo de las Américas.
“Todo apunta a una región que se dirige en la dirección equivocada y un Washington distraído que ve la región principalmente a través de un lente nacional”, agregó. “Colectivamente, con una visión diferente de la cooperación regional y el interés mutuo, podríamos haberlo hecho mucho mejor”.