*** La aplastante victoria del Partido Popular español en las elecciones de Andalucía dejan a Alberto Núñez Feijóo a las puertas de la presidencia de España, considera el autor.
Por Francisco Poleo
La política española es una novela llena de «plot twists», unos giros argumentales que te dejan perdido si le pierdes la pista por un rato. En 2021, un triunfo atronador de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid hizo que Pablo Casado cogiera velocidad de crucero rumbo al puerto del Palacio de La Moncloa. Sin embargo, por una torpeza que debería ser estudiada en las escuelas de Ciencias Políticas, el entonces líder del Partido Popular botó el juego en una pelea infantil con la propia Ayuso.
El laberinto de Casado, suerte de veleta política que un día era moderado y al siguiente extremista, extravió al PP hasta que llegó Núñez Feijóo. El astuto gallego -valga la redundancia- no quiso tomar la batuta tras la marcha de Rajoy, otro gallego. Ahora se entiende por qué. Con el camino despejado de las guerras internas partidistas, llegó al poder casi por aclamación.
Este domingo, otras elecciones regionales vuelven a dejar a las puertas del palacio de gobierno al PP. Todo gracias a Andalucía, en donde Juanma Moreno se garantizó la reelección con una mayoría absoluta de 58 escaños.
La victoria de Moreno es todavía más significativa si se tiene en cuenta que se produce en el feudo histórico del PSOE, que los socialdemócratas han terminado perdiendo por el ególatra enfrentamiento de Pedro Sánchez con la corriente felipista del partido. El otrora gran partido andaluz se quedó en 30 puestos en el parlamento.
El centro, por tanto, está vivo en España gracias al PP, que tampoco necesitará al ultra-derechista Vox, que con sus 14 escaños se quedó lejos de los 24 que se pronosticaban ellos mismos. Ese centro, sin embargo, no tendrá buena salud si el PSOE no recuerda que es mejor pactar un proyecto de país con la centro-derecha que con la ultra-izquierda, la de Podemos y compañía.
Feijóo es presidente in pectore de España, como dice el periodista español Cristian Campos, salvo que haga el Casado.
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