***Anita Álvarez dijo que “forzamos nuestro cuerpo hacia el límite y a veces lo traspasamos un poquito. La gente no se da cuenta porque se puntúa una imagen de armonía y felicidad”.
Luego de haberse desmayado tras concluir su rutina en la final del solo libre, la nadadora estadounidense Anita Álvarez contó a El País su experiencia y cómo se hizo amante de las competencias en piscina.
“Ha sido un año largo”, dice la tritona de 26 años. “Me fracturé el pie en febrero, me operé en marzo, y volví a competir en mayo porque estaba resuelta a participar en estos Mundiales…”, dice. En sus ojos negros brilla una tormenta de ingenuidad, miedo, coraje y orgullo.
P. ¿Cómo empezó?
R. “Mi madre fue nadadora de sincronizada universitaria y fue mi primera entrenadora. Crecí viéndola entrenar y me pasé los primeros años de mi vida imitando todo lo que hacían los mayores en la piscina. Con el tiempo comencé a nadar en el programa de mi club, en Buffalo, un pueblo del Estado de Nueva York donde todo está muy a mano. En mi familia hay una gran cultura olímpica. Mi abuelo materno fue árbitro de hockey hielo en unos Juegos de Invierno.
P. ¿Cree que la gente es consciente del esfuerzo que hacen las nadadoras de sincronizada?
R. Como en cualquier deporte, forzamos nuestro cuerpo hacia el límite y a veces lo traspasamos un poquito. La gente no se da cuenta porque se puntúa una imagen de armonía y felicidad. Sonreímos con maquillaje. Esas pequeñas cosas esconden lo tremendamente exigente que es esto. Cuando acaban los entrenamientos sentimos que nos morimos. No nos podemos ni mover. La gente no imagina lo frecuentes que son estos desfallecimientos. Yo he atraído mucho la atención porque me ha ocurrido en unos Mundiales. Pero en este deporte todos los días se desvanecen nadadoras. Esto no me ocurre solo a mí.
P. ¿Se dio cuenta de que estaba llegando a su límite?
R. No. Solo sentí que estaba dejando todo en la piscina. En la última figura, donde tengo que despedirme levantando un brazo me recuerdo pensando: “¡Empuja ese brazo! ¡No abandones ahora! ¡Dalo todo hasta el último segundo!”. En el pasado he sentido que me desvanecía. Esta vez creo que estaba muy conectada mentalmente, tan metida en mi papel, viviendo el momento tan intensamente, que estaba realmente disfrutando de mi actuación. Seguí, seguí, seguí… A veces no sientes dolor hasta que paras. Es como el atletismo. Me gusta correr. A veces estás corriendo y en el instante que paras es cuando sientes el golpe. En esta rutina me encontraba genial, tan cansada como siempre pero disfrutando. Y cuando sentí que por fin podía permitirme relajarme fue cuando todo se volvió negro. No recuerdo nada más.
P. ¿Qué pensó cuando vio las fotos del rescate de Andrea Fuentes?
R. Al principio me chocaron. No esperaba que se publicara algo así. Pero después me lo tomé con calma. No quise verlo con pesimismo. Ahora pienso que las fotos son hermosa de alguna manera. Verme ahí abajo en el agua, tan en paz, tan en silencio, y ver a Andrea bajando con su brazo extendido intentando alcanzarme como un superheroína… A veces el lugar más pacífico de la Tierra está bajo el agua: cuando te sientas en el fondo de la piscina en silencio. Sientes que no pesas, estás contigo misma. Me encanta. A veces necesito ese momento. Y en las fotos parece todo muy natural, aunque coger a una persona del fondo de una piscina y levantarla hacia la superficie es muy difícil. Sobre todo cuando te sumerges a tres metros de profundidad con tus ropas de calle para levantar un peso muerto. ¡Esta mañana Andrea dijo que tenía lumbago!
P. ¿Quiere nadar otra vez?
R. Descansé mucho, toda la noche y todo el día. Siento mi cuerpo totalmente normal. Es algo que ya me ha ocurrido. Descansas y al día siguiente vuelves al agua. Tienes que hacerlo así para no cargar tu cabeza de miedo. Los médicos me han revisado. Siento que mi cuerpo puede gestionarlo y está todo en mi mente. Quiero terminar esta competición, que ha sido la mejor de Estados Unidos en mucho tiempo. Estoy muy contenta con mi solo, y ahora no quiero faltar al compromiso con mi equipo en la final del libre. Quiero acabar con la cabeza alta. Quiero que mis compañeras sientan que pueden confiar en mí y esto nos haga más fuertes.
P. ¿Qué aprende de Andrea?
R. De niña la seguíamos cuando ella nadaba, y cuando supimos que nos entrenaría nos flipó. No nos ha decepcionado ni como entrenadora ni como persona. Ella no solo quiere que tengamos éxito como deportistas. Quiere que seamos mejores seres humanos.