***La visita del Papa a Canadá para pedir perdón por las acciones de la Iglesia sobre las comunidades indígenas, es parte de un movimiento que trata de sanar heridas producidas en el pasado. Pero, ¿hasta dónde podemos llegar?
Por Alfredo Michelena
Apoyar la transculturación forzada, la esclavitud, la superioridad de una raza o religión, de una ideología o de un sexo, e incluso de las dictaduras en este siglo y en el pasado, son cosas condenables, pero hay que entender que hasta el siglo XIX ellas eran, con sus importantes diferencias, aceptados socialmente.
Nadie puede negar el dolor que estas prácticas infligieron en inmensas capas de la sociedad, pero que también, como dijimos, era la práctica social y en general los subyugados en cierta forma aceptaban y reproducían estos patrones. Y no es que no se conocía la libertad, o la democracia, sino que no eran parte del discurso dominante al ser social e históricamente propias de las estructuras socioeconómicas establecidas.
El siglo XX trajo cambios muy profundos en este respecto, entre otros la eliminación de la esclavitud, la aceptación de las minorías, la igualdad del hombre y la mujer, la aceptación universal de los derechos humanos, como norma global aceptada, aunque no siempre cumplida. Pero recientemente ha surgido otro movimiento que busca más allá del respeto y la promoción de estas nuevas conquistas sociales, y quiere pasar factura por los sufrimientos que a los que fueron sometidas estas poblaciones.
En el sistema de Naciones Unidas existen figuras que apuntan hacia esto, por ejemplo la resolución 60/147 de la Asamblea General (2005) sobre “Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos y de violaciones graves del derecho internacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones”.
Empero, estos instrumentos recientemente aprobados son muy específicos y como es de esperarse no son retroactivos. Ahora bien en lo que va de este siglo hemos visto hacer estatuas de personalidades icónicas de la historia. En EE.UU. las estatuas de los líderes de los confederados, acusados de defender el esclavismo; en Canadá, por ejemplo, lade John A. Macdonald, el primer, PrimerMinistro, y las de las reinas Victoria y Elizabeth, por su vinculación con las escuelas residenciales por donde pasaron unos 150.000 niños indígenas para una transculturación forzada o “genocidio cultural” como determinó que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación canadiense; este asunto produjo la visita papal orientada a pedir perdón a las víctimas y a sus familiares, pues estas escuelas en su mayoría fueron regentadas por órdenes religiosas hasta los años setenta. También estatuas de Cristóbal Colón han sido derribadas, acusado de genocidio indígena. Esta práctica iconoclastia también se ha expandido más allá en reclamo de tierras y propiedades.
Un ejemplo reciente de ellos es la petición de que la Mezquita-Catedral de Córdoba regrese el culto musulmán, tal y como ha ocurrido en Turquía con Santa Sofía. Aquí el asunto es, ¿hasta dónde podemos juzgar al pasado con los valores del presente?. ¿Puede George Washington ser acusado de esclavistas, pues siempre tuvo esclavos a su servicio, o a Bolívar de genocida por su decreto de Guerra a Muerte? Hay que tener cuidado con juzgar el pasado con valores del presente. Pues, entre otras cosas, ¿cuándo paramos?
En una reunión de Durham, Suráfrica, 2001, donde Naciones Unidas discutía temas de racismo y en especial el de las reparaciones en cuanto al tráfico trasatlántico de esclavos, se dio una interesante discusión en un pequeño comité ad hoc. Los representantes del Caribe anglosajón presionaban por una declaración que propusiera una reparación a países como España, Portugal y el Reino Unido, por el tráfico de esclavos, que incluiría a los “herederos” de estos reinos en América Latina, es decir, los gobiernos latinoamericanos. La pregunta que formuló el representante de España fue: ¿quién pagará los 800 años de colonialismo que sufrió España por parte de los árabes/musulmanes? Es más, si queremos ir más atrás, tendríamos que incluir las olas de invasiones hacia España y la Europa mediterránea desde el norte y el oriente, que fueron asuntos recurrentes.
Si seguimos viajando al pasado y hurgando en la historia, las cosas se complican, pues ese pasado fue cruel con muchos, por ejemplo se practicó genocidio y crímenes de guerra, cada vez qué hordas de una civilización o tribu invadía y sometía a otra. Recordemos a Atila, rey de los Hunos, que “donde pisa su caballo no crece la hierba», o los famosos Vikingos y sus incursiones a Inglaterra, o los sacrificios humanos de los aztecas sobre los pueblos vencidos o la exterminación de los derrotados por Shaka Zulú en Suráfrica, a principios del siglo XIX. Juzgar hecho histórico sacándolo del contexto temporal y cultural del momento, en especial cuando han pasado siglos, sin duda no va a resarcir a los involucrados, ni a borrar el pasado y puede abrir heridas que parecían haberse cerrado. En todo caso, es un asunto delicado que hay que tratar con cuidado.
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